Carlos Medina Pérez - Jue, 02/07/2015 - 09:46
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad desmielinizante y crónica del sistema nervioso central que representa la causa más frecuente de discapacidad neurológica en adultos jóvenes (Sadovnick, 1988). Se calcula que el número de personas afectadas en España se sitúa en torno a los 46.000 casos, de los cuales el 70% de las pacientes son mujeres, mientras que el 30% restante son hombres.
Entre otros síntomas, la EM se caracteriza por deteriorar la fuerza y la función muscular de los afectados (Ng, 2004), provocando un mayor deterioro en las extremidades inferiores (Lambert, 2001), lo que disminuye la capacidad de ambulatorio de pacientes con EM. Esta disminución de la capacidad ambulatoria finalmente resulta en una pérdida de calidad de vida debido, al menos en parte, a una reducción en la actividad física.
Durante décadas, la práctica de ejercicio físico estuvo prohibida en pacientes afectados por esta patología. Entre otros motivos se argumentó que el ejercicio físico podía provocar una exacerbación de los síntomas por aumento de la temperatura corporal, incremento de la fatiga y/o aumento en el número de brotes o recaídas. Sin embargo, en la última década, la evidencia científica ha puesto de manifiesto la eficacia del ejercicio físico como herramienta terapéutica coadyuvante en la rehabilitación de las personas afectadas por esta enfermedad.
Con el fin de establecer el punto de partida desde el que el profesional de las Ciencias de la Actividad Física y el Deporte debe comenzar para prescribir ejercicio físico en esta población, desarrollamos el siguiente decálogo:
- El ejercicio físico ni mejora ni modifica el pronóstico de la enfermedad.
- El ejercicio físico es una herramienta rehabilitadora que beneficia a las personas afectadas por esclerosis múltiple y no ejerce efectos nocivos sobre la enfermedad.
- La práctica de ejercicio físico debe ser supervisada por un especialista. Además, esta debe ser variada y regular.
- La práctica de ejercicio físico debe ser desarrollada en condiciones que garanticen la seguridad del paciente.
- El entrenamiento debe ser individualizado y ajustado a las características de cada afectado.
- El entrenamiento debe buscar como objetivo prioritario el aumento de la fuerza muscular, especialmente de la extremidad inferior. Aunque también puede practicar ejercicios orientados a la mejora de la capacidad aeróbica y/o de la flexibilidad.
- El entrenamiento físico, independientemente del tipo que se practique, debe ser progresivo. Se debe comenzar por intensidades de trabajo bajas o moderadas e ir aumentando progresivamente la intensidad del trabajo realizado.
- El tiempo de descanso posterior al ejercicio debe ser respetado para permitir una adecuada recuperación y conseguir los efectos deseados sobre nuestro organismo.
- Debido a la naturaleza inestable de la enfermedad, resulta necesario reevaluar periódicamente las capacidades físicas del paciente y el curso de su enfermedad, por si fuera necesario modificar el programa de ejercicio propuesto.
- Se debe disponer de los mecanismos necesarios que permitan evaluar la aplicación y los efectos del programa de entrenamiento utilizado.
Finalmente, recuerda que la prescripción de ejercicio físico en poblaciones especiales debe ser dirigida y supervisada por personal especializado. Una labor para la que los graduados en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Isabel I reciben formación específica, tal y como se contempla en el plan de estudios de la titulación.
Referencias bibliográficas:
- Lambert CP, Archer RL, Evans WJ. «Muscle strength and fatigue during isokinetic exercise in individuals with multiple sclerosis». Medicine and Science in Sports and Exercise 2001; 33: 1613-1619.
- Ng AV, Miller RG, Gelinas D, Kent-Braun JA. «Functional relationships of central and peripheral muscle alterations in multiple sclerosis». Muscle Nerve 2004; 29: 843-852.
- Sadovnick, A. D., Baird, P. A. & Ward, R. H. (1988). «Multiple sclerosis: Updated risks for relatives». American Journal of Medical Genetics, 29, 533–541.
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