Andrés Seoane Fuente Departamento de Comunicación
Vie, 23/06/2017 - 16:34

Marketing emocional. ¿Qué es? ¿En qué se basa? Y, sobre todo, ¿es eficiente? Hoy en día recibimos una media de entre 5.000 y 10.000 impactos de marketing diarios. En este contexto, ¿puede servirnos establecer un vínculo con nuestro consumidor? La respuesta es inmediata: absolutamente sí. Todos recordamos durante más tiempo anuncios que nos conmueven. Y podemos recitar sin pensar varias marcas que logran despertarnos emociones con su publicidad.

Desde Coca Cola hasta Nike, pasando por Ikea, Google, BMW, Apple o nuestra Lotería de Navidad, las compañías que hacen bueno aquello de “el amor es el motor del mundo”, son las que tienen éxito. Estas marcas son conocidas como Lovemarks, un término acuñado por Kevin Roberts, una auténtica personalidad del marketing en las últimas décadas, quien se refiere a ellas de la siguiente manera: “Para que las grandes marcas puedan sobrevivir, necesitan crear lealtad más allá de la razón. Esa es la única forma en la que podrán diferenciarse de las millones de insulsas marcas sin futuro. El secreto está en el uso del misterio, la sensualidad y la intimidad. Del compromiso con estos tres poderosos conceptos surgen las Lovemarks, que son el futuro más allá de las marcas”.

Cuando las marcas consiguen tocarnos el corazón y hacernos sentir parte de ellas, han ganado. No sólo las recordamos, sino que defendemos sus productos como que fueran nuestros porque consiguen que lo sintamos así. Obtenemos una experiencia y no un producto. Nos identificamos con ellas, pasan a formar parte de nuestra personalidad, de nuestro estilo personal, y establecemos una relación que perdura en el tiempo. Es evidente que, a la hora de comprar, la razón y el bolsillo son esenciales. Pero somos seres eminentemente emocionales, y lo que sentimos puede, con facilidad, ganarle la partida a la cabeza y a la cartera.

Otro aspecto clave en el desarrollo del marketing emocional es que empiece en casa. Es decir, que no se puede generar una sensación en nuestro público objetivo, si nosotros no somos capaces de sentirla. La marca debe empezar en los trabajadores, que tienen que implicarse, creer en el producto y confiar en que esta manera de venderla es óptima e inmejorable. En este caso, en casa del herrero los cuchillos deben ser de hierro forjado.


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Pero para entablar este lazo no basta con ofrecer placer o respuestas a los deseos de nuestros consumidores. Es primordial diseñar una estrategia, saber qué queremos transmitir, cómo vamos a desarrollarlo y cuál es el camino que hemos seleccionado para llegar, primero, y fidelizar, después, a nuestros consumidores.

Por último, pero no menos importante, el marketing de contenidos es una pieza básica de nuestra estrategia emocional. No podemos generar sentimientos en nuestro target si no somos capaces de ofrecerle calidad. La única información que atrae gente es la que interesa a esas personas. Nuestra misión es buscar qué quieren y ofrecérselo con una presentación irrechazable.

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