29 de agosto de 2016. En esta 'newsletter' de agosto hemos decidido acercarnos a la figura de Ricardo Gómez. Estábamos seguros de que querríais conocer algo más sobre este leonés de nacimiento y pucelano de adopción, que es la persona que se encarga de coordinar y gestionar las Prácticas Externas de los alumnos de la Universidad.
Nada produce mayor satisfacción que la docencia
Además de abogado, Ricardo es, ante todo, un apasionado de la docencia, vocación que satisface gracias a su actividad como profesor del Grado en Derecho, también aquí, en la Isabel I. En esta entrevista, nos abre las puertas de su despacho en la sede de Burgos, para contarnos muchas otras cosas sobre él mismo y sobre su vida:
Pregunta: ¿Cómo fue el inicio de tu carrera profesional?
Respuesta: Me licencié en Derecho y con 23 años monté, junto con un compañero, mi propio despacho profesional, el cual mantuve durante quince años. Comenzamos en León y luego, más tarde, abrí otro en Valladolid. Era un despacho pequeño, así que llevábamos todo tipo de casos.
Entonces, seguro que tendrás un montón de anécdotas…
Así es. Efectivamente, hay miles de ellas. Recuerdo una que me hizo bastante gracia, relacionada con un tipo que un día entró en nuestro despacho porque quería que lleváramos su caso, el cual nos presentó y sobre el que nos comentó todos los detalles. Finalmente, y como último dato a tener en cuenta, dijo que era “disolvente”. Yo supuse que lo que quería decir realmente era que estaba sin dinero y que quería utilizar este dato en el juicio. Así que intenté repetir la palabra “insolvente” varias veces durante mi conversación con él, para, de esta forma sutil, intentar que reconociese el error y comenzase a utilizar el término correcto.
Pero no hubo manera, claro…
Desafortunadamente no. No lo conseguí. Así que cuando tocó ir a juicio, no paró de declarar que era “disolvente”. Te puedes imaginar la cara de todos esos jueces, muy serios y ataviados con su imponente traje negro, mirándose unos a otros, como preguntándose si estaban todos oyendo lo mismo… (risas)
¿Cómo valoras aquella etapa?
La verdad es que es muy edificante ejercer el Derecho, especialmente cuando las cosas salen bien, cuando consigues, por ejemplo, evitar una condena injusta. Entonces te sientes realmente bien. Yo, además, era a lo que siempre había querido dedicarme y para lo que me había preparado durante años. Aunque es cierto que también puede ser muy estresante, sobre todo cuando tienes tu propio despacho.
¿Es por eso que decidiste dejarlo?
En realidad decidí dejarlo porque después de llevar años dirigiendo una empresa, con todo el desgaste que ello conlleva, me llegó una buena oferta para trabajar por cuenta ajena, en una empresa de control de calidad. La mala fortuna fue que al año de empezar, me vi en la calle. Estuve todo un año en el paro. Fue una etapa muy difícil. A mis 40 años, por aquel entonces, era la primera vez en mi vida que estaba tanto tiempo sin trabajar y la verdad es que tuve que replantearme muchas cosas.
¿Fue entonces cuando decidiste emprender el camino de la docencia?
No exactamente. Durante mis años con el despacho había comenzado a dar clases particulares a alumnos de la Licenciatura en Derecho y también había colaborado puntualmente con algunas academias. Más tarde, una vez hube cerrado el despacho, comencé a impartir cursos en el Servicio de Empleo. Como ves, poco a poco, iba adentrándome en el sector educativo, y toda esta experiencia que fui acumulando me vino muy bien para finalmente encontrar un empleo como Jefe de Estudios de una academia de Valladolid, que preparaba a estudiantes para las oposiciones y a universitarios de carreras como Derecho, Económicas o ADE. El siguiente paso es ya el que nos lleva hasta donde estamos ahora, aquí en la Universidad Isabel I.
¿Qué supone para ti ser profesor?
Pues como te digo, es cierto que mi primera vocación fue la abogacía. Sin embargo, y aún a riesgo de caer en tópicos, puedo decir que nada produce una mayor satisfacción que la docencia, que es lo que más me ha marcado personal y profesionalmente. Los alumnos te enseñan cosas constantemente. Ya sea por la diferencia de edad, porque tienen una formación distinta a la tuya o por su entorno. El poder aprender de ellos es sin duda lo mejor de ser docente. Además, pienso que sin aprender no se puede enseñar. Por ponerte un ejemplo, fueron un grupo de alumnas que tuve las que me introdujeron en el mundo de las redes sociales y me enseñaron a utilizarlas.
