Laura Illescas Díaz Coordinadora de Geografía e Historia en el MAES
Vie, 14/03/2025 - 10:18

Plaza de San Pedro en el Vaticano creada por Bernini.

Serie: 'Haciendo Historia' (CXIV)

En la Roma barroca, dos nombres resplandecieron con luz propia con luz propia: Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) y Francesco Borromini (1599-1667). Pese a que contribuyeron de manera decisiva a la magnificencia arquitectónica de la Ciudad Eterna, epicentro en aquel momento de la religión católica, la fortuna crítica de Borromini ha sido, históricamente, menos favorable en comparación con la de Bernini. Esta disparidad nos invita a reflexionar sobre cómo las personalidades, el tipo de clientela o los recursos económicos pueden determinar la proyección profesional de un artista y, en consecuencia, la percepción de sus legados.

Francesco Borromini. Fuente: Wikipedia

¿Cómo se bifurcaron sus caminos?

Bernini nació en Nápoles y pronto se trasladó a Roma en busca de nuevas oportunidades laborales. Su precoz talento en la disciplina escultórica sedujo a numerosos cardenales hasta entrar finalmente bajo la protección del recién elegido Urbano VIII en 1623: “Es una gran fortuna, oh caballero, ver como papa al cardenal Maffeo Barberini, pero mayor es la nuestra: que el caballero Bernini viva en nuestro pontificado”. Este testimonio pone de manifiesto el reconocimiento alcanzado entre la élite romana al poco tiempo de llegar a la ciudad; tanto fue así, que en 1629 logró hacerse con la dirección de la totalidad de las obras de la basílica de San Pedro del Vaticano, valiéndose para ello de sus mejores herramientas: su versatilidad artística y su carismática personalidad (Marías, 1993).

En contraste, Borromini nació en Bissone, actual Suiza, e inició su formación en las canteras de Milán. De allí se trasladó a Roma, donde entró al servicio de Carlo Maderno en las obras de San Pedro del Vaticano hasta su fallecimiento. A partir de ese momento, comenzaría su eterna rivalidad con Bernini por hacerse con la dirección de las obras concernientes al papado, saliendo victorioso este primero, como adelantamos líneas atrás. Este infortunio se agravó debido a su complejo carácter y es que, según los biógrafos, Borromini era una persona “excéntrica, insociable, hipersensible y fácilmente excitable” (Wittkower, 1979). La combinación de ambas circunstancias le condicionó toda su trayectoria, impidiéndose alcanzar los ansiados elogios que, para su desdicha, recibía casi de manera constante su adversario.

Innovaciones arquitectónicas: el legado de Borromini

Desde una perspectiva arquitectónica, Borromini superó a Bernini en términos de soluciones innovadoras y audaces. El uso de formas geométricas complejas, espacios dinámicos y una interpretación única de la luz y la sombra dieron lugar a estructuras que desafiaban las normas establecidas durante el Renacimiento. Ejemplo de ello es la cúpula de la iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza, cuya espiral ascendente es testimonio de esa búsqueda de la verticalidad y el dinamismo.  

Sant’Ivo alla Sapienza. Fuente: Wikipedia

Otros de sus grandes hitos arquitectónicos es San Carlo alle Quattro Fontane, una iglesia cuya construcción se debe al encargo efectuado por los Trinitarios Descalzos en 1638 (Alonso García, 2003). Pese al reducido tamaño disponible y la ausencia de un elevado presupuesto, Borromini fue capaz de diseñar un espacio completamente novedoso, utilizando para ello una fachada ondulante cargada de dinamismo y una planta elíptica con la que rompe la simetría acostumbrada. La armónica conjunción de elementos tectónicos junto a espacios de luz y sombra ofrecen al fiel-espectador una experiencia donde prima el componente sensorial, frente al funcional, en sintonía, por tanto, con los postulados estilísticos del Barroco.

 

San Carlo. Imagen exterior y del interior de la iglesia.

Su contribución al desarrollo de la arquitectura es innegable, pero su reconocimiento y proyección en la Ciudad Eterna se vio opacado por su eterno rival, tanto es así, que su propio biógrafo asegura “reprochaba a Bernini, cuya pericia técnica estaba por debajo de la genialidad de sus ideas, el haberle usurpado el honor de sus propios desvelos”. Mientras que Bernini disfrutó de fama y éxito en vida, Borromini luchó contra la incomprensión y la falta de aprecio, conduciéndole a la frustración.

La luz ante la sombra: el reconocimiento de Borromini

Estas breves pinceladas sobre la trayectoria de ambos genios y su posterior fortuna crítica nos invitan a reflexionar sobre cómo el carácter, los círculos sociales y el tipo de clientela fueron claves en el condicionamiento de su producción artística. Lamentablemente, no podemos regresar al pasado para evitarle a Borromini el sufrimiento que hubo de sentir a la sombra de Bernini, pero sí contribuir, del mismo modo que lo llevan haciendo otros investigadores desde la pasada centuria, a concederle el prestigio que le fue despojado. Su obra, clave para comprender los postulados arquitectónicos del Barroco, perdura como testigo desafiante al paso de los siglos, revelando que el verdadero genio no requiere del aplauso de su época para brillar eternamente.

Bibliografía

Alonso García, E. (2003). San Carlino: la máquina geométrica de Borromini. Editorial de la Universidad de Valladolid.

Argan, G.C.; Rodríguez G. de Ceballos. (1987). Borromini. Xarait, D.L.

Blunt, A. (2005). Borromini. Alianza.

Marías, F. (1993). Bernini. Historia, 16.

Wittkower,R. (1979), Sobre la arquitectura en la edad del Humanismo. Ensayos escritos. Gustavo Gili, S.A.

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-398X

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