Diego Arceredillo Alonso - Lun, 18/01/2021 - 10:00
La pandemia que lleva sufriendo nuestro planeta (o mejor dicho nuestra especie, para no situarnos dentro de un ecosistema por encima del resto de los seres vivos), nos está ofreciendo no sólo unos datos cada vez más preocupantes sobre incidencias y muertes en todos los países, sino que también está haciendo que muchos profesionales de la comunicación hayan tenido que empezar a “lidiar” con conceptos que no habían sido empleados anteriormente. Algunos de estos datos se han adaptado a la comunicación social a partir de términos que presentan una fuerte base biológica que, si se desconoce, puede conllevar a errores de interpretación, y en muchos casos, a la aparición de una alarma social injustificada. Esta alarma se produce muchas veces debido a una transmisión inadecuada de la información, más que a los efectos que dicho problema pueda provocar por sí mismo.
Desde hace unas semanas, desde los medios de comunicación se ha comenzado a hablar de una supuesta tercera ola, posterior a la que tuvo lugar en verano y a la primera que sobrevino en primavera, en la que tuvimos que estar confinados alrededor de tres meses. Sin embargo, hablar hoy en día de tercera ola no sería lo más correcto.
El término ola se emplea para hacer referencia a la expansión de virus estacionales - por ejemplo, la gripe - que aparecen en una determinada época del año y de la que no se vuelve a tener noticias, normalmente, hasta la estación en la que su expansión se ve más favorecida.
Al comienzo de la pandemia se desconocía prácticamente la naturaleza de este virus. Algunos médicos llegaron a hablar de “una especie de gripe” lo que hizo que se comenzara a utilizar, desde las Administraciones públicas y los medios de comunicación, el término ola. Sin embargo, la evolución de los contagios a lo largo del año pasado demostró la poca estacionalidad del virus, y por lo tanto, el error al hablar de olas.
Este hecho es importante no sólo para llevar a cabo mejoras en la vacunación y en la gestión de las medidas de distanciamiento social, sino que también influye en el posible comportamiento de la sociedad. Hablar de olas manda a la sociedad un mensaje equivocado – el virus estará presente durante unos meses y ausente durante otros a lo largo del año - lo que conlleva a una relajación en las medidas de protección individual de la población.
En julio de 2020, Margaret Harris, médica y portavoz de la Organización Mundial de la Salud trató de matizar que el comportamiento del coronavirus no parecía estacional y que por lo tanto no sería correcto hablar de una segunda y, ni mucho menos de una tercera ola, sino de una gran ola que iría subiendo bajando a lo largo del año. Estas subidas y bajadas dependen mucho de las medidas tomadas en los diferentes países y de la responsabilidad individual de los ciudadanos.
La gestión de las Administraciones públicas y la información que, desde los medios de comunicación, se envía a los ciudadanos es vital para evitar comportamientos poco adecuados que impliquen un incremento de los casos y una prolongación, en el tiempo, de la pandemia.
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