Diego Arceredillo Alonso - Mié, 03/02/2021 - 09:40
Hace 116 años, el hijo de un clérigo evangélico y doctor en Teología, publicó una de las obras fundamentales de la historia de la ciencia ‘Die Entstebung der Kontienente und Ozeane’ (El origen de los continentes y los océanos). Alfred Lothar Wegener, doctor en Astronomía y explorador incansable, ofreció una de las primeras explicaciones a la semejanza que cualquiera de nosotros puede ver entre las costas de África y de América del sur cuando consultamos cualquier mapa. Hasta aquel momento, con pequeñas excepciones como los estudios de Charles Lyell y Antonio Snider-Pellegrini, se pensaba que los continentes eran masas emergidas inmóviles que no habían cambiado o que lo habían hecho muy poco desde la formación de la Tierra.
De Pangea a la actualidad, el movimiento de las placas tectónicas.
Aunque sus ideas presentaban argumentos sólidos, fueron muy cuestionadas, sobre todo, a la hora de explicar el origen de este movimiento. A estas ideas, que dieron lugar a la Teoría de la Deriva Continental, se añadieron aquellas provenientes de la Teoría de la Expansión del Suelo Oceánico. Ambos modelos convergieron en la actual Teoría de la Tectónica de Placas, resultado del trabajo interdisciplinar de geólogos, sismólogos y geofísicos. La Tectónica de Placas ofrece una explicación integradora y global de los procesos geológicos que han tenido lugar en la Tierra en los últimos millones de años y se considera actualmente la teoría unificadora de la Geología.
Gracias a sus postulados, hoy se sabe que no son los continentes emergidos los que se desplazan, sino que la litosfera – que abarca la corteza terrestre y parte del manto –, formada por diferentes fragmentos denominados placas (a modo de piezas de un puzle), sería la que se desplaza sobre la astenosfera, una de las capas superiores del manto.
La Península Ibérica forma parte de la placa Ibérica, una placa de pequeñas dimensiones. Esta se encuentra encajada entre otras dos de mayor tamaño, la Europea y la Africana. Las zonas de contacto entre las placas, en este caso, el norte y el sur de la península, presentan una fuerte actividad sísmica provocada por su movimiento.
El sur de la Península Ibérica ha sido, en los últimos años, testigo de una gran actividad sísmica. A los recientes terremotos que han tenido lugar en Andalucía, tenemos que añadir aquel que en 2011 afectó a la localidad de Lorca y que fue detectado incluso a cientos de kilómetros, en la misma ciudad de Madrid. Estos movimientos deben ser considerados un riesgo geológico y ser conocidos tanto por la población como por las Administraciones públicas de cara a mejorar la respuesta ante posibles desastres naturales y fundamentalmente para diseñar protocolos de prevención destinados a la mejora de las construcciones y de los planes urbanísticos.
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