Nelia Mediavilla de Pedro Profesora del Grado en Nutrición Humana y Dietética
Jue, 04/03/2021 - 10:05
Imagen de una mujer con una cinta metrica entre las manos que tapan la cara y dejan ver solo un ojo
 
El incremento de la obesidad es uno de los retos más difíciles en salud pública que debe afrontar la sociedad actual, según la OMS la prevalencia a nivel mundial de la obesidad desde 1975 casi se ha triplicado.
 
Según estudios nacionales la prevalencia de sobrepeso en población adulta española alcanza el 39,3%, y la prevalencia de obesidad el 21,6%, además, estas cifras aumentan significativamente con la edad.
 
La obesidad se define como una enfermedad crónica caracterizada por la acumulación anormal o excesiva de grasa en el organismo que puede ser perjudicial para la salud. El exceso de energía depositada en forma de triglicéridos produce un aumento del peso corporal.
 
Para diagnosticar obesidad, tradicionalmente se ha utilizado el IMC, entendido como el peso dividido entre la estatura al cuadrado, sin embargo en la actualidad no se utiliza en la práctica clínica ya que no se puede clasificar al sujeto solo en base a su porcentaje de grasa corporal y únicamente se utiliza para estudios poblacionales.
 
Actualmente se utiliza el criterio del porcentaje de grasa corporal, obtenido mediante antropometría o bioimpedancia eléctrica, se considera que una persona tiene exceso de grasa cuando el porcentaje se sitúa por encima de los valores considerados normales. Para los varones oscila en torno al 12-20% y para las mujeres en torno al 20-30% en edad adulta. Estos valores varían dependiendo del sexo y edad. Para ello existen tablas de referencias utilizadas por los dietistas-nutricionistas para elaborar correctamente la categorización.
 
Según dónde esté localizada, se distinguen tres tipos de obesidad:
 
Obesidad ginoide o tipo pera, en la que el exceso de grasa se localiza en muslos y glúteos; está relacionada con problemas venosos en las extremidades inferiores.
Obesidad androide o tipo manzana, donde el exceso de grasa se localiza alrededor de la cintura, rodeando a las vísceras; se relaciona con mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo II. 
Obesidad de distribución homogénea.

¿Cuáles son los factores de riesgo para desarrollar obesidad?

En la etiopatogenia de la obesidad intervienen varios factores, algunos son modificables,como los ambientales y otros no, como los genéticos.
 
Actualmente, se consideran otros factores que hasta la fecha no han sido tan relevantes y que están directamente implicados, al igual que los anteriores, en el desarrollo de esta enfermedad: factores endocrinos (hipotiroidismo mal controlado, síndrome de ovario poliquístico, etc), neurológicos (asociados a fármacos como antidepresivos tricíclicos), psicológicos (depresión o ansiedad) y relacionados con la microbiota intestinal.
 
Las últimas investigaciones apuntan a que una de las causas que cobra mayor importancia en la etiopatogenia de la obesidad es la alteración cualitativa y cuantitativa del microbiota intestinal. En humanos obesos, se ha descrito un incremento del ratio Firmicutes/Bacteroidetes, lo que produce un desequilibrio o disbiosis intestinal. Además, se ha descubierto que la composición de la flora intestinal determina la eficacia en la extracción de la energía de los alimentos, así como una mayor o menor tendencia a depositar el exceso de energía en forma de triglicéridos (definición de obesidad).

¿Cuáles son los pilares en el tratamiento de la obesidad?

La alimentación, al igual que la práctica de ejercicio físico, el descanso nocturno y la gestión del estrés, juega un papel fundamental para prevenir y tratar el sobrepeso y la obesidad.
 
A consecuencia de la presión social por “estar delgado” y debido al gran número de personas que hoy tienen obesidad, cualquier planteamiento tiene posibilidades de ser muy lucrativo. Por esto, existen infinidad de dietas milagro para el tratamiento de la obesidad.
 
Todas estas dietas se basan en una restricción calórica muy acentuada utilizando estrategias que se alejan de lo que se considera saludable tanto a nivel físico como a nivel mental, apoyadas por argumentos seudo científicos y una estrategia de marketing convincente, y que esconden una monotonía alimentaria y producen deficiencias nutricionales y desgaste físico y emocional.
 
Algunas de ellas son la dieta del test ALCAT, las dietas disociativas en las que no se puede consumir determinados macronutrientes juntos porque inducen al aumento de peso, la dieta de la fase lunar o la dieta de sirtfood, famosa por ser la elección de la artista Adele.
 
Alguna de las consecuencias más evidentes derivadas de este tipo de estrategias una vez que se abandonan, es la pérdida de masa muscular y el aumento de peso a expensas de masa grasa, conocido como “efecto rebote” o “yo-yo”.

¿Por qué se produce este efecto?

El organismo al estar sometido a una situación de estrés metabólico, secundario a la gran restricción calórica, pone en marcha una serie de adaptaciones metabólicas para evitar la pérdida de peso como es la disminución del gasto energético (nuestra genética está diseñada para sobrevivir en situaciones de escasez, y ésta es una de ellas), por lo que una vez que se recuperan los hábitos alimentarios, ya que no existe reducación nutricional, la energía proporcionada al organismo es mayor, y por lo tanto, ese exceso de energía, se acumula y deposita en forma de grasa.

¿Cómo podemos detectar una dieta milagro?

  • Basa la alimentación en prohibir determinados alimentos o grupos.
  •  Algunas ingestas se han de sustituir por batidos détox, barritas energéticas proporcionadas por la empresa...
  • Ofrecen resultados prometedores tanto físicos como psicológicos en un periodo de tiempo determinado.
  • Las pautas son generales, no existe personalización en función de las necesidades individuales.
  • Para dar mayor credibilidad, suelen utilizar testimonios de personas famosas o supuestos profesionales de la salud y fotografías con el antes y el después para demostrar los resultados obtenidos.

La restricción calórica es necesaria para la pérdida de grasa, siempre que esté controlada por un dietista-nutricionista y ligada a la reeducación nutricional, ya que es determinante para mantener el peso perdido a largo plazo y garantizar unos buenos hábitos dietéticos y de vida, acompañados siempre de un estilo de vida activo, un buen descanso y una buena gestión emocional.

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