Sergio España Chamorro Profesor del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte
Mar, 20/02/2018 - 16:16

Serie Haciendo historia (XI)

Muchas veces la gente se pregunta por qué el gentilicio de Huelva es onubense, el de Badajoz pacense, el de Ceuta septense, el de Pontevedra duopontino o de dónde sale la i para que alguien de Lérida se llame ilerdense. Quien es de una ciudad con un gentilicio “anómalo” quizás sepa de dónde viene esta terminología, pero en ocasiones muchas personas no saben que esta curiosa manera de denominar a los habitantes de ciertas ciudades tiene un origen en el nombre latino de las ciudades de la Hispania romana o a un vínculo con la toponimia griega peninsular.

Mapa de Hispania Romana con los topónimos latinos. | By Iberia 17BC-pt.svg: Alcides Pinto (talk · contribs) derivative work: Rowanwindwhistler (Iberia 17BC-pt.svg) [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], via Wikimedia Commons

Para aquellos que hemos decidido embarcarnos en el estudio de la Antigüedad nos es bastante familiar percibir el origen de esos nombres, como el de gimnesiense, aquel que viene de las Gimnesias (el nombre griego para referirse a Mallorca y Menorca), los norbienses, también conocidos como cacereños (provenientes de Norba Caesarina, hoy conocida como Cáceres), los habitantes de la Osca romana (Huesca) siguen siendo oscenses y qué decir de los lucenses de Lucus Augusti, la actual Lugo.

Los gentilicios españoles son un verdadero puente con la Antigüedad del que mucha gente no se ha percatado. La conexión del mundo posmoderno con su pasado se torna evidente de una manera sutil. Estos gentilicios que he mencionado son la forma culta que, aunque muchas veces en desuso, sigue conviviendo con una forma más similar al nombre de las actuales ciudades de la geografía hispana. El desarrollo de los gentilicios cultos es un factor condicionante en el proceso de reconfiguración nacional que afectó a toda la Península y supuso un proceso de reformulación de la identidad relacional vinculada al pasado. Esto hizo que, del mismo modo, se reformulase la manera de pensar la identidad colectiva con alusiones directas a las viejas glorias y, principalmente, a la Hispania romana.

Pero España, después de romana, también fue árabe y no cualquier cosa, sino la sede de un Califato. Sin embargo, la idea renacentista ahondaba sus orígenes en el pasado de Grecia y Roma, por lo que, en el caso hispano (o español), la toponimia hispano-árabe no tiene cabida. Rara vez un topónimo árabe entra en las opciones para replantear las formulaciones gentilicias, aunque si se busca, se encuentran excepciones que afectan a localidades de menor entidad como el gentilicio morisco para La Puebla de Cazalla o marucho (quizás proveniente de morucho) para San Nicolás del Puerto. En todo caso, son mínimos.

Un puente desde el pasado (I): la creación de los gentilicios españoles y su vínculo con la Antigüedad

Los gentilicios son una pieza del rompecabezas que nos ayuda a unir y entender nuestra sociedad con nuestra propia Historia. | By James Petts from London, England (Jigsaw puzzle (detail)) [CC BY-SA 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)], via Wikimedia Commons

En la recuperación de una perdida memoria histórica se mira directamente hacia las glorias romanas para la recuperación o creación de gentilicios cultos frente a los gentilicios populares ya existentes. Este proceso afecta a toda la geografía española, pero no a todas las ciudades. Principalmente se dio de manera mucho más profunda en Andalucía y a Extremadura, quizás porque el pasado romano había sido visto como una gran etapa en donde la provincia romana de la Bética, principal foco cultural “romanizado” era un elemento interesante a revitalizar para la formación de la identidad andaluza y extremeña. Eso no quita para que en el resto de la Península se den estos cultismos, sobre todo en ciudades con un importante pasado romano como Tarragona (tarraconense), Salamanca (salmantino) o Zaragoza (caesaraugustano o, incluso, en su forma prerromana: saldubense).

Así, la memoria enraiza con gentilicios tales como aurgitano (Jaén), astigitano (Écija), hispalense (Sevilla), malacitano (Málaga), ursaonense (Osuna), sexitano (Almuñecar), iliberitano (Granada), gaditano (o el prerromano gaderitano para Cádiz) y un sinfín de sugerencias latinas. En otros casos como es el de Córdoba, la práctica invariabilidad del topónimo antiguo (Corduba) al nuevo evitaba una reinvención, pero, pese a todo, se encuentra admitido patriciense (en época romana era casi igual: patricense). Otra adscripción cuanto menos curiosa es la de Almería. ¿Cómo se llamó la ciudad romana que se situó en su solar? Ríos de tinta han corrido al respecto. Algunos dicen que fue la Portus Magnus citada por Ptolomeo (traducido del griego, vendría a significar “Gran Puerto”). Otros dicen que fue el topónimo indígena de Urci. No está claro, por lo que la próxima vez que te encuentres a un almeriense puedes llamarlo también portusmagnense o urcitano, según tus preferencias.

Entrada publicada el 20/02/2018

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-398X

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