Velas negras, hiervas curativas y objetos de brujería
5 de diciembre de 2024. Álvaro Bayón, docente del Máster en Divulgación Científica de la Universidad Isabel I, ha escrito un artículo titulado ‘El ungüento de las brujas: mito, botánica y ciencia’. En este artículo, desentraña el origen de esta sustancia atribuida a mujeres acusadas de brujería que, según las leyendas, les permitía volar sobre escobas.
“El mito del vuelo de las brujas no solo refleja las supersticiones de la época, sino también un profundo desconocimiento científico sobre los efectos de ciertas plantas”, explicó Bayón. Entre las especies relacionadas con estas historias destacan la belladona, el acónito y el beleño negro, todas con propiedades psicoactivas documentadas por la ciencia moderna.
El vínculo entre plantas medicinales y el mito de las brujas
Durante la Edad Media, las mujeres con conocimientos sobre plantas medicinales eran vistas con recelo y, en muchos casos, acusadas de practicar brujería. Estas plantas, utilizadas para aliviar dolencias, también contenían compuestos alucinógenos que, en ciertas condiciones, generaban sensaciones extracorpóreas. “La belladona y otras plantas podían provocar visiones tan vívidas que los afectados creían volar o participar en rituales sobrenaturales”, destacó nuestro docente.
El ungüento mágico bajo la lupa científica
Según textos históricos, el ungüento de las brujas se elaboraba mezclando grasas animales con extractos de plantas psicoactivas y se aplicaba en zonas del cuerpo con alta absorción, como las mucosas. Estas aplicaciones pudieron inducir alucinaciones tan intensas que originaron las leyendas sobre vuelos y aquelarres.
La investigación del docente del Máster en Divulgación Científica no solo desmitifica estas creencias medievales, sino que también subraya cómo el conocimiento botánico de la época ha influido en la medicina moderna. “El legado de estas sustancias es innegable, ya que principios activos de plantas como el sauce o la adormidera han dado lugar a medicamentos esenciales como la aspirina o la morfina”, concluyo Bayón.