María Martínez Ferrán - Mar, 08/03/2022 - 10:10
Mujer, deporte y alimentación.
Serie: 'La Vitamina Inquieta (XX)
En los primeros Juegos Olímpicos de la Edad Moderna, Atenas 1896, no participó ni una sola mujer. Muy poco a poco, las mujeres fueron incorporándose a los juegos, lográndose una participación del 10.5 % en el 1952. Finalmente, en los Juegos de Tokio 2020, prácticamente la mitad de deportistas han sido mujeres (48.8 %).
Igualdad de género en los juegos olímpicos:
— ONU Mujeres (@ONUMujeres) August 28, 2020
124 años después, ¡casi lo tenemos!
?La participación de las mujeres ha pasado de 0 a 48,8% entre 1896 y 2020. pic.twitter.com/odecpPHYcn
Captura de un gif sobre la evolución de la mujer en su participación en los juegos olímpicos.
A pesar del creciente papel de la mujer en el deporte, la investigación en nutrición y deporte realizada en hombres continúa aplicándose a las mujeres. Esto se debe a que existe una gran “laguna” (más bien un océano) de datos de buena calidad derivados de estudios realizados en mujeres deportistas.
Esto trae consecuencias: es difícil que las mujeres alcancen su verdadero potencial si no se conoce de forma clara la influencia de las hormonas ováricas en el rendimiento y metabolismo. Además, el mayor conocimiento de la influencia de los cambios hormonales durante el ciclo menstrual, de los cambios derivados del uso de anticonceptivos, del embarazo o de la menopausia, podrían ayudar a incrementar la práctica de deporte en las mujeres, que se ve disminuida a partir de la pubertad.
¿Por qué se suelen excluir las mujeres como participantes de las investigaciones?
Todo está relacionado con la “heterogeneidad”. Podemos encontrar mujeres en muy diversas situaciones: mujeres embarazadas, mujeres consumidoras de anticonceptivos, mujeres con ciclos irregulares, mujeres en pubertad, mujeres con menopausia o mujeres con terapia hormonal. Y dentro de estas “categorías”, tenemos grandes diferencias: las distintas fases del ciclo en mujeres con ciclos regulares (eumenorreica), el tipo de anticonceptivos consumidos, el trimestre del embarazo, … Y dentro de estas, existen variaciones agudas, por ejemplo, en función de los ritmos circadianos (1).
Un importante error cometido en múltiples investigaciones realizadas en mujeres son las inconsistencias en la terminología (p.e: definición de mujer eumenorreica) y los errores metodológicos (p.e: criterios de definición de la fase del ciclo menstrual). Esto deriva en resultados contradictorios. Por lo que, el primer paso es establecer definiciones y criterios claros para “categorizar” bien a las mujeres en las investigaciones, y parece que ya se ha ido trabajando en ello. En el caso de las mujeres transgénero, aún se requiere más investigación para “caracterizar” su fisiología, y de esta forma, poder realizar estudios de calidad (1).
Pongamos un ejemplo, para hacer un estudio en mujeres eumenorreicas, tenemos que hacer un seguimiento antes del inicio del estudio para saber si verdaderamente tienen ciclos regulares y conocer la fase del ciclo en la que se encuentran; para ello sería importante realizar análisis sanguíneos para determinar los niveles de hormonas. Además, cada participante tendría que evaluarse en los diferentes ambientes hormonales que puede experimentar (1).
En consecuencia, las investigaciones en mujeres requieren más tiempo y más recursos (y, por tanto, mayores costes) si se quiere lograr que sean de buena calidad (1). Y esto no puede ser “la excusa” para no hacer más investigaciones en mujeres, si no el “motivo” para tener más recursos y tiempo de investigar en mujeres.
Referencias
Elliott-Sale KJ, Minahan CL, de Jonge XAKJ, Ackerman KE, Sipilä S, Constantini NW, et al. Methodological Considerations for Studies in Sport and Exercise Science with Women as Participants: A Working Guide for Standards of Practice for Research on Women. Sports Med. 2021; 51(5): 843-861.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1824
Burgos, España
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