Víctor Cazurro Barahona - Vie, 05/06/2015 - 17:37
Todavía colea la polémica surgida a raíz de la monumental pitada al Himno de España en la Final de la Copa del Rey celebrada en Barcelona. Por desgracia, este tipo de cosas también encajan en la definición de typical Spanish y a mí, personalmente, me abochornan.
No voy a abordar el asunto desde el punto de vista jurídico ni entraré a valorar si silbar al himno forma parte del derecho fundamental a la libertad de expresión (que, como toda libertad, tiene su límite donde empieza el derecho del prójimo). Es un asunto que considero pertenece al ámbito de la cultura de un pueblo, de educación y de respeto.
Por suerte, estos sucesos suelen tener connotaciones muy locales y de poca repercusión fuera de la piel de toro; probablemente porque fuera de nuestras fronteras es difícilmente explicable que sucedan estas cosas.
Más bien sucede lo contrario: todavía está fresco en la memoria el mítico partido del Torneo Seis Naciones, disputado entre Irlanda e Inglaterra en Croke Park, Dublín, en 2007.
Los que hemos tenido la suerte de vivir, conocer y profundizar en la cultura irlandesa durante años sabemos que no es precisamente simpatía lo que los latinos del norte sienten por sus vecinos ingleses. Por ello es bueno conocer la historia y dar el valor que merece a lo que sucedió en Dublín antes de aquel partido de rugby.
La historia se remonta a 1920, en plena Guerra de Independencia irlandesa. En ese mismo estadio, y durante un partido de fútbol irlandés, irrumpen tropas británicas disparando de forma indiscriminada contra el público. El resultado: trece espectadores muertos y un jugador, Michael Hogan, que hoy da nombre a una de las gradas del estadio.
Durante casi un siglo, todo lo inglés queda proscrito, prohibido en Croke Park, que se convierte en un templo de todo lo que significa la cultura y la identidad irlandesas.
Pero en 2007, el estadio habitual en el que Irlanda juega sus partidos de rugby está en obras y la única alternativa para jugar el partido del Seis Naciones contra Inglaterra es… Croke Park. El orgullo irlandés se siente 'tocado' y las semanas previas al partido son un ir y venir de temores, tensiones y declaraciones criticando que se permita a los ingleses pisar ese «césped sagrado», y lo que es más, permitir que suene el God Save the Queen.
Incertidumbre en los instantes previos al partido. ¿Habrá silbidos, abucheos al himno inglés? Las emociones a flor de piel cuando ambos equipos salen al campo y se alinean para escuchar los himnos. Comienza el God Save the Queen. Los jugadores ingleses también saben lo que significa ese escenario, lo sucedido hace años y lo especial de la situación. Durante la interpretación solo se escucha cantar al equipo y a los aficionados ingleses presentes en el estadio. La afición irlandesa escucha seria, respetuosa y en silencio, y al final: aplausos.
La emoción se dispara cuando suenan las primeras notas de A Soldier's Song (La canción del soldado); y, no solo los 80.000 irlandeses allí presentes, sino toda Irlanda canta a pleno pulmón su himno, orgullosos de su tierra, su patria y su cultura. Conscientes de lo que ese momento significa, algunos de los jugadores irlandeses ('tíos como castillos') rompen a llorar de emoción. Dos de los jugadores de la selección que son de Irlanda del Norte, aunque no cantan, aguardan respetuosos, solemnes, a que finalice el himno para relajar el gesto.
Inmediatamente después se interpreta el Ireland’s call (La llamada de Irlanda - utilizada como himno en los partidos de la selección nacional de rugby).
Dos naciones, dos himnos, dos banderas, una historia tremenda en el trasfondo y, a pesar de todo, respeto.
No sé si esta aura de orgullo, emoción y respeto hubo que agradecérselo al sano ambiente que siempre rodea el rugby (en España sucede lo mismo en los campos de la Liga Nacional) o si se trató de dos naciones que cerraban sus viejas heridas a base de respeto y de dar una lección al mundo entero de cómo se afrontan estas situaciones.
Para los que queráis 'vivir' ese momento de tolerancia y respeto mutuo, os dejo el enlace a ese extraordinario momento vivido en 2007 en Dublín.
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