Marta Gómez Cuéllar - Mar, 18/02/2020 - 09:28
Cuando ha sonado el despertador nos ha costado más salir del saco por el frío que por el sueño (por fin hemos dormido más de 5 horas). Al arrancar el Isabel rugía como la fiera que es. Después del susto de ayer, volver a oírle rugir ha sido como cuando sonaba la campana del recreo. Pusimos ruta, y tras ‘rodar y rodar, rodar y rodar’ se acabó el asfalto, y tuvimos nuestro primer contacto con la arena de Erg Chebbi.
Al principio era gracioso. A la media hora teníamos arena hasta dentro de los calcetines y pagamos la novatada (véase la foto que adjuntamos). Lo mejor de todo es que para salir de la arena hace falta una cosa que nos encanta: gas, gas y más gas.
La parte más complicada de la etapa fue una cuesta del infierno. Según llegamos, un grupo de unos 6 coches gritaba por los walkies: “copilotos arriba” y ahí subimos, mi coleguita Dani (el de la C15) y yo, a tirar de eslinga y de coches atascados... ¡Cinco, maldita sea! ¡Cinco coches remolcados! Y yo ya. Y Dani dijo que ya también. Y ahí, bajo la cuesta, estaban Pablo y el Isabel. Y nadie daba un duro por ellos (excepto Dani y yo, claro). Y pim pam pum, el Isabel estaba arriba, bajo la ovación de todos los expectantes. Bueno, tanto no, pero sí que aplaudieron. En ese momento supimos que con el Isabel al fin del mundo.
Primera etapa que acabamos prontito. Vamos a tomarnos nuestro merecido descanso.
Mañana más.
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