Fernando González-Ferriz - Mar, 12/04/2022 - 11:00
Las soft skills (competencias blandas) se basan en las habilidades sociales y la inteligencia emocional.
Serie: 'El reto del Profesor en Formación' (XXVI)
Basta con echar un vistazo a las ofertas de trabajo en cualquier portal de empleo para descubrir que las empresas demandan, hoy en día, profesionales con una serie de cualidades que van más allá de los conocimientos estrictamente académicos.
En este sentido, se consideran requisitos deseables, aspectos como las habilidades sociales, la inteligencia emocional (lo que ahora algunos denominan soft skills) o la capacidad para innovar y desarrollar un trabajo creativo.
Sin embargo, los centros de enseñanza han basado tradicionalmente sus metodologías en desarrollar un pensamiento racional, que si bien resulta ser eficiente, no da respuesta a todas las exigencias de un entorno cada vez más exigente y cambiante.
Teoría del pensamiento lateral
Con el objetivo de aportar soluciones, surgen una serie de corrientes como la teoría del “pensamiento lateral”, que fue desarrollada por Edward de Bono en 1991, y que constituye una poderosa herramienta para fomentar la creatividad.
Así pues, de Bono pretende desarrollar nuevas ideas que, al mismo tiempo, van a permitir la liberación del efecto restrictivo de las antiguas. Se trata de introducir cambios que permitan un desplazamiento lateral para descubrir una forma distinta de hacer las cosas y continuar avanzando en una nueva dirección.
El pensamiento lateral, sumado al tradicional pensamiento vertical, va a permitir utilizar la mente de una forma más efectiva, usando tanto la parte derecha como izquierda del cerebro. Al pensamiento racional, por tanto, se le suma un enfoque creativo, enriqueciendo el proceso de aprendizaje (de Bono, 1991).
Esta teoría, además, se ha aplicado con éxito a sectores como el marketing o el desarrollo de nuevos productos, que requieren de soluciones innovadoras y creativas basadas en las necesidades de los usuarios finales.
El aprendizaje cooperativo
A la hora de trabajar las habilidades sociales y desarrollar la inteligencia emocional en clase, una de las aportaciones más importantes viene de la mano de las metodologías activas, entre las que destaca el aprendizaje cooperativo.
La finalidad de estos enfoques es conseguir la autonomía del alumnado, además de desarrollar aspectos tan determinantes como el trabajo en equipo, el desarrollo de habilidades sociales, la responsabilidad del individuo y su inclusión. Entre sus múltiples ventajas, el trabajo cooperativo pretende que el alumno tenga un papel activo en su propio proceso de aprendizaje, que aumente su motivación e interés por los estudios y que adquiera determinadas competencias clave como las competencias sociales o la capacidad de aprender a aprender, además de otras específicas en función de la actividad a desarrollar (Biondi, 2016; Vergara, 2015).
Pensamiento creativo.
Las nuevas tecnologías
Otra de las herramientas que pueden contribuir a hacer mucho más efectivo, dinámico y atractivo el proceso de enseñanza, además de trabajar la competencia clave digital, son las nuevas tecnologías.
Así pues, las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han supuesto desarrollar una nueva “cultura del aprendizaje”, aunque, para que su incorporación al proceso de enseñanza-aprendizaje sea realmente efectiva, será necesaria una correcta planificación e integración en la metodología que pretendamos desarrollar. (Belando, 2017; Cabero, 2017).
Entonces, ¿Cómo llevar todos estos conceptos a la práctica?
Una forma de poner en práctica lo desarrollado hasta el momento son las dinámicas de grupo, destacando entre ellas las sesiones de brainstorming, que se consideran especialmente indicadas para desarrollar la creatividad. Con ellas se puede intentar llegar al fondo de los problemas para encontrar soluciones creativas, que serán aportadas por los miembros del grupo. En este sentido, la heterogeneidad de los agrupamientos va a contribuir a que esas aportaciones consideren puntos de vista que pueden ser muy diferentes entre sí.
Y finalmente, otro modo de encontrar soluciones creativas a problemas concretos (que pueden incluso presentarse en la vida real), es el Aprendizaje Basado en Proyectos (o en Retos). Para profundizar en este tema, os recomiendo seguir leyendo el artículo que se presenta en el siguiente enlace.
Referencias:
Belando Montoro, M. R. (2017). Aprendizaje a lo largo de la vida: Concepto y componentes. Revista iberoamericana de educación.
Biondi, F. Z. (2016). Cooperar para aprender: transformar el aula en una red de aprendizaje cooperativo (Vol. 15). Ediciones SM España.
Cabero Almenara, J. (2017). La formación en la era digital: ambientes enriquecidos por la tecnología. Gestion de la Innovación en Educación Superior, II (2), 41-64.
De Bono, Edward (1991). El pensamiento lateral. Ediciones Paidós
Vergara Ramírez, J. J. (2015). Aprendo porque quiero. El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), paso a paso. Editorial SM: Biblioteca Innovación Educativa.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1859
Burgos, España
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