
Fardos funerarios encontrados en la Pirámide de Huallamarca (Perú). Fuente: Wikipedia.
29 de enero de 2025. El doctor Ricardo Ortega Ruiz, profesor del Grado en Criminología de la Universidad Isabel I director del Instituto de Formación Profesional en Ciencias Forenses, ha publicado un artículo titulado "La modificación craneal intencional en la costa del Pacífico de la América prehispánica" en el IX Congreso Nacional de Arqueología. Este trabajo de investigación ha sido posible gracias a la colaboración de Claudia Villa Robles, arqueóloga del Museo del Sitio de Huallamarca (Perú) y Marta Baselga Lahoz, del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón. Este estudio explora una práctica ancestral en América que demuestra cómo las sociedades prehispánicas influían activamente en la biología humana, alterando de manera deliberada la forma, el desarrollo y el crecimiento de los huesos del cráneo.
Motivaciones históricas
La deformación craneal intencional es una práctica que se remonta a miles de años antes de Cristo, con evidencias de su aplicación en todos los continentes. Sin embargo, su uso y variabilidad fueron particularmente prominentes en Mesoamérica y Sudamérica. “Esta práctica se iniciaba a temprana edad en las sociedades prehispánicas del Perú, en los primeros meses de vida y hasta los 3 años, cuando los tejidos del cráneo son todavía flexibles y durante la etapa de crecimiento del cerebro. La técnica requería cierta experiencia y su aplicación tenía distintos significados culturales y sociales”, explican los autores ya que un mal procedimiento podía ocasionar la muerte del pequeño.
Culturas prehispánicas como los moche, chimú, paracas, nazca e inca, adoptaron esta práctica y se observa en más de 15 poblaciones diferentes, llegando alguna de ellas hasta el siglo XX, como el caso de los shipibo (en la región amazónica). Los investigadores destacan que “la deformación craneal era una forma permanente y drástica de modificación corporal, que una vez realizada no podía revertirse, acompañando al individuo de por vida”, explica el profesor Ortega Ruiz. Las razones de esta práctica, aunque diversas, estaban profundamente arraigadas en la identidad y cohesión social de estas comunidades.
El proceso consistía en la colocación de elementos rígidos o flexibles ajustados cuidadosamente al cráneo en crecimiento, produciendo lesiones en ciertas zonas y redirigiendo los huecos hacia lugares donde se ejercía menor presión, modificando la forma del cráneo de redonda a ovalada. Los estudios previos señalan que esta práctica pudo ser practicada inicialmente por los incas y se extendió a otras poblaciones conquistadas como una forma de incorporarlas al sistema político.
Estudio de los huesos craneales
El artículo también se centra en los aspectos biológicos y anatómicos de esta modificación. Poco después del nacimiento, algunas fontanelas del cráneo se van cerrando pero “la flexibilidad de los tejidos continúa permitiendo la expansión del cerebro que alcanza el 50% de su tamaño a los 6 meses de edad y el 75% a los dos años. Con un crecimiento más lento a partir de esta etapa, el cerebro alcanza la totalidad de su desarrollo a los 10 años de edad”, explica el profesor Ortega Ruiz.
Un hallazgo clave de esta investigación es la identificación de deformaciones tabulares oblicuas con morfología bilobular, resultado de presiones que cerraban la sutura coronal y derivaban la presión a la sección dorsal de los huesos parietales. “Este tipo de deformación generaba un aspecto de dos lóbulos en el cráneo”, explican los autores del estudio.
El estudio también documenta patologías asociadas, como la hiperostosis porótica, resultado del estrés mecánico sobre el cráneo. “Esta condición se observó en la totalidad de los individuos afectados, particularmente en las inmediaciones de las suturas y puntos de concentración de presión”.
La pirámide de Huallamarca
Las excavaciones realizadas en la Pirámide de Huallamarca han permitido realizar este estudio. Esta estructura se construyó entre el año 200 y 100 a.C., y actualmente se encuentra en el distrito de San Isidro, en la provincia de Lima. El monumento fue utilizado como templo, con un cementerio que se situaba en el extremo suroeste. Entre el 400 y el 1400 d.C. el templo fue reutilizado y convertido en cementerio y lugar de almacenamiento, albergando diversas estructuras funerarias.
Pirámide de Huallamarca. Fuente: Museo de Huallamarca.
En las distintas excavaciones realizadas entre los años 50 y 90 del siglo XX, los arqueólogos hallaron alrededor de 598 cráneos de los cuales, 73 estaban deformados, y que han sido objeto de la investigación realizada por el equipo del profesor Ortega Ruiz.
Implicancias biológicas y sociales
La práctica de la deformación craneal no solo tenía implicaciones estéticas y culturales, sino también biológicas significativas. El desplazamiento del centro de gravedad se realiza hacia el frontal, lo que genera una sobrecarga en el músculo posterior (esplenio), al tiempo que aleja el arco cigomático hacia el punto bregma y aproxima más a la sutura de un deformado esfenoides.
Los investigadores señalan que “la alteración del punto de equilibrio del cráneo afectaba la articulación del cuello, generando sobrecarga en los músculos posteriores”. Estas modificaciones podían incluso resultar en la formación de un ponticulus posticus, un puente óseo que distribuía la presión adicional generada por el cambio de morfología craneal.