Carlos Pérez Atanet - Vie, 17/06/2016 - 18:14
Situado a orillas del Báltico, con solo 1,3 millones de habitantes, Estonia es un pequeño país en cuanto a población, pero una de las referencias mundiales en lo que al sector de las nuevas tecnologías se refiere. Cuna de empresas como Skype, actualmente registra el número más alto de startups (empresas innovadoras que se crean con poca inversión inicial) por persona de toda Europa.
Como destacaba esta semana Rasmus Lumi, embajador de Estonia en España, durante la conferencia ‘TechDay60’, el país es claramente «un modelo a imitar» si hablamos de sociedad digital. Cuenta con el sistema de identificación y firma electrónica más avanzado del mundo, que permite que actualmente el 99% de los estonios haga sus declaraciones de la renta de manera online y en solo tres minutos o que el 98% de los medicamentos se prescriban a través de la red. Incluso han creado algo que llaman e-Residencia, también conocido como «la startup del Gobierno», un sistema de identificación transnacional del que cualquier persona, sea del país que sea, puede formar parte, consiguiendo una identificación digital que permite firmar y gestionar empresas en Estonia desde cualquier parte del mundo.
Por supuesto, esta digitalización de la sociedad afecta también a la educación, donde los esfuerzos a nivel gubernamental se están centrando en lo que llaman el «alfabetismo digital», siendo Estonia uno de los primeros países del mundo en los que la enseñanza de la programación informática se ha convertido en parte de la educación general.
Ante este panorama, la facilidad para hacer negocios se ha convertido en una de las señas de identidad del país: «En Estonia, cuando creas una empresa, lo haces online. Necesitas solo unos 20 minutos para poner en marcha un negocio legalmente operativo por esta vía», decía Rasmus Lumi esta semana en la conferencia que ha tenido lugar en Burgos.
Las firmas de contratos, las operaciones bancarias… En Estonia todo eso que aquí llamamos ‘papeleo’ se hace a través de Internet, con el consiguiente ahorro de tiempo y, sobre todo, de dinero; algo fundamental en un país cuyo objetivo se llama «burocracia cero» y cuyo lema en lo que a la gestión económica se refiere es «nunca aplaces la consolidación fiscal para mañana».
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