Javier de Ponga Mayo - Vie, 21/07/2023 - 10:10
Joven estudiante.
Serie: 'Educación en la era digital' (CXXIX)
En la actualidad, está ampliamente generalizado que en los planes de estudio se curse, al menos, una lengua extranjera (en adelante LE); además, nos interesamos en aprender idiomas a través de estudios no reglados con fines laborales, culturales, de ocio o simplemente por el interés de adquirir un idioma que nos abra la puerta en la comunicación con otras personas. Sin embargo, estudiar un idioma no siempre se ha tratado de una actividad frecuente al alcance de todos.
En España, por ejemplo, no mantuvo un papel relevante hasta la implantación la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE), que se aprobó en 1990, es decir, tan solo tres décadas atrás. Esta nueva legislación educativa significó un impulso en lo concerniente a la enseñanza-aprendizaje de las LE en nuestro país, ya que suponía el estudio de las mismas desde la etapa de Educación Primaria hasta Bachillerato. Esta iniciativa en la inclusión del estudio de una LE en nuestro currículo vino impulsada por las diferentes políticas lingüísticas a nivel internacional que se generalizaron en los años 90 del siglo pasado; las instituciones promotoras de estos hechos fueron la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y la OCDE (Organización para la Cooperación y el desarrollo Económico).
Históricamente, la principal motivación en la adquisición de una LE ha sido el intercambio socioeconómico y la necesidad de mantener una comunicación efectiva con culturas importantes cercanas. Por ejemplo, en el mundo clásico los romanos se interesaron profundamente por el aprendizaje del griego, una cultura estimada por el mundo latino de esta época, para ello, se recurría a tutores (esclavos o libertos) que instruían a los interesados no solo en el idioma heleno, sino en la cultura y literatura; en otros casos, ya entonces, se recurría a la inmersión lingüística (viajar a un entorno del habla que se pretende adquirir, donde solo es posible la utilización del nuevo idioma para comunicarse).
Con posterioridad, en la Edad Media el latín se prestó como lingua franca (un idioma adoptado como común por personas cuyos idiomas nativos son diferentes) si se pretendía acceder a determinados conocimientos de cultura y de comprensión religiosa. Tras siglos de utilización del latín como herramienta común de comunicación, el acceso a la comunicación se fue diversificando ya que las lenguas vernáculas o bien se distanciaban de la lengua latina original, o se dejó de conocer y de ser familiar con esta debido a la producción de textos en la lengua regional. A partir de entonces, se recurrió a un método de adquisición de LE, que aún en la actualidad puede ser útil según su propósito y contexto, este es el método gramática-traducción. Además, este método es el que más se ha prolongado en la historia.
A nivel lingüístico, el objetivo de este tipo de método implicaba que el estudiante fuera capaz de entender determinados textos, dejando por lo tanto de lado el componente oral, puesto que el objetivo era descifrar los manuales escritos con anterioridad y poder, así, extraer el conocimiento deseado.
Asimismo, el objetivo pedagógico de este método consiste en que el alumno estudie las principales estructuras y reglas gramaticales de la lengua objeto de estudio; se trata de un método memorístico, sin interacción con propósitos comunicativos y sí con fines pedagógicos, es decir, la comunicación en el aprendizaje de este método suele darse entre el alumnado y el docente y no es para comunicarse en la nueva LE, sino para asegurarse de la comprensión de las reglas gramaticales que se han de aprender para la correcta aplicación del método.
¿Quién que haya estudiado un bachillerato de Humanidades no recuerda las clases de Latín o Griego, donde el propósito lingüístico principal era la traducción de textos clásicos? Este podría ser un claro ejemplo grosso modo del método gramática-traducción que, como vemos, aunque no es el más ideal en nuestros propósitos de adquisición total y efectiva de una LE moderna en nuestro contexto actual, sí puede resultar útil para las mal llamadas “lenguas muertas”, por ejemplo. En cambio, por décadas y por tradición, siguiendo una mala praxis docente y debido al desconocimiento y escasa formación, se utilizó este mismo método --mutatis mutandis-- en la enseñanza de lenguas modernas (Francés o Inglés principalmente en nuestro país) (Madrid, 2001).
Es por ello por lo que los futuros docentes de LE deben conocer los diversos recursos para ser aplicados en el contexto adecuado en beneficio del alumnado.
Referencias:
Ley Orgánica 1/1990, de 3 de octubre, de ordenación general del sistema educativo (LOGSE). Boletín Oficial del Estado, 4 de octubre de 1990, 238, 28927-28942.
Madrid, D. (2001). Problemática de la enseñanza de las lenguas extranjeras en España. En R. Gómez-Caminero (coord.), La enseñanza de lenguas en el nuevo milenio (pp. 11-46). Grupo Editorial Universitario de Granada.
Unesco. (2003). La educación en un mundo plurilingüe. UNESCO.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-5222
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