María Hernández en los Laboratorios de Criminalística de la Universidad Isabel I.
7 de mayo de 2024. La criminalista y doctora en Ciencias Forenses, María Hernández, coordinadora de investigación y docente del Grado en Criminología de la Universidad Isabel I, aporta su experiencia como experta en el podcast Crímenes Ibéricos para analizar el misterioso asesinato sin resolver de la familia Schmitz en Ibiza en 1989.
La historia comienza con la desaparición de Beti Schmitz, propietaria de una empresa de cambio de dinero en la capital de la isla, junto con su esposo y sus dos hijas menores. Tras no presentarse a su trabajo, una empleada se acerca a su hogar, solo para descubrir que la cerradura ha sido cambiada. La ausencia de actividad en la residencia y la preocupación de los vecinos llevan a la denuncia ante la Guardia Civil.
La situación toma un giro macabro cuando la Guardia Civil encuentra la segunda residencia de la familia en estado revuelto. Durante unas obras vecinas, se descubre una montaña de hormigón con una grieta emanando un fuerte olor y un enjambre de moscas. En su interior, se hallan los cuerpos estrangulados y torturados de Beti, su esposo Richard y sus dos hijas Alexandra y Bianca.
Aunque se descarta el robo debido a la presencia de joyas y dinero en la casa, las sospechas recaen en tres trabajadores marroquíes de las obras cercanas, que abandonan la isla poco después del crimen, alegando emergencias familiares.
Paralelamente, surge una línea de investigación relacionada con el movimiento de 6.000 pastillas de éxtasis en la isla, vinculadas al nombre de Richard Schmitz. Además, unas cartas revelan conexiones con el jefe del cártel de Medellín, Colombia, lo que sugiere una posible implicación en actividades de narcotráfico y lavado de dinero, directamente con Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de la historia.
A pesar de todos estos indicios, el caso sigue siendo un enigma sin resolver hasta el día de hoy, convirtiéndose en uno de los crímenes más notorios y misteriosos en la historia de Ibiza.
Opinión de la experta
María Hernández considera curioso lo rápido que han hecho desaparecer los cuerpos sin dejar ninguna pista. “Es importante darse cuenta del tipo de escena que nos encontramos, desde el punto de vista de la criminalística. Se habla de una escena secundaria, de abondo del cadáver, en la que no se dará una actividad delincuencial primaria, sin generarse apenas indicios de los hechos”, explicó la docente.
Es evidente que tiene que haber una escena principal, que se desconoce, especialmente si han sido torturados, como es el caso. “Sin contar con esa escena se pierden muchas piezas del puzle para tratar de relacionar quiénes estuvieron en la escena del crimen, si participan en el traslado o en la construcción de la montaña de hormigón”, concretó.
La profesora indicó que en criminalística no existe el crimen perfecto y cualquier intervención va a dejar un rastro más o menos evidente; lo lógico es que tras la interacción criminal cada interviniente deje o se lleve algo de ese escenario. Otro dato importante para comprender el desarrollo del caso es que en 1989 es cuando empiezan a realizarse los primeros estudios de ADN en España, por lo que, además, los recursos que tenían entonces para esclarecer los crímenes eran inferiores a las técnicas actuales. Tampoco existían las extensas bases de datos internacionales, como hoy en día, para poder realizar un cotejo de muestras. A todo ello hay que sumar que se trata del crimen organizado, profesionalizado y especializado en deshacerse de pruebas para que no los incriminen. “Todos estos elementos dificultan la labor del investigador para poder esclarecer el caso y llegar a tener una evidencia concluyente de quién ha sido”, matizó la profesora Hernández.
¿Ajuste de cuentas?
La docente indicó que todos los indicios señalan a que se trata de un ajuste de cuentas, por la brutalidad con la que aparecieron los cadáveres y otros elementos de la investigación, que trataron de despistar a las autoridades, con todas las pruebas de un crimen ejemplarizante. “Se trata de un crimen para infundir miedo dentro de la banda y advertir a bandas rivales del nivel de agresividad con la que responden a algún error, especialmente con la tortura de las niñas”, explicó.
María Hernández explicó que existían objetos y testimonios que se introdujeron al sumario del caso tras haber realizado las comprobaciones oportunas y que podrían haberse presentado en juicio. Sin embargo, el testimonio que conectó el caso con el narcotráfico internacional no podía sostenerse como prueba y no fue suficiente para condenar a los individuos sospechosos.
La criminóloga concluyó que los autores de los hechos se libraron por una confluencia de hechos, al no poder contar en esta época con los recursos criminalísticos que se tienen hoy en día.