Metáfora del terrorismo en el País Vasco.
28 de junio de 2022. La revista Historia y Memoria de la Educación, que pertenece a la Sociedad Española de Historia de la Educación, acaba de publicar en su número 16 el artículo titulado ‘Las “Memorias” del Terrorismo: las víctimas de la violencia política y la educación secundaria en el País Vasco 82005-2021)’, escrito por David Mota Zurdo, coordinador del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte de la Universidad Isabel I. El profesor Mota Zurdo se sumerge en el estudio de la historia y la memoria del terrorismo a través de entidades como el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y de Gogora: el Instituto Vasco de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos.
El historiador recalca en su texto cómo existen dos organizaciones con relatos divergentes en la sociedad vasca: una situación que pone de manifiesto la polarización de la sociedad vasca en torno a la historia del terrorismo. Esta divergencia tiene efectos en el ámbito educativo, especialmente en el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria, tal y como se muestra en los programas educativos analizados entre 2005 y 2021. El profesor Mota Zurdo analiza, entre otras cosas, el enfrentamiento entre ambas posturas o las razones para mostrar estas discrepancias en los temarios.
En su artículo, el profesor Mota Zurdo destaca que desde 2011 “la sociedad vasca vive inmersa en un enfrentamiento de narrativas. Una batalla que, resumiéndolo mucho, se compone de dos visiones antagónicas: la lectura nacionalista vasca, basada en las memorias y los análisis pseudohistóricos impulsados por la conocida como ‘literatura histórica militante’ o ‘historiografía nacional-revolucionaria’, que se podría definir como política, y la académica (para ciertos sectores políticos vascos: ‘constitucionalista’, ‘española’ y ‘antinacionalista vasca’), realizada por la comunidad científica, cuya versión es fruto de un análisis reflexivo sujeto a las fuentes documentales disponibles”.
Los actos de bienvenida a los presos de ETA, los conocidos como ongi etorri, siguen siendo denunciados hoy en día por asociaciones de víctimas como el Colectivo de Victimas del Terrorismo (COVITE), la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) o la Fundación Fernando Buesa. Y son un ejemplo de la tensa situación que refleja el pasado traumático de la violencia y la polarización en la sociedad vasca. El trabajo, que se fundamenta en fuentes hemerográficas y los pocos estudios disponibles sobre el tema, es un relato histórico que trata de mostrar cuándo las víctimas comienzan a estudiarse en las aulas, cómo evoluciona su presencia en el sistema educativo vasco, cómo se ha contado la historia del terrorismo y de qué modo estas actuaciones influyen en las nuevas generaciones previniendo la radicalización.
En 2011 se puso en marcha el Programa de Víctimas Educadoras, que seleccionó y preparó a un grupo de víctimas de ETA y de violencias de otros signos para ofrecer su testimonio de forma pedagógica en las aulas de 4º de ESO y Bachillerato con finalidades educativas. La respuesta de los centros educativos públicos y concertados fue muy positiva y en enero de 2012, poco después de que ETA anunciara el cese de la actividad armada, se incrementaron las peticiones, “al valorarse entre los profesores que la transmisión del relato del terrorismo por las víctimas contribuía a tender puentes hacia el entendimiento y a fomentar la convivencia entre los más jóvenes”.
En diciembre de 2013 se crea el documento “Las bases del proyecto socioeducativo del Gobierno Vasco en materia de convivencia” y en diciembre de 2014, el lehendakari Urkullu, concedió el Premio René Cassin a 41 víctimas de ETA, GAL y abusos policiales, reconociendo su aportación a la convivencia en Euskadi, por haber participado en el módulo Víctimas Educadoras. Pero en 2016 las encuestas realizadas a adolescentes que participaron en estas jornadas, mostraron respuestas vagas, imprecisas y dubitativas sobre el terrorismo: en muchos casos no sabían ni quién era Ernest Lluch o Miguel Ángel Blanco, mostrando su escaso conocimiento sobre la realidad traumática de la violencia.
En junio de 2018, el Gobierno Vasco hizo público el módulo Herenegun! (en español, ¡Antes de ayer!), una unidad didáctica a impartir dentro de la asignatura de Historia en 4º de ESO y 2ª de Bachillerato con la que profundizar en la memoria reciente de Euskadi (1960-2018). El relato parcial de los micro documentales televisivos en los que se basaba el módulo educativo llevó a “casi una veintena de asociaciones de víctimas a manifestarse en contra de este programa, porque daba una visión sesgada que alimentaba el mito del conflicto en un claro intento de blanquear la actividad terrorista de ETA”, explica David Mota Zurdo.
Tras la tormenta mediática, el Gobierno Vasco presentó un nuevo Herenegun! con 36 modificaciones sobre el programa inicial, que apenas transformó transformó el contenido. Los resultados de este proyecto todavía no se han hecho públicos debido a la incidencia que ha tenido la Covid-19 en el sistema educativo, provocando que los módulos se hayan pospuesto.
El profesor de la Universidad Isabel I refleja en el artículo el estudio que la Oficina del Defensor del Pueblo Vasco (Ararteko) realizó en 2009 entre jóvenes vascos de 12 a 16 años titulado ‘La transmisión de valores a menores’ en el que había un epígrafe dedicado a las actitudes de los escolares ante ETA y el terrorismo. “Este informe evidenció que en torno a un 15% de los estudiantes de Secundaria no solo justificaba la violencia de ETA, sino que no la rechazaba y un 14% simplemente se mostraba indiferente. Estos datos fueron sintomáticos, pues reflejaron un problema endémico que aún se mantiene en la actualidad, a saber, que una parte de la sociedad siempre ha justificado el uso de la violencia etarra como un fin necesario para conseguir determinados objetivos políticos”, subraya el profesor.
Estos datos chocaron con la propuesta que realizó el Parlamento Vasco para la aprobación de la Ley 4/2008, de 19 de junio, de Reconocimiento y Reparación a las Víctimas del Terrorismo, que buscaba fomentar el asentamiento de una memoria colectiva que contribuyera a la convivencia en paz y libertad, y a la deslegitimación total y radical de la violencia.
Para el historiador, es fundamental que se activen políticas públicas de memoria que concentren sus esfuerzos en poner límites al apoyo a la violencia.