David Mota Zurdo - Jue, 03/03/2022 - 11:00
El presidente de Ucrania Zelenski con un tanque de fondo y una bandera en sus manos.
Serie: 'Haciendo Historia' (LXIX)
Europa y, en general, Occidente está asistiendo a momentos de enorme tensión desde que el pasado 24 de febrero Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, enviara numerosos contingentes militares a la región del Donbás, situada al este de Ucrania. El envío de fuerzas de asalto rusas ha sido una maniobra estratégica, fruto de dos hechos fundamentales sujetos a la política imperialista del gigante eslavo y enmarcados en la crisis de Crimea de 2014, donde hubo una fuerte polarización de posturas entre ucranianos rusófilos y pro-europeos y una guerra intermitente en el sureste del país.
Política expansionista de Rusia
En primer lugar, Rusia y su política expansionista se han propuesto absorber esta región porque la considera étnica y culturalmente suya. De hecho, se ha presentado públicamente como el defensor de las libertades del pueblo ucraniano que, según el mensaje del Kremlin, estaría sojuzgado por su pretensión de unirse a Rusia desde hace años. Sin embargo, en esta construcción discursiva, el líder ruso olvidó indicar que en la región hay unos importantes y lucrativos yacimientos de gas y que a la Federación rusa le interesaría sobremanera controlarlos ante la cada vez mayor guerra de precios derivada del mercado de combustibles fósiles. En este sentido, Rusia ha utilizado estrategias de desinformación sobre sus intereses en Ucrania y de deslegitimación del gobierno ucraniano. El gobierno de Volodímir Zelenski ha sido atacado por los medios de comunicación rusos y el Kremlin ha invertido grandes esfuerzos, por un lado, en denominar “hatajo de drogadictos y neonazis” a un gobierno elegido democráticamente y, por otro, en señalar que la utilización de la lengua rusa está prohibida en Ucrania. Es más, Putin ha llegado a manifestar que los ciudadanos del Donbás son víctimas de la barbarie genocida.
Guerras provocadas por Rusia
Pero si se profundiza en estos argumentos efectistas se obtienen otras claves. Viendo en perspectiva el tipo de maniobras que ha realizado Rusia en sus límites geográficos desde que Putin y Medvédev -su tapado- se hicieran con el poder los argumentos barajados por el sátrapa ruso caen desmontados por su propio peso: entre 1999 y 2009 Rusia ha estado inmersa en varias guerras, algunas de ellas muy cruentas como la segunda guerra chechena. Human Rights Watch subrayó al respecto que, en Grozni, su capital, una ciudad devastada en la primera guerra (1994-1999) y de imagen muy similar a Varsovia y Dresde, arrasadas durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas rusas cometieron verdaderas atrocidades contra la población civil, cobrándose la vida de entre 15.000 y 20.000 personas, unas cantidades que se duplican si se tienen en cuenta las bajas de los combatientes chechenos.
Combate en una trinchera.
Con todo, esta no fue la única guerra. En agosto de 2008 se desataron problemas en Osetia del Sur, una región ubicada en el Cáucaso. Rusia contribuyó a la tensión reconociendo la independencia de este país, administrativamente parte de Georgia, para dificultar las aspiraciones de este último de entrar en la OTAN. Los especialistas y corresponsales de guerra denominaron este conflicto como “la guerra de los francotiradores” y pese a durar 9 días se cobró la vida de entre 1.600 y 2.100 civiles osetinos, cerca de 3.000 militares georgianos y entre 67 y 400 militares rusos.
Precedentes del conflicto actual
Segundo. Con el precedente de Osetia del Sur y otros territorios en los que no nos detendremos, el Kremlin ha ido lanzando desde 2014 diferentes envites a la OTAN y la UE acumulando progresivamente contingentes militares rusos en las regiones ucranianas de Donbás y Lugansk. A la par que fue aumentando el número de tropas en la zona desde principios de 2022, el Ejecutivo Putin realizó cada vez mayores críticas a la organización atlántica, al punto de que llegó a condenar la incorporación de países de Europa del Este a la OTAN por incumplir los acuerdos Baker-Gorbachov de febrero de 1990, mediante los que la citada asociación militar se comprometió a no admitir socios de Europa del Este. Ciertamente, desde 1999, fueron incorporándose Polonia, Chequia y Hungría; y en 2004 entraron Rumanía, Bulgaria, Letonia o Eslovaquia, como subrayó Putin. Se podría indicar incluso que la violación de este acuerdo es cierta, pero también lo es, como se ha venido indicando, que la política expansionista de Rusia -según algunos analistas, incluso con miras de recuperar las viejas fronteras soviéticas- es un hecho consumado que dificulta el equilibrio de la Nueva Guerra Fría, como han destacado Mamlyuk (2015) o Stroupe (2006).
La invasión rusa de Ucrania es un claro indicio de esa voluntad por favorecer ese nuevo escenario, repitiendo prácticas ya realizadas en el pasado y dando un golpe sobre el tablero de las relaciones internacionales. Y así se comprueba en lo que ha sucedido en un breve lapso de tiempo estos días. El 21 de febrero de 2022 Rusia reconoció la independencia de la República Popular de Lugansk y de la República Popular de Donetsk y el 24 de febrero inició la invasión de Ucrania a través de una ofensiva militar proyectada con el objetivo de ser “una operación quirúrgica” para atacar infraestructuras militares ucranianas. Sin embargo, se ha podido comprobar que “los blancos” han estado lejos de ser esos “espacios estratégicos”. El ataque a hospitales, centros universitarios, medios de comunicación y edificios gubernamentales en Kiev y Járkov es una muestra evidente de que la praxis del Kremlin difiere de su propaganda.
