María del Pilar López Castilla - Vie, 23/04/2021 - 10:00
Profesor divulgando ciencia en una clase a niños.
Serie un Viaje por la Ciencia (I)
Debemos considerar la importante dimensión lingüística o verbalizada de la ciencia, ya que la imagen que construimos se transmite a través de las formas retóricas del lenguaje, bien por medio de artículos científicos, por el discurso divulgativo o, incluso, en el interior de modos retóricos pseudocientíficos.
Baudouin Jurdant (1993)
Si aprender el discurso de la ciencia es fundamental para llegar a ser científico, aprender el discurso de la divulgación científica resulta esencial para conseguir la implicación de la sociedad. La meta es lograr una comunicación efectiva, que se produzca el encuentro entre ciencia y sociedad. Para ello hay que encontrar lugares y tiempos en los que coincidir y, sobre todo, hablar un lenguaje común.
Para muchos, el hecho de que se quiera hacer accesible lo erudito al público en general significa que la calidad del discurso ha de rebajarse también. Nada más lejos de la realidad. En muchos sentidos la divulgación implica complicaciones superiores a un escrito erudito, puesto que el receptor condiciona el modo en que se debe expresar la ciencia y demanda que el escritor haga fácil lo difícil; en otras palabras, que ponga en lenguaje no técnico la información que previamente han publicado los investigadores del modo más comprensible y ameno posible, con el fin de hacer la ciencia más atractiva e interesante, pero sin perder el rigor del lenguaje científico.
Una de las técnicas más utilizadas actualmente es la narrativización de la ciencia; entendiendo por narrativizar el hecho de presentar la información no de forma metódica, sino aproximándose al arte de contar historias. En los textos divulgativos los sujetos de la narración son los fenómenos y no la actividad científica per se. En estos casos, muchas veces se personalizan los logros narrando cómo la mente humana formuló la hipótesis, intentó conseguir resultados, etc. La narrativa se ordena cronológicamente para mostrar el esfuerzo del proceso de búsqueda de la actividad científica, así como las controversias, las polémicas y las negociaciones que se desarrollan durante el proceso.
Un excelente ejemplo fue Isaac Asimov. Su secreto fue el saber traducir conceptos e ideas al lenguaje cotidiano, sobre todo, valiéndose de la contextualización. Es decir, siempre intentó transmitir los logros científicos no como hechos aislados, sino intentando mostrarlos vinculados a un proceso de gestación, a una situación personal, social o científica más amplia y que asumía gran peso en la narración.
A todo ello se suma que nuestro receptor no se tomará tiempo en indagar sobre ciencia si dentro de 'nuestra historia' no contestamos a la pregunta ¿Y qué? A la sociedad lo que realmente le interesa y le motiva no es el proceso científico, sino cómo el resultado de ese proceso va a afectar a su realidad. En la actualidad, ha cobrado espacio la consideración de la divulgación como una recontextualización del discurso. Esto implica que hay que seleccionar, ampliar, reorganizar y reformular el lenguaje científico, adaptándolo a la nueva situación comunicativa. Cuanto más cercano a él mayor es el interés. Otro aspecto que interesa es el lado humano de las cosas. Al lector le gusta saber si ha habido problemas, obstáculos, si está emocionado, si ha roto barreras. En este sentido, hay que transmitir el orgullo que uno considera por el logro, pero nunca exagerarlo o mentir sobre ello.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1808
Burgos, España
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