27 de febrero de 2024. Un equipo de investigadores de la Universidad de Lausana, en Suiza, ha demostrado recientemente que ciertas hormigas emplean una secreción de su glándula metapleural (situada en el tórax del insecto) como método para prevenir infecciones. Este hallazgo científico ha sido el argumento utilizado por el profesor Álvaro Bayón, docente del Máster en Divulgación Científica de la Universidad Isabel I, para publicar un artículo en la revista Muy Interesante.
En un sorprendente giro científico, el profesor Bayón indica que se ha descubierto que las hormigas no solo cultivan hongos en sus hormigueros, sino que también son maestras en el uso de antibióticos para proteger sus colonias, hecho que ha sorprendido a la comunidad científica.
Hace más de un siglo, en 1929, Alexander Fleming descubrió por casualidad la penicilina, el primer antibiótico conocido. El profesor Bayón indica que las sustancias que generan las hormigas en su abdomen, actúan en sinergia y en entornos ácidos, para evitar la proliferación de bacterias y hongos. De esta manera, inhiben la aparición de infecciones en la colonia.
Pero las habilidades farmacológicas de las hormigas no se detienen allí. El profesor Bayón señala que “las hormigas cortadoras de hojas que viven en América del Sur, partes de América Central y algunas Islas del Caribe, son capaces de practicar la agricultura, cultivando hongos en cámaras especiales dentro de sus hormigueros”. Este mutualismo altamente evolucionado incluye incluso el uso de sustancias químicas para proteger sus cultivos, similar al uso de fitosanitarios por parte de los agricultores humanos. Al recubrir sus exoesqueletos con bacterias del género Streptomyces, las hormigas cortadoras de hojas pueden controlar patógenos y mantener sus cultivos a salvo.