Marta Sepúlveda Palomo - Jue, 29/04/2021 - 11:50
Profesora con alumna en el aula.
Serie: 'El reto del profesor en formación' (II)
Los roles de la familia y la escuela han ido variando conforme la historia de cada país ha avanzado. Sin embargo, aún hoy en día, a pesar de los avances destacables que la sociedad ha logrado en la mayoría de los campos, sigue habiendo un gran debate sobre de quién o de quién no son determinadas funciones con respecto al cuidado y educación del alumno. Este debate es más enconado, si cabe, entre familias y centros educativos.
La familia y todos los participantes del centro educativo son como dos engranajes de un mismo reloj, si uno no funciona esto va a perjudicar al otro y viceversa. Por ejemplo, si el estilo de socialización o educativo en el entorno familiar es de tipo 'indiferente-negligente', puede que esto favorezca que el alumno incumpla ciertas normas del centro o presente conductas conflictivas (Muñoz Silva, 2005). Del mismo modo, si un niño está sufriendo acoso escolar, puede que muestre una actitud en casa indicativa de que no querer ir a clase, ser apático, no querer salir con sus amigos o, incluso, estar muy irritable. Por ello, la familia y el centro educativo deben ser uno con la educación de los alumnos, para asegurar su bienestar y desarrollo integral.
Siguiendo el símil de una relación, esta tiene que ser de confianza mutua: los padres deben tener la seguridad y la confianza en el saber hacer de los docentes, se debe establecer y reconocer por parte de ambos que es la familia el primer educador. Es decir, la familia es el lugar donde el alumno obtiene esa socialización primaria, que luego va a extrapolar con el resto del mundo o, dicho de otra manera, la base para adquirir la socialización secundaria. Pero, sobre todo, entender esa diferenciación de los roles y las responsabilidades que tiene cada uno.
Cada engranaje (familia y docente) debe mantener una buena comunicación, fluida y continua, lo que favorecerá una comprensión más cercana y significativa del centro educativo y de las dinámicas académicas por parte de los padres. Del mismo modo les hará conocer de una manera más profunda 'las necesidades de sus hijos y poder compartir los procesos educativos' (Bolívar, 2006).
Todo ello no solo va a beneficiar al alumno, como se ha comprobado, con una mejor actitud hacia el aprendizaje y mejores resultados académicos, sino también a los padres, a los docentes y a los centros educativos, como así recoge el propio Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2004) en distintos estudios. El beneficio se extiende también a la sociedad en su conjunto, puesto que, mantener esta relación comunicativa y de confianza va a fortalecer las relaciones posteriores entre diferentes contextos y con el entorno mismo que nos rodea.
Referencias
Bolívar, A. (2006). Familia y escuela: dos mundos llamados a trabajar en común. Revista de educación, 339(1), 119-146.
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. (2014). La participación de las familias en la educación escolar [Libro electrónico]. Secretaría General Técnica.
Muñoz Silva, A. (2005). La familia como contexto de desarrollo infantil. Dimensiones de análisis relevantes para la intervención educativa y social. Portularia, 5(2-2005), 147-163.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1859
Burgos, España
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