31 de marzo de 2017. Alfredo Sáenz, profesor de la Universidad Isabel I y director de la Asociación Rol Kirol, lleva más de una década dedicándose al estudio, la prevención y el desarrollo de programas contra la violencia en el deporte en edad escolar. Lo ocurrido en las últimas semanas en Mallorca y Valencia no le pilla por sorpresa. “Estos son casos que se ven venir de lejos”, explica, añadiendo que, muy probablemente, podrían haber sido evitados si se hubiese aplicado algún tipo de estrategia de prevención, antes de que la ‘bomba’ estallase. “Siempre hay precedentes, signos o indicaciones que te avisan de que algo puede pasar”, asegura.
Cuenta que, una vez, en un partido de baloncesto de categorías inferiores, había habido una trifulca entre jugadores de uno y otro equipo. Con mucha antelación, antes del partido de vuelta que los volvería a enfrentar, se desarrolló una estrategia de prevención consistente en un acuerdo que debían firmar ambos clubes y una serie de acciones de convivencia y respeto entre los jugadores, entrenadores y familiares, que tuvieron lugar horas antes del partido. Todo transcurrió con normalidad, por los cauces de la deportividad.
En Rol Kirol, asociación que dirige, desarrollan este tipo de acciones para la Diputación de Álava. En fútbol base, categorías Infantil y Cadete, lo llevan haciendo durante años y los resultados se notan, en primer lugar, en un descenso de las sanciones ‘graves’ o ‘muy graves’ impuestas a jugadores y entrenadores, que se han reducido en más de un 50 por ciento, como mínimo, en la mayoría de los casos.
“La prevención es fundamental”, asegura, “pero lo importante es implementar sistemas a varios niveles”, puntualiza. Concretamente, en Rol Kirol, distinguen tres tipos de prevención: la primaria, que es la que se establece mediante acciones que se llevan a cabo antes de que se produzca el incidente; la secundaria, para incidentes puntuales; y la terciaria, para aquellos incidentes que son constantes y reiterados. Desarrollan acciones para cada uno de estos niveles.
“La clave es que somos capaces de evaluar todos los partidos que se disputan de cada categoría” (infantil y cadete), explica. “Eso nos proporciona una fotografía casi exacta de los equipos, los jugadores, los entrenadores, los padres y las madres, y si tienen o no, o pueden tener, comportamientos violentos o poco deportivos”.
Para ello, disponen de cuestionarios de evaluación de los partidos. La Diputación obliga a los clubes a cumplimentar estos cuestionarios después de cada choque. Si no lo hacen, quedan automáticamente excluidos de la competición. De esta forma, consiguen que todo lo que respecta al nivel de deportividad de los partidos quede perfectamente registrado: si ha habido algún incidente, de qué tipo, cómo ha sido la conducta de jugadores, entrenadores y público asistente, etc.
A partir de aquí, de estos datos, se construyen y desarrollan las diferentes acciones de prevención. Talleres formativos entre entrenadores y árbitros de la misma categoría, en los que además de conocerse y charlar entre ellos, intercambian opiniones sobre aspectos del juego y reciben información sobre comportamientos deportivos, o actividades de convivencia, como cafés o jinkanas, son solo algunas de estas acciones, que en el caso de Álava están contribuyendo a un descenso notable de los comportamientos violentos.
Preguntado sobre si ve posible erradicar para siempre la violencia en el fútbol y en el deporte escolar, Alfredo Sáenz, que actualmente imparte clases en el Grado de Educación Infantil de la Universidad Isabel I y que allá por el año 2007 desarrolló una tesis doctoral titulada “Deportividad y violencia en el fútbol base”, no puede ser más tajante: “Si yo no creyese que a partir de la educación se puede acabar con el problema, dejaría ahora mismo para siempre la docencia”.