Javier Diz Casal - Mié, 24/03/2021 - 11:00
Hoy día 24 de marzo celebramos el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con las Violaciones de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas gracias a un decreto de las Naciones Unidas en el año 2010.
El origen de este día señalado se puede depositar en la fecha en la que el arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero fue asesinado por sus vindicaciones y denuncias sobre casos de violación de los derechos humanos. Esto dio como resultado la elaboración del Informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. No obstante, existen en la historia muchos Óscares Arnulfos Romeros anónimos.
“La verdad” es un concepto imponente, vapuleado y utilizado por cuales sean las partes en el desarrollo histórico de una etapa. La verdad ha sido algo tratado desde muy diversas disciplinas y todo el mundo parece querer engalanarse con ella como si se tratase de un poder investido de inerrabilidad y, ciertamente, ha habido demasiadas verdades dogmáticas presentadas como elementos inamovibles cuando solamente son trasuntos de la vasta relatividad en la que vivimos, hay un elemento de decisión en algunos tipos de verdad.
De manera remota, la filosofía, las matemáticas y la teología han tratado de dar cuenta de diversas definiciones de “verdad”. La alétheia en nuestras realidades de influjo helénico ha venido marcando el significado de sus términos derivados desde la significancia de lo “desvelado”. Así la verdad tiene siempre un origen velado, desvelado por el empeño de las sociedades y, aun de las personas para definir la realidad y los sucesos que en ella ocurren de una manera atinente a sus creencias. La creencia, aunque para algunos doxóforos de la razón pueda llegar a ser un opio del pueblo, está detrás de nuestra manera de comprender el mundo, está incluso detrás de las lógicas más robustas, porque, en última instancia, entendemos el mundo desde unos esquemas de imaginación y significación social (por simplificar: imaginarios sociales) que nos permiten y obligan y, como señala Manuel Antonio Baeza, los imaginarios sociales no se disponen de acuerdo a los procesos racionales y tienen que ver con "la libertad relativa del creer”, “Yo creo que las cosas son así (porque las imagino)". Así que la “verdad” posee también un gran componente imaginado.
En este recorrido revelador, no exento en absoluto de la decisión, colectiva e individual, se ha posado sobre elementos del todo instituidos como el derecho. Así, podemos encontrarnos con el concepto de “verdad jurídica”. Indica Yasmin Naqvi que esta asunción de la verdad como elemento enmarcado en un sustrato jurídico ha venido a suponer un “restablecimiento y mantenimiento de la paz”, además de suponer un proceso de revalorización de las víctimas de crímenes de lesa humanidad. En este sentido la verdad posee una gran relación con la legitimación de los relatos. Así entonces, el acercamiento a la verdad como medio inalienable para la revalorización de la dignidad de las Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos tiene como objetivo también producir un impacto en los relatos. Un buen ejemplo es el de las personas represaliadas en la Guerra de España del 39 (la mal llamada Guerra Civil Española) que el relato del régimen ensalzó como una conquista cruzada en términos de verdad cuasi teológica, ahí podemos encontrar la Ley de Memoria Histórica que trata de reparar el daño causado a las víctimas e invisibilizado durante decenios. Hay muchos ejemplos desgraciadamente: el comercio árabe de esclavos en el siglo XIX, los asesinatos en masa bajo la responsabilidad de Chiang Kai-shek, el Holocausto asiático, el Holocausto Nazi, los gulags de la Unión Soviética, los Crímenes de guerra durante el Guerra afgano-soviética, el Genocidio de Ruanda o el Exterminio de disidentes en los centros de detención estatales sirios por poner algunos casos relativamente recientes.
Mapa de fosas comunes de la Guerra Civil y el franquismo | Ministerio de Justicia.
El derecho a la verdad viene a luchar contra la indiferencia, esa que se ha alzado, durante demasiado tiempo, como una pestilencia tumularia que sostiene el estertor de la injusticia, algo tan sumamente justo como la equidad en las posibilidades de las vidas de las personas era lo más imposible de este mundo. Sencillamente siempre habría dolor por un desamparo social y comunitario, de ese sentimiento que condena a la soledad y al ostracismo emocional, a una vida de constantes vapuleos que pretenden destrozar los más hermosos esquemas que hemos sido capaces de construir en nuestra loca pretensión de vivir la realidad de la manera en que lo hacemos: los Derechos Humanos.
Así el Día Internacional del Derecho a la Verdad como medio inalienable para la revalorización de la Dignidad de las Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos supone un cabo de guía referente que pretende recordar que en la actualidad sigue existiendo luz de gas sobre relatos de los más atroces crímenes contra las personas.
“La vela no arde por nosotros, sino por todos aquellos a quienes no conseguimos sacar de prisión, a quienes dispararon camino de la cárcel, a quienes torturaron, secuestraron o hicieron 'desaparecer'. Para eso es la vela.” Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional
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