Almudena Gómez Pulido - Lun, 26/04/2021 - 11:30
Serie: El abc de la Psicología (I)
Los trastornos del espectro autista (TEA) forman parte de los trastornos del neurodesarrollo. Los principales síntomas del TEA son alteraciones en la comunicación social/interacción y comportamientos restringidos y repetitivos. Suelen aparecer durante la primera infancia y permanecen durante la vida adulta.
Las causas que pueden explicar la aparición del TEA son muy diversas, entre ellas se debe destacar la implicación genética en su origen. Algunos de los motivos por lo que se desconocen muchos aspectos del TEA se deben a la gran variabilidad de síntomas, debidos a problemas coexistente, es decir que podemos encontrar personas con TEA muy diferentes unas de otras.
Algunos de los problemas que podemos destacar en el TEA son los físicos y sensoriales (audición, visión, epilepsia y otros trastornos neurobiológicos), los trastornos genéticos y los problemas emocionales y de comportamiento.
Esta heterogeneidad de síntomas, se vinculan con la importante interacción de factores ambientales que pueden generar o afectar a la gravedad del mismo. Es decir que aunque sabemos que el TEA no está causado directamente por el ambiente o las circunstancias familiares, sí puede limitar las posibilidades de recibir una buena atención a nivel de identificación e intervención temprana, lo cual puede agravar los problemas y por tanto empeorar el pronóstico del niño/a.
Detección temprana
Desde el ámbito profesional resulta fundamental promover sistemas de identificación temprana, ya que hoy en día se conoce la relación existente con un mejor pronóstico a la hora de llevar a cabo un a intervención temprana en TEA (de Diego-Otera y Salgado-Cacho, 2019).
A pesar del creciente conocimiento sobre los primeros signos del TEA en la infancia, muchas familias se encuentran con el problema de la ausencia de respuesta o evaluación, dado que persiste la idea en ciertos profesionales de que los síntomas desaparecerán con el desarrollo. Sin embargo esto lo único que hace es posponer el diagnóstico y con ello la intervención. Por tanto, se deben mejorar los servicios de diagnóstico y evaluación disponibles para mejorar el apoyo a las familias y proporcionar una educación y tratamiento adecuado (Fuentes, Hervás, y Howlin, 2020).
Una vez detectados síntomas de TEA es importante valorar el inicio de una intervención temprana . Generalmente se combinan tratamientos como la terapia farmacológica, y terapia cognitivo- conductual y de habilidades sociales. La primera está especialmente orientada a reducir síntomas como la agresividad, ansiedad, hiperactividad, problemas de atención, irritabilidad o insomnio. Por otro lado es esencial la intervención cognitivo-conductual y de habilidades sociales. Este tipo de trabajo trata de fomentar una mayor funcionalidad, independencia y adaptación a sus diferentes entornos (familia, escolar/social), y como último objetivo busca mejorar la calidad de vida de las personas con TEA y sus familias.
Algunas pautas de aplicación práctica para una buena intervención en TEA podrían ser las planteadas por Fuentes, Hervás y Howlin (2020):
• Realizar una evaluación detallada y de calidad del TEA que incluya de forma precisa tanto los puntos fuertes como los débiles, para guiar la intervención de forma personalizada.
• Cada individuo y su familia son únicos, y por tanto deben ser atendidos de la forma más personalizada posible.
• Trabajar desde los puntos fuertes y no en base a los débiles. A través de las habilidades conservadas podremos reemplazar o compensar las capacidades alteradas.
• Centrar la intervención el análisis funcional de la conducta, es decir, conocer las limitaciones de la capacidad o calidad de vida.
• Mejorar el ambiente que rodea al niño/a, para fomentar el progreso y la calidad de vida.
• Dar prioridad a un tratamiento de calidad frente a uno de cantidad, lo fundamental es tratar de trasladar a la vida cotidiana el entrenamiento y los avances terapéuticos.
• Fomentar la participación y la inclusión social.
• Respetar los derechos individuales.
• Revisar el rol de profesionales, así como mejorar la coordinación y derivación entre organismos.
Como conclusión final tan solo recordar la importancia de considerar al niños desde una perspectiva integral, es decir, de forma personalizada, teniendo en cuanta el conjunto de las áreas de interacción del niño/a, desde su perfil característico, su familia única, su capacidad de relación con su entorno (familiar, escolar, social), y la capacidad que muestre en su funcionamiento diario. Todo ello va a impactar en la calidad de vida tanto del niño como de su familia, meta principal en cualquier tipo de intervención ante cierto trastorno.
Referencias
de Diego-Oter, Y. y Salgado-Cacho, J.M. (2019). La detección precoz en los trastornos del espectro autista. Medicina Clínica; 152 (8): 307-309.
Fuentes, J., Hervás, A., y Howlin, P. (2020). Guía práctica para el autiso de ESCAP: resumen de las recomendacioens basadas en la evidencia para su diagnóstico y tratamiento. European Child & adolescent Psychiatry.
Enlaces de interés:
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1832
Burgos, España
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