Fotografía del monte Vesubio al amanecer realizada por Diego Piay en su viaje a Herculano y Pompeya.
27 de diciembre de 2024. El profesor del Grado en Educación Primaria y el Máster en Formación del Profesorado de la Universidad Isabel I, Diego Piay, profundiza en la tragedia de Pompeya y Herculano, y nos recuerda cómo la erupción del Vesubio en el 79 d.C. sepultó estas ciudades, convirtiéndolas en un valioso testimonio arqueológico de la vida cotidiana y de la lucha humana por la supervivencia. Así lo explica en un artículo publicado en Diario de Pontevedra.
Como historiador, Diego Piay describe la visita a los yacimientos arqueológicos del Vesubio como “una experiencia extraordinaria, un regalo para los ojos del arqueólogo y del historiador, y para cualquiera que sienta una sensibilidad hacia el pasado.” En su reflexión, narra con detalles la dramática historia de las personas de Pompeya y Herculano, congeladas en el tiempo por la erupción volcánica del siglo I, una catástrofe en la que, como él mismo afirma, “el amor a la vida y el temor a la muerte se muestran con extraordinaria nitidez”.
La tragedia en Herculano y Pompeya
El profesor relata que en Herculano, después de doce horas de angustia, una onda piroclástica de 400ºC y a más de 80 km/h, acabó con la vida de 310 personas que, con la esperanza de escapar, se habían refugiado en la playa. “Allí, con sus ojos perdidos en el mar y abrazados a sus hijos, quedaron sepultados hasta que fueron descubiertos dos mil años después por los arqueólogos”, explica Piay, revelando la intensidad de aquel instante en el que el tiempo se detuvo. La debacle alcanzó su clímax en la madrugada del 25 de octubre, cuando uno de cada diez habitantes de Herculano encontró la muerte en la playa.
En Pompeya, el drama fue igualmente brutal, aunque más prolongado. El historiador describe cómo sus habitantes, tras horas de soportar el incesante sonido de las piedras pómez cayendo sobre sus tejados, intentaron huir. "Cuando la lluvia de rocas terminó, dos olas piroclásticas sucesivas terminaron con sus vidas. Hasta la fecha, más de mil cuerpos han sido documentados en la ciudad", añade.
Elementos de la vida cotidiana
Para Diego Piay, estos yacimientos arqueológicos nos permiten “tender una mano al pasado y acariciar la propia esencia del ser humano”. Destaca que en las calles de estas ciudades sepultadas, se pueden ver los elementos de la vida cotidiana de sus habitantes: hornos, tabernas, lavanderías, joyerías, baños y templos que muestran “una cercanía sorprendente con nuestra forma de vivir actual”.
También resalta cómo, en Herculano, "mujeres y niños se refugiaron en los almacenes de los pescadores mientras los hombres, en la playa, buscaban, desesperados, cómo salvar a sus seres queridos". Un testimonio de esta última esperanza permanece en una barca varada en la playa, un símbolo de su intento por sobrevivir.
Recuperación del barco del siglo I fosilizado.
Piay subraya en un artículo publicado en Diario de Pontevedra difunde la conexión humana que estas ciudades representan: “La distancia cronológica oculta la cercanía que nos une como seres humanos a los habitantes de Pompeya y Herculano.” En estos sitios, el Vesubio no solo dejó una fortuna arqueológica, sino también una ventana única hacia el drama y la resistencia de sus habitantes, recordándonos que, a pesar de los siglos, compartimos con ellos la misma esencia humana.