Beatriz Robles en la Universidad Isabel I.
25 de enero de 2024. El consumo de bebidas energéticas entre los jóvenes de 15 a 24 años, especialmente durante el periodo de exámenes universitarios de enero, ha generado preocupación en el sector de la salud. Según el informe nacional ESTUDES, el 54,4% de los hombres y el 40,7% de las mujeres en este rango de edad han consumido estas bebidas en el último mes. Esta tendencia ha sido el foco de análisis en el podcast ‘Hoy en EL PAÍS’, presentado por Ana Fuentes, donde la profesora Beatriz Robles, experta en nutrición y docente de la Universidad Isabel I, compartió sus conocimientos sobre el tema.
La profesora Robles explicó que la rápida absorción de azúcares y cafeína por el intestino delgado, debido a la naturaleza líquida de estas bebidas, carece de valor nutricional y puede llegar a ser perjudicial a largo plazo. Destacó que el cerebro adolescente es particularmente vulnerable a los efectos de estas bebidas, siendo más sensible que el de los adultos. Adicionalmente, mencionó los riesgos asociados al consumo combinado de estas bebidas con alcohol.
El consumo de bebidas energéticas entre los adolescentes provoca problemas de sueño, síndrome de abstinencia, hiperactividad, dolores de cabeza crónicos, alteraciones en el circuito de recompensa que van a condicionar sus elecciones de alimentaciones futuras, matizó la profesora de la Universidad Isabel I.
La experta en nutrición explicó cómo a partir de los 10 o 15 minutos de consumo de estas bebidas ya empiezan a notarse los efectos en el cuerpo la cafeína, alcanzándose el máximo efecto de esta sustancia en el organismo. “La cafeína llega a los receptores del sistema nervioso central, receptores de adenosinas, moléculas que promueven en el cuerpo el sueño y la sedación. Esta es la razón de que aumente el estado de alerta”, subrayó.
Durante la primera hora después del consumo de esta bebida, aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Y a los 30 minutos se alcanza el pico de glucosa en sangre. “La cafeína en el torrente sanguíneo va a inducir la producción de cortisol (hormona relacionada con el estrés) y esta hormona va a alcanzar un pico en sangre, más o menos, dos horas después de la ingesta de la bebida energética”, subrayó la experta en nutrición.
Bebidas energéticas.
Beatriz Robles recordó que el consumo de este tipo de bebidas se asocia por los jóvenes al consumo de bebidas alcohólicas. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria baraja que el 53% del consumo de estas bebidas energéticas se realiza acompañándolas con alcohol en adolescentes. “Esta ingesta supone un riesgo claro, porque reduce la percepción de embriaguez, y se acentúan conductas como ingesta rápida y masiva de más alcohol, prácticas sexuales de riesgo o conducción bajo los efectos del alcohol”, destacó Beatriz Robles en el programa. Este consumo puede ser la puerta de entrada para experimentar con otras sustancias con mayor riesgo.
La profesora Robles remarcó que para metabolizar completamente la cafeína en el cuerpo es necesario que pasen entre 6 y 8 horas. Y respecto a la glucosa, no desaparece sino que pasa a almacenarse en el cuerpo. Los efectos a largo plazo del consumo masivo de cafeína pueden manifestarse a largo plazo, apareciendo síntomas neurológicos, cardiovasculares y hematológicos, además de alteraciones metabólicas debido al alto contenido de azúcar. “Recordemos que en un solo envase comercial puede haber hasta 60 gramos de azúcar, cuando la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es de 25 gramos diarios, y las autoridades europeas reducen todavía más esta ingesta al no existir estudios que recomienden un consumo diario”, indicó la tecnóloga de los alimentos.
Beatriz Robles indicó que el cerebro de los adolescentes es más sensible que el de los adultos a la ingesta de bebidas energéticas. Los niños son población de mayor riesgo porque están en etapas de desarrollo y tienen un menor peso corporal, por lo que los efectos en su organismo aumentan.