Marta Gómez Cuéllar - Vie, 21/02/2020 - 08:31
Lo primero pedir disculpas por no subir la entrada de ayer, pero estábamos sin nada de cobertura y de etapa maratón. Os cuento. Salimos el miércoles a las 8 de la mañana del campamento y hemos llegado al otro campamento el jueves a las 18 horas. Lo de la noche en el desierto a tu aire parece pura fantasía, pero después de pasarte el día conduciendo y desatascando coches ajenos de ríos de arena (con su correspondiente sudada), no tener ni una ducha para antes de irte a la cama...
A lo que iba. El primer día de maratón. Según salimos del campamento había un río de arena en el que, uno tras otro, se iban quedando ‘toooooodos’ los coches que pasaban. Ale, todos a empujar. Y empujas. Y pones planchas. Y sigues empujando. Y pasa otro coche y se vuelve a atascar. Y tiras de pala. Y empujas. Y así dos horas. Y acabas de empujar y de arena hasta...
En realidad fue divertido. Y matador. Porque un rio de arena te hace gracia, pero el tercero pues no tanto. Nos juntamos con ‘los del Sierra’, ‘los del Peugeot’, nuestra siempre amiga ‘C15’, ‘los del Mini’ (que tuvieron que abandonar por fallos mecánicos), y ‘los del Panda’. Y, por supuesto, seguimos repartiendo vuestro material solidario.
Tras la retirada del Mini seguimos ruta. Paramos a por algo de leña para nuestra acampada, hicimos unas fotos increíbles en parajes totalmente desérticos y llegamos tarde a la zona de acampada, con el coche escoba (menos mal que el tiempo no cuenta). Allí sacamos las tiendas, pusimos nuestra hoguera con unos troncos extraños que se queman despacio (nos sigue oliendo la ropa a humo, mucho, muchísimo) y disfrutamos de lo más bonito del mundo, un cielo sin contaminación lumínica.
En el siguiente post os contamos la segunda parte. Cambio y corto.
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