Luca Moratal Romeu - Jue, 16/12/2021 - 09:00
Selección de personal.
Serie: 'Gestión de personas y talento en la era digital' (XII)
A menudo las disciplinas no filosóficas desconocen los beneficios que podrían derivar del tratamiento filosófico de determinados conceptos. Uno de estos conceptos —o problemas, o temas— que, objeto de atención principalmente filosófica, podría enriquecer la reflexión en otros ámbitos, y muy particularmente, en el de la gestión de recursos humanos, es el de vocación.
Esta noción ha encontrado mayor y más relevante centralidad en la filosofía de José Ortega y Gasset, que, en la obra 'En torno a Galileo' (1933), la presenta como “el ingrediente más extraño y misterioso del hombre” (Ortega [1933] 1964, 138). La vocación, para Ortega, tiene, en primer lugar, un componente centrífugo: el proyecto vital en que la vocación es imaginado por el hombre. Con permiso de Schopenhauer, puede hablarse, parcialmente, de la vocación als Wille und Vorstellung (como voluntad y representación). Por otra parte, sin embargo —y he aquí lo “misterioso”—, esos diversos proyectos vitales imaginados “no se nos presentan con un cariz igual, sino que una voz extraña, emergente de no sabemos qué íntimo y secreto fondo nuestro, nos llama a elegir uno de ellos y excluir los demás” (ibid.). De ahí que la vocación sea esencialmente, como revela su etimología (vocatio, vocare), llamada, interpelación; procedente de lo que, en sus 'Ideas sobre Pío Baroja' (1916), Ortega había bautizado como “el fondo insobornable” de todo hombre.
Dibujo de Ortega y Gasset.
A efectos profesionales, la consecuencia más inmediata de estas consideraciones es una doble posibilidad: el ejercicio de una profesión con vocación o sin ella. “A veces, la vocación del individuo coincide con las formas de vida, que se denominan según los oficios o profesiones. Hay individuos que, en efecto, son vitalmente pintores, políticos, negociantes, religiosos. Hay muchos, en cambio, que ejercen esas profesiones sin serlas vitalmente” (Ortega [1930] 1963, 656). Una hipótesis que me atrevería aventurar es que, viniendo la aptitud del gestor de recursos humanos dada por su habilidad para seleccionar a la persona (más) capacitada para ejercer la profesión de que se trate, lo que determina en cambio su genialidad es la facultad de discernir al profesional vocacional del no vocacional. Al que "es vitalmente" la profesión, del que simplemente la ejerce.
Probablemente unos y otros son necesarios en la generalidad de las organizaciones. Establecer una suerte de filtro vocacional para el acceso a éstas no parece ni practicable ni deseable. Con todo, tanto el gestor de recursos humanos como el mando competente para la asignación de responsabilidades, harían bien en tomar en consideración como un factor más a tener en cuenta, este misterioso ingrediente. Por poner un ejemplo concreto, siempre hipotético, una función singularmente onerosa (en términos, pongamos, de dedicación temporal, o de presión) puede constituir un privilegio para el empleado vocacional, al tiempo que una tortura para el no vocacional. Y ello porque, como enseña la máxima tomista, agere sequitur esse, de Summa contra gentiles III, 69. El obrar sigue al ser. Incómoda verdad en la era del “puedes conseguir todo lo que te propongas”, pero inescapable principio a la hora de definir el más fructífero equilibrio competencial.
Referencias:
Ortega y Gasset, J. (1916). “Ideas sobre Pío Baroja”, en: Obras completas. Tomo II, Revista de Occidente, Madrid, 1963, 69-102.
Ortega y Gasset, J. (1930). “Intimidades”, en: Obras completas. Tomo II, Revista de Occidente, Madrid, 1963, 635-663.
Ortega y Gasset, J. (1933). En torno a Galileo, en: Obras completas. Tomo V, Revista de Occidente, Madrid, 1964, 9-164.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1816
Burgos, España
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Gestión de Personas y Talento en la era digital
Esther Centeno replied on
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