Reinaldo Batista Cordova - Jue, 13/02/2025 - 17:54
Recreación de las Guerras Carlistas en Pamplona (Navarra). Fuente: Diario de Navarra. Autor: Ander Luquin.
Serie: 'Manual de Defensa y Liderazgo' (VIII)
Mi muy querida prima Isabel,
Han pasado casi dos meses y no he recibido nada de lo que tan amablemente tuviste la bondad de prometerme, aunque me dijiste que en aquel momento no podías darme todo lo que necesitaba para salir del apuro urgentísimo en que me encuentro, que, como te mencioné, es de ciento cincuenta mil francos, es decir, medio millón de reales.
No puedo creer, querida y buena prima, que me hayas olvidado… (Juan de Borbón, 1865)
Esta es la introducción de una carta enviada por Don Juan de Borbón a la reina Isabel II de España, el 15 de noviembre de 1865. En su discurso se observa que el remitente, tío de la reina, era hijo de Carlos María Isidro de Borbón y Borbón-Parma, autoproclamado rey de España como Carlos V, le prestaba una serie de alabanzas con la intención de obtener un favor de la monarca.
Como se puede apreciar, don Juan de Borbón, quien en la carta se hace llamar Conde de Montizón, vivía desterrado en Londres, pues su familia había sido exiliada por no considerar legítimo el traspaso de la corona a Isabel II, llevado a cabo por Fernando VII mediante la Pragmática Sanción de 1830. Este hecho dio inicio al movimiento carlista y fundamentó las pretensiones de quienes promovieron las guerras carlistas, además de una serie de pronunciamientos y un sistema de oposición internacional contra la monarca y su heredero.
El análisis de esta fuente primaria nos permite vislumbrar las estrategias a las que debía recurrir una persona que había caído en desgracia política y económica. Don Juan solicitaba ayuda económica a Isabel II, según él, para saldar deudas contraídas con “personas que le apretaban cada día más”. Se desprende de la carta que se había comprometido a pagar una cuantiosa suma para que realizaran en su nombre gestiones destinadas a su repatriación a España. No se trataba de un trámite ordinario, sino que en las entrelineas y en el contexto histórico, existen matices que precisan ser contemplados para un análisis imparcial sobre los hechos.
Carta de Don Juan de Borbón a su sobrina la reina Isabel II.
Según el historiador Daniel Aquillué (2023), la remuneración de un soldado durante el mismo periodo era de 4 reales; por lo tanto, la cantidad solicitada en la carta no era una trivialidad. Para conmover a su pariente, don Juan empleaba halagos y elogios, utilizando términos como: "querida", "excelente corazón", "generosidad", "cariño", "buen corazón" y, quizás lo más sorprendente, "súbdito fiel". Claramente, buscaba apelar a la sensibilidad afectiva de la reina. No obstante, si se analizaban los hechos, resultaba contradictorio que su padre, Carlos María Isidro, hubiese asumido la condición de legítimo heredero de la corona, pues ello convertía a don Juan de Borbón en el segundo en la línea sucesoria al trono de España y, aun así, no se priva de declararse un súbdito.
Cabe recordar que, con la abdicación de su hermano Carlos VI a los derechos sucesorios en 1860, don Juan asumió el liderazgo de la causa carlista. Incluso había intentado participar en el levantamiento promovido por los catalanes, cuando fue capturado por las fuerzas de seguridad del Estado francés.
Ese mismo año, desde Londres, dirigió una carta a la población y a las autoridades españolas, en la que se presentaba como candidato legítimo para gobernar el reino bajo un sistema democrático y constitucional. Sin embargo, resulta paradójico que iniciara su reivindicación exigiendo la supresión de los sistemas vigentes en España, para en su lugar ocupar el trono.
Sobre don Juan de Borbón y el ejército carlista
Es importante destacar que don Juan de Borbón recibió formación militar, llegando a ser promovido a general por el rey del Piamonte, Carlos Alberto de Saboya. Durante la guerra de 1872, en España, lo que según algunos historiadores sería la Segunda Guerra Carlista, desempeñó la función de ingeniero general, aunque para esa fecha ya había abdicado a sus hipotéticos derechos dinásticos en favor de su hijo Carlos de Borbón y Austria-Este, quien sería reconocido por sus correligionarios como Carlos VII.
En cuanto a las fuerzas carlistas, es relevante señalar que el ejército no estaba formado de manera permanente por un contingente profesional, ni los oficiales recibían una formación técnico-profesional homogénea. El caso de don Juan de Borbón lo ejemplifica, ya que, si bien tenía conocimientos en ingeniería, no se puede afirmar que fuera un experto en la materia.
Las tropas carlistas recibían formación sobre la marcha. Sus contingentes procedían de diversos sectores sociales, pero la infantería estaba compuesta principalmente por campesinos y hombres de escasos recursos económicos como los artesanos (Rújula, 1997), quienes se alistaban como voluntarios para luchar por un cambio en la dinastía. En términos generales, los carlistas consideraban que el trono había sido usurpado por fuerzas liberales, las cuales conspiraban contra el orden sagrado al haber permitido la coronación de una mujer, rompiendo así la tradición monárquica ultrarrealista, católica y absolutista; basta considerar el lema del movimiento “Dios, patria, rey” (Aquillué. 2023).
Las sublevaciones carlistas se reflejaron en una serie de conflictos bélicos que exigían recursos constantes, logrados entre los partidarios en España, pero también a través de financiación internacional. Aunque la infantería no era bien remunerada, hubo momentos en los que llegó a contar con 40.000 soldados. Además, se debía garantizar el suministro de víveres, el mantenimiento de la caballería, los oficiales y la artillería. Sin olvidar los costos de las campañas de propaganda, las cuales, aunque no tenían el alcance de los medios actuales, ya existían en el siglo XIX.
Consideraciones finales
La carta de don Juan de Borbón nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la complejidad de los conflictos políticos y militares, que van más allá de una simple confrontación entre dos bandos en un campo de batalla. Existen matices ocultos, estrategias a largo plazo y factores externos que pueden alterar el curso de los acontecimientos. Lo que vale para el pasado, bien como para los fenómenos contemporáneos.
Ayudar económicamente a don Juan podría haber sido un gesto noble por parte de Isabel II, pero también habría significado financiar a un adversario que podría volverse en su contra. No obstante, la estabilidad de la reina tampoco estaba asegurada. Basta recordar que en 1868 fue expulsada de España, dejando el trono vacante. Esto condujo primero a la coronación de Amadeo I de Saboya y, posteriormente, a la Primera República Española.
Tres años después, Isabel II se encontraba en una situación similar a la de su desafortunado pariente, exiliada y buscando más adelante estrategias para que su hijo fuese reconocido por las Cortes como el monarca legítimo de España.
Referencias bibliográficas
Aquillué, D. (2023). España con honra: Una historia del XIX español. 1793-1923. La Esfera de los Libros.
Juan de Borbón. (1865). Cartas y documentos cruzados entre la Reina Isabel II y Juan de Borbón. Ex-Infante de España. Primo de la Reina Isabel II [Manuscrito]. Real Academia de la Historia.
Rújula, L. P. (1997). El soporte ideológico de la insurrección carlista. Hispania, 57(195), 213–265.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2951-9756
Burgos, España
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