¿Las usas? ¿Eres activo en redes sociales?
Si, sobre todo en Twitter. Me gusta porque tiene mucha inmediatez. Y además, ese sistema de los 140 caracteres me parece muy bueno para publicar mensajes concisos, que te ayudan a saber de una forma muy directa si ese contenido más amplio que muchas veces está detrás del tuit puede ser, o no, interesante para ti. Sin duda, creo que internet es de los mayores descubrimientos de la humanidad. Equiparable al descubrimiento del fuego. Claro que, como todo lo relacionado con el ser humano, tiene una parte buena y una mala, que en este caso podría ser la invasión de la privacidad, el libre acceso a contenidos que quizá debieran estar protegidos para menores, etc. Posiblemente pasará como otras tantas veces, que cosas que deberían ser positivas, los seres humanos acabamos pervirtiéndolas. Ciertamente, hay más cosas que me preocupan de esta explosión de la tecnología y las redes sociales que estamos viviendo. El otro día, por ejemplo, cuando caminaba por la calle, vi a un grupo de tres o cuatro chicas adolescentes que debían de ser amigas, ya que estaban todas sentadas en un mismo banco. Sin embargo, ninguna de ellas hablaba, y por el contrario todas estaban mirando hacia abajo, hacia el móvil que tenían entre las manos.
¿Crees que se está perdiendo la comunicación interpersonal?
Creo que el estar rodeado constantemente de todo tipo de aparatos y dispositivos para la comunicación a distancia, está provocando que cada vez hablemos menos entre nosotros. Y es una pena. Yo antes solía dedicar gran parte de mi tiempo de ocio a pasar largos ratos jugando al mus con amigos. Nos juntábamos y además de jugar, charlábamos sobre todo tipo de cosas… el trabajo, el matrimonio, la vida en general… Ahora, muchas veces me sorprendo a mí mismo mirando el móvil cuando estoy con otras personas, en un bar, por ejemplo. Es algo que no me gusta.
Jugabas al mus. Cuéntanos algo más sobre tus aficiones…
Pues me gustan muchísimo los juegos de mesa. Prácticamente todos, pero sobre todo el Monopoly. Creo que el Monopoly es una imitación perfecta de la vida, con esas partidas que puedan durar varios días, durante las cuales tienes tus ratos de gloria y también de fracaso. Mi propia vida creo que se parece mucho al Monopoly (risas).
Otra gran pasión que tengo es la lectura. Creo que la lectura nos hace seres más reflexivos y tolerantes. Quizá no tanto más sabios, que puede que también, pero sí más curiosos. Y yo creo que, para aprender en la vida, lo más importante es la curiosidad.
Para ir terminando, Ricardo, ¿qué les dirías a tus alumnos?
Que no se desmoralicen, que sigan luchando a pesar de todos los obstáculos que puedan encontrarse y que no renuncien a nada. Hay que tener en cuenta que los alumnos de la Universidad Isabel I tienen, por lo general, muchas obligaciones y responsabilidades. La mayoría tienen trabajo, algunos tienen incluso varios. Tienen también, en muchos casos, hijos, y deben hacer grandes esfuerzos para encajar todo eso en sus horarios, que suelen ser muy saturados. Están sometidos a mucha presión. Así que desde la Universidad intentamos ayudarles en todo lo que podemos.
Tú en este caso, además de profesor en el Grado en Derecho, eres coordinador del Departamento de Prácticas Externas de la Universidad. ¿Qué es lo que hacéis en esta área?
Así es. Sobre todo intentamos ayudar a los alumnos. Que puedan realizar sus prácticas en empresas que estén lo más cerca posible de los lugares en donde viven. Muchas veces no es fácil, porque tenemos alumnos que viven en zonas muy rurales, con poco tejido empresarial. Además, como todos sabemos, actualmente tenemos un mercado laboral que sigue siendo muy complicado. Pero para eso trabajamos y al final son ellos los que tienen que hacer un enorme esfuerzo para poder compaginarlo todo. En cualquier caso, lo más importante es eso, que sigan luchando y no renuncien a nada.