Cristóbal Ruitiña - Lun, 12/09/2022 - 16:11
Fotografía de Javier Marías. Fotografía de la Real Academia Española. Letra R mayúscula.
Serie: 'El Poder de la Palabra' (XVI)
La anécdota es conocida: el padre de Javier Marías, el eminente filósofo Julián Marías, no puede dar clase en la universidad española del régimen franquista porque alguien lo ha delatado como colaborador del recién abatido régimen republicano. Esta herida la llevará siempre el padre, pero también el hijo, donde sobre todo supura en una de sus obras cumbre: Tu rostro mañana. La sombra de la delación, de la traición, de lo secreto y lo ignoto, planeará, en cualquier caso, sobre muchas de sus tramas o, mejor dicho, personajes, si bien en María sus tramas son sobre todo sus personajes, evidenciando, de paso, lo que alguna vez ha dejado escrito Javier Cercas: que el motor que anima una novela no se ve porque es como un punto ciego que los explica todo. Algo parecido dejó escrito Hemingway, que era de los que decía que una buena novela debe ser como un iceberg, del que solo se ve la punta.
Ese punto ciego, la delación, la traición, la imposibilidad de hacer lo que, en condiciones normales -si no existiera una fuerza externa que lo impide- uno debería hacer es, además, del motor de toda la narrativa de Marías, aquello que la singulariza, que la hace destacar, ya desde su primera publicación a mediados de los ochenta, por encima de sus compañeros de generación. Y eso que entonces su apuesta narrativa no fue bien recibida. Se le acusaba de extranjerizante, de obviar toda la tradición narrativa española. ¿Pero qué podía hacer alguien a quien habían extirpado de esa España ahora por suerte periclitada? Marías se inspira, sí, en autores, sobre todo, anglosajones y ubica algunos de sus mejores títulos en esos ambientes, siendo, por lo tanto, uno de los escasos cultivadores entre nosotros de la llamada literatura de Campus. Y lo que hace es levantar con ello una literatura excepcional, reconocible, como corresponde a un escritor con mundo propio, e inabarcable, como si fuera uno de esos autores que una y otra vez intentan escribir el mismo libro sin conseguirlo.
Ahora se ha muerto a una edad, los 70, que en las crónicas se insiste en definir como muy pronta para morir, siéndolo sobre todo para quien pasados los 50 aún era considerado un autor joven. Lo ha hecho, sin el Nobel, al que tan acreedor se había hecho, como si también en su trayectoria, como sucedió con la de su padre, fuera necesaria una ausencia, una ausencia que siempre ha estado ahí, oculta y bien visible, a la vez.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1786
Burgos, España
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