Ricardo Gómez Laorga - Lun, 28/11/2022 - 10:18
Estudio móvil de Russia Today en Moscú.
Serie: 'El Poder de la Palabra' (XIX)
En el presente año 2022 estamos asistiendo a un contexto de enormes mutaciones y de excepcionalidad: por vez primera desde la Segunda Guerra Mundial y, con la salvedad de las cruentas guerras balcánicas a la ocasión de la desmembración de Yugoslavia en la década de los 90, Europa está asistiendo a una guerra al estilo convencional en el territorio continental.
Como es sabido, desde el 24 de febrero, la Federación de Rusia lanzó una invasión sobre la República de Ucrania carente de todo tipo de legalidad internacional y ajena a los estándares de respeto a las fronteras legalmente reconocidas. Sin ánimo de describir en estas líneas el devenir actual del conflicto, sí es remarcable la pérdida paulatina por parte de Moscú de territorios que no controlaba de facto antes de finales de febrero de este año y que pasó a ocupar tras sus fugaces operaciones de «guerra relámpago» una vez comenzada la invasión.
Desde el comienzo de la invasión, la Unión Europea ha mostrado un notable ejercicio de asertividad y ha aprobado y ejecutado sendos paquetes de sanciones contra Rusia que han afectado a diversos sectores clave de la economía del país. No obstante, dicho régimen de sanciones no iba únicamente dirigido al músculo económico ruso, sino que desde los albores de la invasión, desde Bruselas se decidió de forma unánime sancionar a los principales medios de comunicación que el Kremlin posee en diversos países europeos.
La razón es sencilla: desde la década de los 10 del siglo XXI se ha acusado a medios rusos como Russia Today (RT) o Sputnik de llevar a cabo explícitas apologías de partidos de cariz eurófobo y de extrema derecha para asistir en su hipotética llegada al poder y facilitar con ello un debilitamiento progresivo de la Unión Europea.
Logotipo de Russia Today, uno de los medios propagandísticos rusos prohibidos en el territorio comunitario desde marzo. Fuente: Xataka.com
De esta manera, apenas una semana después de materializarse la invasión, el 1 de marzo, los 27 Estados miembro de la Unión Europea decidieron prohibir la difusión de dichos medios estatales. De hecho, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Layen llegó a declarar que iban a «prohibir la máquina mediática del Kremlin». El comisario de Mercado Interior y Digital, Thierry Breton, fue en la misma línea y aseguró que «no podían dejar ninguna piedra sin mover en la lucha contra la desinformación y la beligerancia respaldadas por el Estado ruso».
No obstante, si bien dicha decisión fue unánime a nivel político, surgieron desde temprano voces que criticaron dicha decisión al catalogarlo de acciones de censura en un entorno como el de la Unión Europea donde los Tratados recogen importantes estándares de respeto a libertades y derechos como podría ser, en este caso, el de prensa o el de expresión.
No obstante, la justicia europea parece haber dado la razón a las instituciones europeas: a finales de julio, el Tribunal General de la Unión Europea desestimó el recurso que interpuso la sección francesa de RT a raíz de que se prohibieran sus emisiones. A pesar de que aún podría pronunciarse el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) como instancia superior, la prohibición de las emisiones de dichos medios está suponiendo un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades comunitarias, quienes deben posicionarse entre la defensa de la libertad de prensa y expresión o la permisividad ante medios apólogos de un país agresor.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1786
Burgos, España
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