La mascarilla es uno de los elementos que se han vuelto imprescindibles en este año de pandemia.
15 de marzo de 2021. El Servicio de Atención Psicológica de la Universidad Isabel I ha puesto en marcha un proyecto de investigación sobre las consecuencias psicológicas del COVID-19. A través de un breve cuestionario piden la colaboración de toda la sociedad. Tras un año de pandemia las directoras del Máster de Psicología General Sanitaria, Elena R. Serrano Ibáñez, y del Grado en Psicología, María Penado Abilleira, lideran una investigación centrada en analizar cómo la situación vivida durante este periodo excepcional ha afectado a los recursos psicológicos de la sociedad, ‘modificando nuestra manera de pensar e incluso nuestra capacidad para enfrentarnos a los imprevistos’, explica María Penado Abilleira.
Para paliar las consecuencias negativas de la crisis sanitaria la Universidad Isabel I dispone desde el pasado mayo de un Servicio de Atención Psicológica para atender a aquellos estudiantes que requieran de asesoramiento psicológico especializado no solo debido a la pandemia sino también como consecuencia de las circunstancias derivadas de la misma. 'Situaciones como rupturas amorosas, problemas con los estudios, pérdidas de empleo o, incluso, planificación del futuro laboral son situaciones que de manera habitual pueden desestabilizar a una persona pero que, unido a lo excepcional del estado actual, pueden requerir atención profesional para ser superadas con éxito', afirma la doctora Serrano. A pesar de su reciente creación, el servicio ya está a pleno rendimiento, siendo atendido por los profesionales vinculados al Máster de Psicología General Sanitaria; utilizando las nuevas tecnologías, estos pueden ofrecer el asesoramiento psicológico necesario a todo el alumnado, independientemente de su lugar de residencia.
Elena R. Serrano apunta que en el estudio en el que trabaja la Universidad Isabel i se pretende analizar cómo ha afectado a la salud mental de la población 'observar el fallecimiento de personas cercanas en estas circunstancias, los problemas de empleo, o las historias de las graves secuelas que puede dejar la enfermedad en individuos perfectamente sanos, pueden provocar una sensación de desesperanza respecto al futuro, al verse desbordados los recursos de afrontamiento que de manera habitual cuentan las personas'.
‘La preocupación por la salud, la tolerancia a la incertidumbre o, incluso, el optimismo son aspectos que pueden influir en la manera de enfrentarnos a la situación actual', afirma la directora del Máster de Psicología General Sanitaria. De igual modo, otros aspectos como la resiliencia ‘pueden hacer no solo que percibamos nuestra realidad como menos amenazante, sino que salgamos fortalecidos de esta pandemia’, matiza la doctora Serrano.
Precedentes del estado de alarma
No se trata del primer estado de alarma decretado, ya en 2010 el Gobierno de Zapatero declaró por primera vez el estado de alarma debido a la crisis de los controladores aéreos, se trata de la primera vez que se decreta por causas sanitarias, el control de la pandemia del COVID-19, produciéndose por un motivo que afecta a la integridad física de los ciudadanos. Esta situación, comenta María Penado, ‘supone que percibamos una auténtica amenaza para nuestra supervivencia, lo que, unido a la incertidumbre por saber si las personas que nos rodean están contagiadas o nos pueden contagiar, hace que como individuos no sepamos estimar dónde está el peligro’.
En estos días, el 14 de marzo de 2020, el gobierno decretaba hace un año el estado de alarma en todo el país para hacer frente a la expansión del coronavirus COVID 19. Las medidas adoptadas por el ejecutivo de Pedro Sánchez supusieron el cierre de toda actividad no esencial y la limitación de la movilidad de todos los españoles, los cuales, en un periodo temporal muy reducido, se vieron confinados en sus casas en un intento por frenar la incidencia de nuevos casos que se venían detectando en todo el territorio nacional. A pesar de que en principio se contemplaba un periodo temporal limitado, 15 días, las estadísticas de contagios supusieron que las restricciones de movilidad se extendiesen hasta un total de 98 días, el 21 de junio de 2020, cuando después de sucesivas prórrogas se inicia la llamada "nueva normalidad".
Un año más tarde, continúa explicando la doctora Penado, 'el nivel de incertidumbre se mantiene con nuevas cepas que se extienden y la incógnita de no saber cuándo estará inmunizada la población, haciendo que, a pesar de estar sanitariamente mejor preparados que hace un año, se siga teniendo un gran temor al contagio'.