Figura 1: Comparación del femur entre un humano de la Sima de los Huesos y un humano moderno del mismo tamaño (@LRG).
2 de noviembre de 2018. La profesora del Grado en Nutrición Humana y Dietética (NHyD) de la Universidad Isabel I, Laura Rodriguez, es la primera firmante en la investigación sobre la robustez de los huesos de la Sima de los Huesos, cuyos resultados se han publicado recientemente en la prestigiosa revista internacional Journal of Human Evolution.
La Sima de los Huesos (SH) encierra en su interior uno de los mayores tesoros paleontológicos del mundo. En ella aparecen más de 6.000 restos humanos que pertenecen al menos a 28 individuos atribuidos a la especie Homo heidelbergensis. Éstos representan la mayor muestra de restos humanos fósiles del Pleistoceno Medio pertenecientes a una misma población del mundo y conforman el primer depósito voluntario conocido de individuos de nuestro género. Los fósiles humanos de la SH tienen una edad de 430.000 años y son, desde nuestro punto de vista, una especie exclusivamente europea y el ancestro único de los Neandertales.
En este estudio, se ha centrado en los huesos largos de la pierna, es decir, el fémur, la tibia y el peroné, que son los más implicados en la locomoción. Lo que indica el estudio en primer lugar es que los humanos de la Sima de los Huesos tenían unos huesos largos de las piernas mucho más robustos, es decir, con unas paredes corticales más gruesas que las de los humanos actuales, lo que en principio parece indicar una mayor cantidad total de hueso que en nosotros, observable en la figura 1. En esto, lo humanos de SH se parecen también a los de los neandertales y otros humanos arcaicos, como H. ergaster y H.erectus. Paredes más gruesas y diámetros exteriores mayores implican mayor resistencia a las fuerzas de combadura y torsión, pero también a la carga axial, que es la que está provocada, básicamente, por el peso del individuo. Además, su fémur posee secciones muy circulares, mientras que en nuestro caso (H. sapiens) tienen una forma más elíptica de delante hacia atrás o más en forma de almendra. Esto ya indica que el patrón de fuerzas al que estaba sometido su fémur era diferente al nuestro. En ellos, este hueso estaba sometido a fuerzas más semejantes en todas las direcciones, sin una dirección preferente como sería en nuestro caso. Esto se relaciona también con la gran anchura del tronco y las caderas (la pelvis) de estos humanos, que impone fuerzas laterales y antero-posteriores distribuidas de manera más uniforme en todas direcciones.
Por otro lado, la forma de las secciones de las tibias, más elípticas y menos triangulares que las nuestras, coinciden con lo visto en las secciones del fémur y parece que su patrón biomecánico denota altos niveles de estrés mecánico. Así como en el fémur, sobre todo sus secciones más superiores (proximales) están, como hemos dicho, muy relacionadas con la forma del cuerpo, la tibia sí que estaría mucho más relacionada con el mayor grado de movilidad de estos humanos.
A esto hay que añadir que en este trabajo se ha podido añadir el peroné (o fíbula), raramente incluido en este tipo de estudios por su escasez en el registro fósil (en esto también la Sima de los Huesos es excepcional). Es un hueso delgado y largo (suele ser victima de muchos traumatismos) y parece que no hace nada, sin embargo es fundamental para asistir a la tibia en la transferencia del peso hacia el tobillo, así como también en los movimientos y sujeción de este. En la Sima de los Huesos, la diáfisis del peroné es muy acanalada y robusta, lo que nos está indicando una potente musculatura de la pierna que los anatomistas achacan a cambios continuos de dirección realizados durante la locomoción. Este tipo de cambios podría relacionarse a su vez con el tipo de terreno en el que vivían estos humanos, cuanto más irregular, más sufre y trabaja el tobillo y mejor sujeto tienen que estar, pero también con el hecho de su estrategia de caza. Por lo que sabemos hasta ahora estos humanos no conocían ningún tipo de propulsor, de modo que seguramente acecharían a sus presas escondidos hasta tenerlas a la distancia en la que una carrera explosiva les permitiría lancearlas a corta distancia.
Enlace al artículo:
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0047248416301609