Sheila López Pérez - Vie, 31/01/2025 - 09:43
Artista pintando en su estudio.
Serie: 'Las ideas que nos vertebran' (XIV)
“Industria cultural” es un concepto fundamental en la crítica de la Escuela de Frankfurt a la cultura de masas y la mercantilización del arte en el siglo XX. En diferentes obras de Theodor Adorno y Max Horkheimer, y particularmente en su Dialéctica de la Ilustración (1998), este término fue utilizado para describir la transformación del arte en un producto estandarizado y comercial, lo que representaría una amenaza no solo para la autonomía del arte, sino también para el pensamiento crítico que este debería fomentar.
Hoy en día, los fenómenos económicos que rodean al arte -el mecenazgo corporativo, la compra y venta especulativa de obras, el auge de las plataformas digitales, entre otros- revelan que muchas de las críticas de la Escuela de Frankfurt siguen siendo relevantes. En esta entrada exploraremos el concepto de industria cultural, su aplicación al arte contemporáneo y los motivos por los que los movimientos económicos actuales refuerzan las críticas frankfurtianas hacia la mercantilización del arte.
¿Qué es la industria cultural?
Adorno y Horkheimer definieron la industria cultural como un sistema en el que la producción de obras culturales estaba siendo subordinado a las lógicas del mercado y las estructuras del capitalismo tardío. A diferencia de las manifestaciones culturales anteriores, que surgían de un impulso creativo del autor y de un deseo de expresión personal o colectiva, la industria cultural está diseñada para satisfacer las demandas del mercado y generar beneficios económicos.
En este contexto, el arte pierde su función crítica y emancipadora y se convierte en un medio para reforzar el conformismo social. Por ejemplo: las películas, la música y los programas de televisión no buscan desafiar a los espectadores, sino ofrecerles un entretenimiento estandarizado que reafirme las normas y los valores dominantes. Como afirmaron los frankfurtianos, “la industria cultural no es el arte que se adapta a los consumidores, sino los consumidores que son adaptados al arte” (Adorno, Horkheimer, 1998).
A este respecto, Adorno hizo énfasis en que debíamos distinguir entre el “arte auténtico” y el “arte de masas”. El primero implica una experiencia estética que desafía al espectador y le permite mutar hacia formas más elevadas, mientras que el segundo está diseñado para ser consumido pasivamente. Este último, al ofrecer obras simplistas y homogéneas, simplifica y homogeniza a su vez el pensamiento del consumidor.
Los movimientos económicos en el arte contemporáneo
Si bien las críticas de la Escuela de Frankfurt estaban centradas en la pintura, el cine, la música y la literatura de su época -mediados del siglo XX-, el arte actual también ha sido afectado por los procesos de mercantilización que ellos ya atisbaron. Los movimientos económicos actuales, como el mecenazgo corporativo, la especulación financiera y la digitalización del arte, reflejan y amplifican las preocupaciones planteadas por Adorno y Horkheimer hace casi un siglo.
El mecenazgo ha sido una práctica histórica en el mundo del arte, pero en su forma contemporánea suele estar impulsado por intereses corporativos. Empresas tecnológicas, bancos y conglomerados multinacionales invierten en exposiciones y museos para mejorar su imagen pública y asociar su marca con la cultura. Este patrocinio pretende influir en las decisiones de la ciudadanía a la hora de consumir los productos de la empresa en cuestión. Además, estas empresas priorizan obras que son “seguras” por ser normativas o agradables para un público amplio, limitando la inclusión de piezas artísticas críticas o disruptivas.
La especulación en el mercado del arte también ilustra la mercantilización extrema de la cultura. Las obras de arte, especialmente las de artistas reconocidos, se compran y venden como activos financieros, muchas veces sin que los compradores tengan un interés genuino en su contenido o valor estético. Este fenómeno crea burbujas de precios y desvía la atención del arte como experiencia cultural hacia el arte como inversión económica. Adorno criticó severamente esta mercantilización de las obras de arte, argumentando que las convierte en un fetiche y las despoja de su capacidad para desafiar las estructuras establecidas. En la actualidad, los precios exorbitantes de obras vendidas en subastas y ferias de arte refuerzan la percepción del arte como un bien de consumo, accesible solo para las élites económicas.
La tecnología se incorpora al arte.
A ello se suma, la aparición de los tokens no fungibles (NFTs) ha introducido una nueva dimensión en la relación entre arte y economía. Los NFTs son activos digitales únicos, una tecnología que garantiza la autenticidad y unicidad de ese producto que se posee. Estos tokens permiten la compra, venta y propiedad de obras de arte digitales, desde ilustraciones y videos hasta música y otros formatos creativos. Aunque los NFTs han democratizado el acceso al mercado del arte, también han fomentado una cultura de consumo rápido y de especulación extrema que nada tiene que ver con la experiencia estética. La mayoría de las veces, el valor de un NFT no está relacionado con su calidad artística, sino con su rareza percibida, el respaldo de celebridades o su éxito como tendencia en redes sociales. Además, el impacto ambiental de las blockchains y la volatilidad de los mercados son objeto de duras críticas por parte de sectores concienciados con la sostenibilidad medioambiental.
La actualidad del mercado del arte
A pesar de la evidente expansión de la “industria cultural”, también existen movimientos artísticos críticos que buscan resistir su mercantilización. El arte activista, las cooperativas de artistas y las plataformas digitales independientes son ejemplos de cómo algunos creadores intentan mantener la autonomía de su arte y desafiar el poder de ese capital que intenta integrarlos en sus normas de mercado.
Así las cosas, comprobamos cómo las críticas de la Escuela de Frankfurt siguen ofreciendo un marco teórico valioso para analizar los fenómenos económicos y sociales del arte contemporáneo. El mecenazgo corporativo, la especulación financiera y la digitalización del arte son manifestaciones de cómo el capitalismo transforma la cultura en una mercancía, limita su capacidad para inspirar reflexión e imposibilita cualquier cambio social.
Sin embargo, el arte también tiene el potencial de resistir estas dinámicas. Los artistas y las comunidades creativas pueden desafiar las lógicas de la industria cultural al priorizar la colaboración, la independencia creativa y la experimentación. En este sentido, las críticas de la Escuela de Frankfurt no se reducen a un diagnóstico pesimista, sino que también hacen un llamamiento a defender la autonomía del arte como una forma de resistencia cultural ante la expansión de la mentalidad consumista y mercantilista.
Referencias
Adorno, T. W., & Horkheimer, M. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Trotta.
Benjamin, W. (2012). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Itaca.
Hauser, A. (1998). Historia social de la literatura y el arte. Ediciones Guadarrama.
Roberts, J. (2017). El tiempo revolucionario y la vanguardia. Akal.
Velthuis, O. (2005). El mercado del arte contemporáneo: Precios y significados simbólicos. Ediciones Cátedra.
Zorloni, A. (2013). La economía del arte contemporáneo: Mercados, estrategias y estrellato. Springer.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN: 3020-1411
Burgos, España
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