Lunes, 10 de noviembre de 2015. La responsable de la Escuela de Idiomas de la Universidad Isabel I, Marta Buján, acudió a la cumbre WISE (World Innovation Summit for Education), que se celebró en Doha (Qatar). Esta cumbre es uno de los eventos educativos más importantes del mundo; muestra de ello es la asistencia de importantísimas personalidades como Michelle Obama o la jequesa Mozah bint Nasserque.
La reunión de este año ha girado en torno a tres pilares: los objetivos de desarrollo sostenible recientemente aprobados en la ONU, el vínculo entre la educación y la economía y cómo fomentar la innovación en los sistemas educativos.
La edición 2015 de la cumbre WISE se abrió este año con una contundente denuncia por parte de la jequesa Mozah bint Nasser sobre el estado preocupante en que se encuentra la educación en países como Siria e Irak y abogando por garantizar el derecho a la educación en situaciones de conflicto. Michelle Obama, ponente principal en la sesión inaugural, pronunció unas emotivas palabras sobre el poder de la educación como la mejor herramienta para lograr una vida mejor para todos.
El eminente empresario y filántropo brasileño Ricardo Semler, fundador de las escuelas Lumiaria, en su participación sobre educación y economía adujo que la transformación necesaria en el ámbito educativo no se va a lograr con cambios marginales, sino concibiendo un sistema totalmente nuevo, alejado del modelo decimonónico industrial, que ha quedado obsoleto si tenemos en cuenta las habilidades necesarias en el siglo XXI.
En cuanto a la educación superior, se puso sobre la mesa el papel que le corresponde a la Universidad en un mundo en que los cambios se suceden a un ritmo cada vez más vertiginoso: cambios demográficos, en el perfil de los estudiantes, en el mercado de trabajo, mayor competencia a nivel mundial, nuevas tecnologías, etc. ¿Cómo lograr formar a los estudiantes para dotarles de las habilidades demandas en el mercado laboral, cuando no se puede predecir cuáles serán los puestos de trabajo en el futuro? Todas estas cuestiones plantean retos a las universidades, pero también oportunidades para reinventarse. La clave radica en lograr una Universidad ágil, flexible, capaz de satisfacer tanto a las necesidades de los educandos como de la sociedad en su conjunto, con docentes que acompañen al alumno en su proceso de aprendizaje. Una Universidad que aproveche las nuevas tecnologías para dotar a sus alumnos de habilidades cruciales tales como adaptabilidad, creatividad y capacidad de recuperación.
En definitiva, como afirmaba Ricardo Semler, en un entorno en que se puede acceder al conocimiento en apenas unos segundos a través de Internet, lo que se debe transmitir a través de la educación no es conocimiento, sino sabiduría.
Una gran parte de los debates de este congreso ha girado, por un lado, sobre cómo lograr una educación que mejore la empleabilidad de los jóvenes y, por otro, cómo garantizar el derecho a la educación de niños y jóvenes en situaciones de conflicto.
La ceremonia de clausura ha estado protagonizada por la Dra. Sakena Yakoobi, galardonada con el Premio WISE a la Educación de este año por su labor en Afganistán, quien ha resultado ser un ejemplo elocuente de cómo, aplicando un enfoque innovador y creativo, además de con mucho tesón, se pueden colmar las ansias de aprender de los estudiantes hasta en las condiciones más adversas.
La edición WISE de este año se ha caracterizado por un tono más pragmático, más realista, en búsqueda de medidas concretas para mejorar los sistemas educativos. Se conocen los problemas que aquejan a la educación, cunden ejemplos de soluciones acertadas e innovadoras; ahora se trata de explorar vías para replicar y ampliar dichas iniciativas para el mayor número de personas posible pueda beneficiarse de ellas.
En cuanto a la educación superior, se han lanzado numerosas ideas, como, por ejemplo, la posibilidad de ofrecer estudios más largos, pero intermitentes: titulaciones que los estudiantes puedan completar en seis u ocho años al tiempo que adquieren experiencia en un puesto de trabajo; o la compartimentación de las universidades, con unas cuantas instituciones dedicadas a la investigación y la creación del conocimiento, mientras que la gran mayoría se dedica a formar profesionales cualificados.
En definitiva, la conclusión principal es que la educación no puede permanecer estática y anclada en el pasado en un mundo cambiante y en permanente evolución. Es decir, se requiere una radical transformación de los sistemas educativos que los acerque más a las necesidades de la sociedad, tanto económicas como de desarrollo sostenible, sin olvidar la concepción humanista de una educación superior rica en valores, capaz de formar ciudadanos implicados. Para ello se requiere un cambio de paradigma y avanzar hacia una educación accesible que apueste por las nuevas tecnologías, contenidos de calidad, docentes sumamente cualificados y educandos que sean protagonistas de su propio proceso de aprendizaje.