Fichas de ajedrez en el tablero internacional con Estados Unidos, Ucrania y Rusia.
La resistencia ucraniana liderada por el presidente Zelenski, un cómico que se metió en política tras los sucesos de 2014, o del alcalde de Kiev, el campeón del mundo de boxeo Vitali Klitschko, parece estar dificultando los planes rusos de invasión exprés. Y se está haciendo en un marco abrumadoramente convulso. A finales de febrero, el presidente ucraniano recurrió a la UE para obtener ayuda, solicitando ser reconocidos como miembros de pleno derecho y, de este modo, hacer frente a Rusia. Zelenski ha conseguido el apoyo de la eurocámara para la incorporación de Ucrania a la UE y, a la par, la OTAN se mantiene observante al no ser el país ucraniano parte de ella. Por este motivo, en opinión de muchos, la OTAN vuelve a representar un papel ya conocido e inaugurado en la guerra de Bosnia, el de una organización que no actúa y sólo habla, o como la definieron los bosnios siguiendo sus siglas en inglés: No Action, Talk Only (NATO).
Negociaciones de paz
El 28 de febrero una delegación rusa y otra ucraniana se reunieron en la frontera con Bielorrusia para tratar de pactar un alto el fuego y lograr la retirada de las tropas rusas. Pero no hubo acuerdo. Desde entonces las amenazas se han convertido en carta de naturaleza de esta guerra (como en cualquier otra). También la desinformación, el minuto a minuto y la “necesaria” inmediatez de la noticia, lo que contribuye a una escalada de tensión entre la sociedad civil que, poco a poco, ve como se precipitan los acontecimientos hacia un conflicto total.
Mientras escribo este artículo ha habido cerca de 50 actualizaciones sobre la situación de la guerra, la más alarmante es la relativa al estallido de una Tercera Guerra Mundial nuclear y de destrucción total si Occidente decide intervenir militarmente en Ucrania. Son mensajes contundentes y -esperemos- de utópica puesta en marcha. Quizá, incluso, disuasorios. Pero estos no deberían nublar el juicio de lo que se está produciendo paralelamente: cientos de miles de personas dentro y fuera de Rusia, en los países de la UE, incluso en Estados Unidos, se están manifestando en contra de este conflicto y de sus posibles consecuencias catastróficas. No sólo por el uso de armas nucleares, sino porque la central nuclear de Chernobyl está en una situación delicada (recuérdense los problemas que ya hubo en 2013 cuando se desprendió el techo por culpa de la nieve o que, en la década de 1980, durante el famoso accidente, llegaron a identificarse unos mayores índices de radiación en España procedentes de ese foco).
Chernobyl, sarcófago nuclear.
Sigo. Ciudades como Mariupol y Kiev están siendo bombardeadas, la primera incluso ha sido tomada, y la población civil huye despavorida en colas kilométricas. Una actitud, por otro lado, lógica: son ya varios miles de muertos (más de 2.000) y heridos. Y, mientras algunos analistas ven en los oligarcas rusos la vía propicia para influir sobre Putin (por aquello de poderoso caballero es don dinero), las posturas entre bloques se enconan en la ONU: Bielorrusia se alinea con Rusia y critica las sanciones monetarias al gigante eslavo; y Sergéi Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, confirma que Rusia aumentará la brutalidad de sus ataques.
La guerra en Twitter
También se está confirmando que esta está siendo la primera guerra en todo el mundo en seguirse en redes sociales. Si la primera guerra del golfo fue la primera televisada de la historia, parece que no cabe duda en señalar que esta será la primera guerra masivamente seguida en Twitter, en parte, porque los propios combatientes la están utilizando: el presidente Zelenski ofrece algunos de sus discursos en esta plataforma; la resistencia ucraniana la utiliza para demostrar que están haciendo frente al ejército ruso y mostrar que sí hay -y muchas- víctimas mortales, heridas y refugiadas; e, igualmente, Rusia, la utiliza con un fin claramente desinformativo.
La guerra de Ucrania lleva rápidamente a establecer paralelismos con otros conflictos pretéritos y esperemos que todo quede fruto de una mera “subida de tensión” entre potencias y no se cumpla el análisis realizado por aquellos que apuestan por una intervención militar inmediata, empleando todo el armamento convencional y así hacer una demostración de que los miles de millones de euros invertidos son para algo más que para desfiles. Confío en que haya otros medios disuasorios. De momento, siguiendo a Julián Casanova, podemos quedarnos con un hecho, a mi juicio, constatado: “[Putin] ha puesto en marcha lo que fue norma de los dictadores en la Europa entre 1922 y 1945: considerar la guerra como una opción aceptable en política exterior, lograr sus objetivos con acciones militares unilaterales, situar contra las cuerdas a políticos educados en el diálogo y la educación y poner en evidencia la incapacidad de las democracias para contrarrestar los instrumentos de terror”. Veremos en qué acaba todo esto.
Para saber más….
Mamlyuk, B (2015). The Ukraine Crisis, Cold War II, and International Law, German Law Journal, 16 (3), 479-522.
Stroupe, J. (2006). Russian Rubicon: Impending Checkmate of the West, Global Events Magazine.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-398X
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