Nuria Corral Sánchez - Lun, 23/05/2022 - 11:00
Parte superior de la Sainte Chapelle de París, uno de los mejores exponentes del gótico francés, donde el muro desaparece. Fuente: Wikipedia.
Serie: Haciendo Historia (LXXXII)
El 22 de mayo se celebra el día de la subcultura gótica, un movimiento nacido entre los años 70 y 80 del siglo XX, relacionado especialmente con el ámbito musical del rock y el punk. El término “gótico” hacía referencia al misterio y a la oscuridad, como también lo había hecho previamente cierto género literario nacido en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, la novela gótica. El uso de este vocablo se explica, pues, por ese gusto de los artistas románticos que vieron en el pasado medieval su fuente de inspiración, sobre todo a lo largo del siglo XIX, asociándolo a lo tenebroso. Así, lo medieval quedó asimilado al gótico, el arte que nos regaló majestuosos edificios llenos de arcos apuntados, bóvedas de crucería y grandes ventanales de colores, haciendo el muro prácticamente imperceptible. Aprovechando esta curiosa fecha, queremos reivindicar desde aquí las aportaciones de este estilo artístico que expulsó la penumbra de la arquitectura medieval occidental. El gótico fue, precisamente, luz. Nos centraremos, en particular, en edificios que nos atañen particularmente: las primeras catedrales góticas castellanas.
Ruinas de la torre Wolf's Crag en La novia de Lammermoor, de Walter Scott (1819). Fuente: Wikimedia.
El nacimiento de la arquitectura gótica se debe, en gran parte, a la propuesta de Suger en la catedral de Saint Denis, que requería una síntesis de elementos constructivos como el arco apuntado y la bóveda de crucería con avances técnicos, una concepción espacial diferente y los nuevos ideales teológicos, que llegarían a considerar el templo como la Jerusalén Celeste debido a la luz coloreada.
Durante los primeros años, se utilizó el gótico en edificios románicos de forma meramente experimental. El nombre de esta etapa (Transición, Tardorrománico, Protogótico) no está muy perfilado y ha dado lugar a numerosos debates historiográficos. Más adelante, cuando el gótico esté plenamente asentado, seguirá habiendo edificios tradicionalistas que mantengan las concepciones románicas.
Cuando comenzaron a incorporarse las novedades góticas en la arquitectura, las catedrales de Sigüenza y Ávila estaban en plena construcción, por lo que sirvieron como experimento introducir el nuevo estilo. Aunque su planteamiento inicial fue románico, las cubiertas se hicieron con bóveda de crucería y en estos templos coexisten vanos pequeños con ventanas grandes y soportes robustos con otros góticos. No obstante, en el primer tercio del siglo XIII ya se estaban construyendo catedrales eminentemente góticas de Burgos, Toledo, Cuenca y Burgo de Osma, sirviendo de ejemplo para la ampliación de otras construcciones. Dos de ellas habían sido construidas sobre el espacio de una mezquita anterior –Toledo y Cuenca– y las otras dos contaban con una catedral que fue sustituida por la gótica –Burgos y Burgo de Osma–.
Catedral de Santa María en Burgos, fachada principal. Fuente: Wikipedia.
El apoyo que los obispos ofrecían a la monarquía a cambio de importantes recompensas sirvió para estrechar la relación entre esta y la Iglesia, ayudando al mismo tiempo a que se construyeran las grandes catedrales de Castilla. Así, las dos primeras, coetáneas, se inauguraron en presencia del rey: Burgos, con el obispo Mauricio a la cabeza, y Toledo. Mientras tanto, en Cuenca ya se estaba construyendo otra catedral. No obstante, también había por entonces otros talleres que seguían la corriente francesa, como en Sigüenza y Ávila, que reorientaron sus catedrales hacia el gótico. Otro obispo importante en las construcciones góticas fue Juan Díaz, que abrió el taller de Burgo de Osma. Cinco años antes se había concluido allí una catedral, pero no era suficiente para el culto ni seguía el modelo estético que buscaban todas las catedrales de ese momento. Por este motivo se comenzó la construcción de un nuevo edificio, respetando parte del románico y con algunos de los materiales ya utilizados.
Como vemos, y a diferencia de épocas anteriores, los obispos se movían también por un afán estético –un deseo de no quedar anticuados, y sobre ellos recaía toda la responsabilidad del edificio. Un buen ejemplo de esta tendencia fue el obispo de Auxerre, que hizo sustituir el coro románico por otro gótico porque lo consideraba anticuado respecto a lo que se estaba construyendo en esos momentos. El obispo Mauricio, por su parte, había conocido durante sus viajes la arquitectura que se estaba desarrollando en Francia. Maravillado por ella, mandó construir con el apoyo del rey una catedral similar en Burgos, lo que evidencia esta preocupación estética. El arzobispo de Toledo, Jiménez de la Rada, también admirador del arte francés, convenció a Fernando III para sustituir la mezquita toledana por una catedral.
Catedral de Santa María en Toledo, interior. Fuente: Wikipedia.
Además del ideal estético, los obispos deseaban que su sede episcopal pudiera competir con la monumentalidad de otros lugares importantes siguiendo los mismos patrones artísticos. En efecto, impulsando estas construcciones, buscaban la gloria de Dios y de su Iglesia y la suya propia. Los obispos llegaron a contribuir económicamente en ellas, pero fundamentalmente encontraron otros medios de financiación, como las indulgencias o el recurso a pontífices y reyes. Otro de los métodos para conseguir dinero fue proponer que aquellos beneficios obtenidos mediante la violencia fueran entregados como penitencia para la construcción de iglesias y monasterios. Un eficaz recurso en tiempos de guerra.
Respecto a los arquitectos, su profesión era progresivamente mejor considerada. Se les facilitaban casas en la ciudad para que fijaran allí su residencia y quedaran vinculados a la obra hasta su muerte, pudiendo ser a veces enterrados en el interior del edificio. Cobraban un salario anual, que a veces incluía manutención y pagos extras, si se comprometían a acudir diariamente a las obras y a aceptar el resto de condiciones hasta que la catedral se concluyese. Sin embargo, conocemos pocos de sus nombres y existen importantes lagunas documentales, por lo que habitualmente sabemos su procedencia analizando sus obras. Al principio, la mayoría eran de origen francés o formados al norte de los Pirineos, pero, poco a poco, tras el correspondiente periodo de formación y adaptación, irían apareciendo cada vez más maestros de origen hispánico.
Durante los primeros tiempos del gótico, el entusiasmo por un estilo nuevo hizo que las construcciones avanzaran con rapidez. Después, aunque a medida que pasaba el tiempo se comenzaron a dar interrupciones que alargaban el proceso, buena parte de los maestros y talleres posteriores procuraron permanecer fieles a ese estilo que buscaba recrear la Jerusalén Celeste mediante un espacio lleno de luz y color.
Catedral de Santa María y San Julián, Cuenca, fachada principal. Fuente: Wikipedia.
Para saber más:
Palomo Fernández, Gema (1992). Catedrales góticas castellanas, siglo XIII. Cuadernos de Arte Español. Madrid: Historia 16.
Valdés Fernández, Manuel (2002). Arquitectura y poder en el siglo XIII: las catedrales góticas. León: Universidad de León.
Yarza Luaces, Joaquín (1992). Baja Edad Media: los siglos del gótico. Madrid: Sílex.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-398X
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