Grupo de bomberos y voluntarios retirando enseres.
4 de noviembre de 2024. Elisa Moya, profesora en los Grados de Ciencias de la Seguridad y Criminología, conoce bien los desafíos de coordinar ayuda y mantenerse firme en situaciones de emergencia. Pero esta vez, la realidad le ha tocado de cerca: Elisa ha sido testigo y participante activa en la tragedia que la reciente DANA ha dejado en su tierra, entre Cuenca, (en la localidad de Mira con 1.000 habitantes) y la Comunidad Valenciana (en Utiel, con 11.000 vecinos), colaborando en zonas devastadas donde, según narra, las consecuencias han sido más graves de lo esperado. Seis días después de la que se ha denominado la peor catástrofe de la historia de España en el último siglo (en la tarde noche del 29 de octubre), con más de 100 muertos y más de una veintena de desparecidos en 60 pueblos, Elisa Moya ha querido compartir su experiencia como voluntaria durante el fin de semana del 31 de octubre al 3 de noviembre en la zona.
"Yo soy mitad conquense y mitad valenciana", explica. "En este caso he ido a Mira, uno de los pueblos más afectados en Cuenca, y a Utiel, en Valencia, donde también hemos sufrido el desastre de la DANA." Su historia transcurre entre la desgarradora destrucción y la solidaridad de una comunidad que no se resigna. Con el corazón dividido entre dos tierras, se sumó como voluntaria el 31 de octubre, apenas se levantaron las restricciones para ayudar en pueblos, donde el agua y el barro lo han cubierto todo al desbordarse los barrancos y caer, en algunas zonas, más de 500 litros por metro cuadrado.
El agua de la DANA supera los 2 metros de altura en este punto, llegando en algunas zonas a los 5 metros.
Un puente de horror y solidaridad
Elisa describe cómo llegó de noche, sin imaginar el impacto que le esperaba al amanecer. "Al principio no te impacta tanto, porque está todo oscuro. No había luz pública, el agua no llegaba, y ver el desastre al día siguiente, con la luz del día, fue desolador". La falta de víveres y de materiales necesarios complicó la situación aún más, por lo que Elisa y otros voluntarios llevaron provisiones desde Burgos: "Botas, cepillos, guantes, comida… lo que pudimos".
El barro cubre las calles de la zona afectada.
Al llegar, “la situación parecía de película: caminos cortados, ríos desbordados, vehículos enterrados en lodo, y un sentimiento de desamparo entre los habitantes que habían perdido todo. La situación era caótica”, explicó. Afortunadamente, los habitantes se movilizaron: los agricultores ayudaron con tractores y excavadoras, despejando calles y retirando coches, electrodomésticos y lodo de las casas. “Los agricultores trajeron tractores, excavadoras, retroexcavadoras… y gracias a la maquinaria se han podido limpiar las calles. También vino Cruz Roja o Cáritas, portando suministros de agua y comida. Y la UME para ayudar”, señaló. En los próximos días, será necesario demoler muchas viviendas que han quedado totalmente dañadas por la riada.
Ayuda y dolor compartidos
La primera tarea fue organizar puntos de distribución en centros sociales y pabellones. "Allí nos encontrábamos vecinos del pueblo y gente de los alrededores ayudando como podíamos”.
Su familia estaba a salvo, “aunque el garaje de mi abuela se inundó por completo; estuve ayudando a amigos cuyas casas quedaron inservibles. Llevábamos comida, agua y lo que la gente necesitara para resistir", destacó.
Zona de abastecimiento de agua y provisiones.
A pesar de las dificultades, Elisa enfatiza la fuerza y solidaridad de los vecinos. Los voluntarios venían de lejos, algunos de Madrid, Tarancón y alrededores, trayendo ropa, comida y lo que podían donar. "Ese espíritu de unión es lo que más me ha conmovido. La gente se volcó con todo lo que tenía", matiza visiblemente emocionada.
La solidaridad vecinal llena las calles.
Sin embargo, la tragedia se cobró vidas. "En Mira falleció una mujer, en Utiel seis personas, y seguramente haya más", lamenta. "Tengo amigos que han perdido todo: sus coches, sus casas, sus recuerdos".
Fallos en la gestión y la necesidad de nuevos protocolos
Elisa también se mostró crítica con la gestión de las alertas. "Las alertas llegaron tarde y mal. En Castilla-La Mancha ni siquiera se emitió aviso de emergencia, y en Valencia, la alerta se dio a las 8 de la tarde, cuando las calles ya estaban anegadas. Esto puso en peligro a muchas personas, que quedaron atrapadas ".
Equipos de protección civil y bomberos coordinando los trabajos de desescombro.
Como experta en Ciencias de la Seguridad, señala que la gestión de emergencias exige experiencia técnica y conocimiento profundo, aspectos que solo los profesionales especializados pueden ofrecer. Es un tema crítico, ya que en situaciones de emergencia cada decisión cuenta y puede marcar la diferencia en la seguridad y el bienestar de las personas. La intervención de profesionales garantiza que se tomen decisiones informadas y eficientes, basadas en la experiencia y protocolos claros, en lugar de responder a intereses políticos o presiones externas. Es fundamental que esta responsabilidad recaiga en quieres están preparados para ello.
Un reto físico y emocional
La profesora no oculta el desgaste físico y emocional de estos días. "Ha sido agotador. Te levantas a las 7 u 8 de la mañana y no paras hasta que cae la noche. La gente lleva días sin parar, luchando para salvar lo poco que queda. Pero al final, estás tan devastado, física y emocionalmente, que apenas puedes continuar." Lo han perdido todo, los recuerdos de toda una vida, por lo que lo que más le ha impactado es la ola de solidaridad que ha llegado a sus pueblos.
Trabajo con maquinaria pesada para retirar los escombros.
Pese a todo, Elisa piensa regresar. "Seguimos necesitando ayuda especializada: fontaneros, personas que ayuden a sacar agua, maquinaria pesada. Toda ayuda es bienvenida", destacó Elisa Moya. La frustración ante la tardanza en recibir ayuda oficial se siente en la comunidad, pero ella destaca la presencia de figuras como el chef José Andrés, quien acudió con su equipo a distribuir alimentos a la localidad de Mira. Pero sigue necesitándose de todo: desde agua y comida a material de limpieza, todo lo que permita cubrir sus necesidades básicas. Y si la población quiere realizar donaciones, que lo haga en páginas fiables, de Cruz Roja, Cáritas o los propios ayuntamientos, porque también la picaresca ha empezado a actuar para abusar de la solidaridad.
Un dolor que perdura
Al recordar el horror vivido y ver los pueblos devastados, Elisa se quiebra: "Ver cómo todo se encuentra destruido y los videos donde la gente estaba subida en los tejados para salvarse… es angustiante. Sientes que todo desaparece, pero al mismo tiempo, ver a la gente volcarse en ayudar da fuerzas." Y es que en Mira, el número de personas rescatadas de los tejados llegó a las 40 personas. “En cuanto vi a mi mejor amiga, que lo ha perdido todo, me abracé a ella. Ha sido muy emocionante", destaca.
El agua alcanzó los techos de las viviendas de una sola planta.
La profesora Moya considera que la solidaridad que ha visto, le da esperanzas, aunque la experiencia sigue siendo y será muy dolorosa.