
Manada de lobos.
29 de abril de 2025. Recientemente, el Congreso ha aprobado una enmienda a la Ley de Desperdicio Alimentario que podría cambiar drásticamente el estatus de protección del lobo ibérico. Con los votos del Partido Popular, VOX y partidos como Junts y PNV, la cámara baja busca revertir su inclusión en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE), medida implementada en 2021.
“No todo es tan simple”, advierte el profesor Álvaro Bayón en su análisis publicado en su blog ‘Curiosa Biología’, señalando que cualquier modificación en la categoría de protección debe estar respaldada por rigurosos estudios científicos.
El LESPRE y la necesidad de justificaciones científicas
El LESPRE, según el Real Decreto 139/2011, protege especies en riesgo por su valor ecológico o su vulnerabilidad. Para retirar a una especie de esta lista, se requiere una memoria justificativa basada en evidencia científica, evaluada por expertos y aprobada por el Ministerio de Medio Ambiente. Sin embargo, los impulsores de la propuesta no han presentado ningún informe técnico que avale la desprotección del lobo.
El lobo ibérico desempeña un papel clave en la regulación de ecosistemas. Su desaparición podría desencadenar efectos en cascada, como sucedió en el Parque Nacional de Yellowstone (EE. UU.), donde su exterminio llevó a una sobrepoblación de herbívoros, afectando gravemente la vegetación y otras especies. Su reintroducción en 1995 restauró el equilibrio ecológico. “El lobo no es solo un depredador, es un guardián del ecosistema”, destaca Bayón.
Ganadería y coexistencia: desmitificando al lobo
Uno de los principales argumentos para la caza del lobo es su impacto en la ganadería. Sin embargo, un buen número de estudios indican que solo un pequeño porcentaje de su dieta de este carnívoro proviene de animales domésticos y que, en muchos casos, los ataques atribuidos a lobos son, en realidad, obra de perros asilvestrados. Además, la caza desestructura las manadas, obligando a los lobos a optar por presas más fáciles, como el ganado. Estrategias como el uso de mastines y cercados nocturnos han demostrado ser más efectivas que la persecución del lobo.
Un debate más allá de la caza
El profesor Bayón también cuestiona la caza en su conjunto, argumentando que interfiere con el equilibrio natural. Los depredadores, como el lobo, seleccionan presas enfermas o débiles, controlando la propagación de enfermedades en ungulados. En contraste, los cazadores humanos priorizan trofeos, alterando las dinámicas poblacionales y ecológicas. “Eliminar la caza no es una idea descabellada si analizamos su impacto real en los ecosistemas”, reflexiona.
Este debate pone de manifiesto la tensión entre los intereses políticos y la evidencia científica. La pregunta sigue en el aire: ¿se tomarán decisiones basadas en el conocimiento ecológico o en presiones económicas y culturales? La respuesta definirá el futuro del lobo ibérico y de los ecosistemas que este ayuda a mantener en equilibrio.