1 de junio de 2023. ‘Transhumanismo: una perspectiva desde las diferencias biológicas basadas en la desigualdad de riquezas’ es el título del artículo que el profesor Juan Manuel Alba Bermúdez, docente del Máster Oficial en Ejercicio de la Abogacía de la Universidad Isabel I, ha publicado en la Revista de Filosofía de la Universidad de Zulia. El artículo está rubricado igualmente por Melissa Calero Layana, de la Universidad de las Américas, sita en Quito (Ecuador).
Para los autores del artículo, el transhumanismo es un movimiento filosófico centrado en el uso creciente de la tecnología en el que se trata de fusionar a los humanos con las máquinas para “conseguir que los seres humanos adquieran mayor inteligencia, sean inmunes a enfermedades, hermosos y físicamente poderosos”, según definió Alexander Thomas en su obra ‘Transhumanism and inequality: Enhancing human life could bring dystopian consequences’, publicado en septiembre de 2017.
“Esta corriente filosófica tiene un creciente número de adeptos, pero también de críticos y detractores. El estudio del transhumanismo se debe analizar desde contextos sociales, culturales, políticos y económicos para comprender cuán ético y viable es”, explican los autores del artículo. El transhumanismo se cimenta en ideas filosóficas de los pensadores de la Ilustración, junto a una gran influencia del relativismo postmoderno. El término es acuñado por primera vez por Julian Huxley, un biólogo evolucionista inglés, que concebía que las nuevas tecnologías ofrecían la oportunidad de fortalecer al individuo no solo de manera física sino también mental.
En la concepción evolutiva el transhumanismo tiene influencia en “quienes postulan un rol activo e importante de la inteligencia artificial y dentro de este movimiento existen múltiples líneas de pensamiento que, no solo se entrelazan, sino que forman relaciones complejas y contradictorias entre sí”, explican los autores del artículo. El rápido desarrollo de las tecnologías NBIC (nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información y ciencia cognitiva) abren un sinfín de posibilidades que, hace un par de décadas únicamente se podían imaginar en historias de ciencia ficción; problemas cotidianos como las enfermedades, el envejecimiento e incluso la muerte se consideran realidades humanas y podrían abocar al uso de estas tecnologías.
No obstante, el profesor Alba Bermúdez recuerda las implicaciones éticas que tendría la fusión del hombre y la tecnología y la aplicación del transhumanismo. En sus conclusiones, los autores consideran que ha llegado el momento en el que la tecnología puede ser empleada para cambiar, de manera radical, la condición humana. “Tanto la tecnología como la medicina deben ser empleadas para la investigación y el desarrollo”, explican. Ambos subrayan que las terapias en las que se aplique la tecnología “pueden satisfacer necesidades como curar ciertas enfermedades, pero también generar una ganancia en cuanto se use como mejora”, matizan.
“El transhumanismo supone un riesgo notable para la justicia, la igualdad o la solidaridad”, indican, al tiempo que supone desarrollos sin precedentes en ciencia y tecnología, abriendo varias posibilidades de aplicaciones en beneficio de la humanidad. “Contrario a lo que se cree, el transhumanismo busca preservar los derechos humanos, en cuanto a lo que se refiere a promover y preservar la vida humana, mejorar o detener cualquier tipo de sufrimiento, y mejorar la calidad de vida y condiciones en las que se encuentran expuestos los humanos”, concluyen.