
Fachada de la Universidad Isabel I, antiguo Seminario Mayor de Burgos, ofrece una imagen del Pantocrator y los evangelistas (elaborada como mosaico). Fuente: Ui1.
27 de marzo de 2025. En el marco del 1700 aniversario del Primer Concilio de Nicea, el profesor Unai Buil Zamorano, docente del Máster en Formación del Profesorado de la Universidad Isabel I, ha publicado un estudio en la revista De Medio Aevo en el que analiza la influencia de este evento en la evolución doctrinal y política del cristianismo tardoantiguo. Su investigación, titulada Dialéctica entre innovación conceptual y continuidad doctrinal en el Mediterráneo tardoantiguo, examina cómo Nicea no solo estableció dogmas clave, sino que también sirvió como referente para futuras disputas teológicas.
Nicea: un punto de inflexión en la historia de la Iglesia
El Concilio de Nicea (325 d.C.) es reconocido por ser el primer gran concilio ecuménico del cristianismo, donde se establecieron bases doctrinales fundamentales, como la definición de la divinidad de Cristo mediante el concepto de homoousios (de la misma esencia que el Padre). Según el profesor Buil Zamorano, Nicea ejemplifica una interacción entre continuidad y cambio en la historia de la Iglesia, combinando la reafirmación de tradiciones con la introducción de nuevas formulaciones teológicas.
Icono del Concilio de Nicea. Fuente: Wikipedia.
Sin embargo, el estudio destaca que lo que conocemos hoy como la "idea de Nicea" no es exactamente lo que ocurrió en el concilio en sí. Con el paso del tiempo, Nicea fue idealizada y utilizada como herramienta para consolidar la ortodoxia y excluir interpretaciones alternativas. Esta reinterpretación permitió que se expandieran sus principios a nuevos debates teológicos, como la construcción doctrinal del pecado original.
La "idea de Nicea"
Unai Buil Zamorano subraya que, en las décadas posteriores al concilio, la apelación a la autoridad de Nicea fue utilizada para reforzar la uniformidad política y religiosa dentro del Imperio romano. En este contexto, la definición de herejía se convirtió en una estrategia para consolidar el poder eclesiástico y su alineación con el poder imperial.
Un caso paradigmático es el desarrollo del dogma del pecado original. Aunque no fue un tema tratado en Nicea, la lógica excluyente que emergió del concilio influyó en la posterior formulación de esta doctrina. La creación de un "enemigo común”, como ocurrió con los seguidores de Pelagio en el siglo V, fue un mecanismo eficaz para legitimar una interpretación teológica sobre otras posibles dentro de la tradición cristiana.
La consolidación de una ortodoxia "aumentada"
El artículo destaca que, con el tiempo, la referencia a Nicea sirvió para consolidar lo que el autor llama una "ortodoxia aumentada". Se trataba de una visión que no solo defendía la fe cristiana contra herejías del pasado, sino que también ampliaba progresivamente su alcance para incorporar nuevas definiciones dogmáticas. Esta tendencia se reforzó en el siglo V, cuando las disputas teológicas llevaron a sancionar formalmente el pecado original en el Concilio de Cartago (418 d.C.), siguiendo la visión de San Agustín.
En este sentido, la idea de Nicea se convirtió en una herramienta discursiva para justificar doctrinas que en el propio concilio de 325 ni siquiera se habían debatido. La teología cristiana, lejos de ser un cuerpo de creencias fijas desde sus orígenes, fue moldeada por las necesidades políticas y sociales de cada época, utilizando la legitimidad de Nicea como argumento de autoridad.
Conclusiones
El estudio de Unai Buil Zamorano investiga cómo la historia de la Iglesia no es simplemente la transmisión de una verdad inmutable, sino que se trata de un proceso dinámico en el que la innovación conceptual y la tradición se entrelazan. Al cumplirse 1700 años del Concilio de Nicea, su legado sigue siendo objeto de debate y análisis, demostrando que la teología cristiana ha sido, y sigue siendo, un terreno en constante evolución.
Este trabajo aporta una visión profunda y crítica sobre el papel de Nicea en la conformación de la historia intelectual del cristianismo, mostrando cómo la consolidación de la ortodoxia implicó tanto la creación de nuevos conceptos como la exclusión de interpretaciones alternativas.