Sonia López-Rubio - Mié, 08/03/2023 - 08:25
La Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Isabel I en el 8 de marzo.
Serie: 'El ABC de la Psicología' (XVI)
Hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer. Un recordatorio anual de la lucha de las mujeres por integrarse y participar de forma activa en la sociedad.
Sin embargo, a la par de esta progresiva visibilización de la mujer a todos los niveles y en todos los estamentos de la sociedad, se han ido manteniendo una serie de estereotipos sobre su salud mental que, lejos de ser reales, mantienen a las mujeres en esa concepción de seres vulnerables.
Aunque han sido muchos los estudios que durante años han informado de una peor salud mental en las mujeres, actualmente se reconoce que tal afirmación carece de consistencia y está basada en tres planteamientos sesgados.
La supuesta peor salud mental de las mujeres.
En primer lugar, las mujeres están expuestas a una mayor presencia de factores de riesgo como el desempleo, el bajo nivel socioeconómico y educativo, condiciones de desigualdad, la violencia de género o la escasez de apoyo social, entre otros (Ramos-Lira, 2014).
En segundo lugar, los roles y patrones de conducta socialmente impuestos, condicionan no sólo la forma en la que las mujeres y los hombres manifiestan su sufrimiento psicológico, sino también las estrategias que utilizan para satisfacer sus necesidades de atención psiquiátrica. Es mayor la frecuencia de solicitud de ayuda profesional por algún problema de índole psicológica, por parte de las mujeres, lo que incrementa las cifras de prevalencia de trastornos mentales en el sexo femenino (Montero et al., 2004).
Finalmente, ha existido una corriente, principalmente desde el modelo biomédico, que ha defendido la existencia de diferencias biológicas como la principal razón de dicha supuesta vulnerabilidad a sufrir problemas o trastornos mentales por parte de las mujeres, patologizando procesos completamente naturales, como la menstruación (Bacigalupe et al., 2020).
La patologización de un proceso natural como es la menstruación.
En los últimos años además, y como consecuencia de los cambios sociales producidos en el mundo occidental en relación con la incorporación de la mujer al ámbito laboral, se ha puesto el foco de interés en el trabajo remunerado como factor de riesgo para el desarrollo de problemas de salud mental en las mujeres.
En este sentido, tradicionalmente se ha asociado el empleo con trastornos como depresión, ansiedad o estrés en las mujeres, sin tener en cuenta la presencia de una serie de variables que están influyendo en el desarrollo y mantenimiento de estas patologías.
Sin embargo, las investigaciones más recientes sí que han aislado diversas variables que influyen, de forma significativa, en el papel que el trabajo desempeña en el bienestar psicológico de las mujeres (Montero et al., 2004).
Así, la sobrecarga de trabajo, el conflicto a nivel emocional entre las demandas que surgen en los diversos roles que la mujer desempeña (familiar, laboral), y diferentes conductas de riesgo, parecen ser los factores que más se relacionan negativamente con la salud mental de las mujeres trabajadoras.
Por otra parte, un buen ajuste maternal y marital, buenas condiciones laborales, los ingresos, una elevada autoestima y bueno hábitos saludables, se relacionan positivamente con su bienestar psicológico.
De hecho, si aislamos los factores de riesgo comentados anteriormente, la investigación científica indica que el trabajo remunerado influye positivamente en el bienestar y la autoestima de las mujeres, concede un mayor sentido de autonomía y acceso a los recursos para hacer frente a las demandas que se les plantean en su día a día, reduce los síntomas de depresión y ansiedad, mejora el estatus social y contribuye a ofrecer oportunidades únicas para su desarrollo personal y la promoción de la salud mental (Modini et al., 2016).
El trabajo remunerado influye positivamente en la salud mental de las mujeres.
Por tanto, y, en conclusión, cualquier referencia a la salud mental de las mujeres en términos generales, y en abstracto, resulta hoy inadecuada, errónea y claramente sesgada por estereotipos de género.
Referencias
Bacigalupe, A., Cabezas, A., Baza, M. y Martín, U. (2020). El género como determinante de la salud mental y su medicalización. Gaceta Sanitaria, 34(S1), 61-67.
Escalera, M. E. y Sebastián, J. (2000). Trabajo y salud en la mujer: análisis comparativo de mujeres con trabajo remunerado y amas de casa. Clínica y Salud, 11(2), 195-229.
Modini, M., Joyce, S., Mykletun, A., Christensen, H., Bryant, R. A., Mitchell, P. B. y Harvey, S. B. (2016). The mental health benefits of employment: Results of a systematic meta-review. Australasian Psychiatry, 24(4), 331-336.
Montero, I., Aparicio, D., Gómez-Beneyto, M., Moreno-Küstner, B., Reneses, B., Usall, J. y Vázquez-Barquero, J. L. (2004). Género y salud mental en un mundo cambiante. Gaceta Sanitaria, 18(Supl. 1), 175-181.
Ramos-Lira, L. (2014). ¿Por qué hablar de género y salud mental? Salud Mental, 37(4), 275-281.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1832
Burgos, España
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