Castro

Yacimiento de Facho de Donón (Cangas, Pontevedra).

22 de octubre de 2024. El historiador Diego Piay Augusto, docente del Grado en Primaria y el Máster en Formación del Profesorado de la Universidad Isabel I, ha publicado un artículo titulado «El Priscilianismo y el Origen del Monacato en la Gallaecia». El profesor Piay investiga cómo el movimiento priscilianista pudo haber influido en el desarrollo del monacato en el noroeste de la península ibérica. El estudio propone que el rigor ascético característico de los priscilianistas sentó las bases para las primeras formas de vida monástica en la antigua provincia romana de Gallaecia, que cristalizaría con la aparición posterior de San Martín de Dumio y San Fructuoso de Braga.

Diego Piay destaca que, aunque el priscilianismo es principalmente recordado como un movimiento herético en Hispania, su «ascetismo rigorista» pudo haber creado un ambiente favorable para el surgimiento de prácticas monásticas. Este análisis se suma a un debate que lleva décadas ocupando a los historiadores -la ortodoxia o heterodoxia de la doctrina priscilianista- pero se centra en la influencia espiritual del priscilianismo más allá de sus disputas teológicas.

El artículo, que ha sido publicado en la revista Espacio, Tiempo y Forma, en la Serie II de Historia Antigua, revisa trabajos previos, como el de Antonio Linaje, quien ya en 1982 había sugerido que el priscilianismo representaba una "forma de transición entre el ascetismo paleocristiano y el nuevo monacato". Piay amplía esta hipótesis, argumentando que las villae romanas podrían haber sido utilizadas por los seguidores de Prisciliano para poner en práctica comunidades ascéticas. Según Freijeiro, estas villas contenían todos los elementos necesarios para la vida monástica: "una estancia semejante a una basílica… con cubículos convertibles en celdas monacales", lo que sugiere que el priscilianismo pudo haber contribuido al modelo de retiro comunitario característico de los monjes.

El priscilianismo, que nació como un movimiento ascético que defendía la estricta continencia y el ayuno, es descrito por Piay como un movimiento que buscaba "una conducta moral intachable" a través del aislamiento y la meditación espiritual, características propias del monacato emergente. A pesar de que Prisciliano y sus seguidores no eran formalmente monjes, sus prácticas los acercaban a los principios fundamentales de la vida monástica, particularmente en la forma en que se retiraban del mundo para vivir en comunión con Dios.

mapa de monasterios

Mapa de referencias a los enclaves del estudio.

El estudio también aborda lo acaecido tras la ejecución de Prisciliano en el año 385, en tiempos de la denominada «segunda generación priscilianista». Fue entonces cuando muchos de sus seguidores se refugiaron en áreas rurales de la Gallaecia, desarrollando prácticas comunitarias que, según Piay, podrían haber servido como "germen del monacato" en la región. De hecho, el obispo Dictinio, que sucedió a Prisciliano como líder espiritual del movimiento, fundó un monasterio fuera de los muros de Asturica Augusta ( actual Astorga).

En definitiva, Piay concluye que, si bien no puede afirmarse con total certeza que el priscilianismo fuese el origen directo del monacato, su influencia ascética en el noroeste de Hispania "creó una realidad propicia para la cristalización de los movimientos monásticos", que cobrarían fuerza en los siglos posteriores. Este nuevo enfoque ofrece una perspectiva renovada sobre el impacto de este controvertido movimiento religioso en la historia del cristianismo peninsular.