Pablo Tomás Carrera García Profesor del Grado en Psicología
Lun, 16/10/2023 - 11:49

Hombre disfrutando del silencio en un monasterio.

Serie: 'El ABC de la Psicología' (XXIV)

El otro día tuve la oportunidad de ir hasta el Monasterio de las Huelgas, en Burgos, a la caída de la tarde. Aunque el monasterio ya estaba cerrado a las visitas, se podía entrar en el claustro, donde no había absolutamente nadie, y disfrutar en soledad del silencio y la quietud de ese sereno lugar, escuchando tan solo el correr del agua en una fuente centenaria y el trinar de los pájaros y contemplando el ancho cielo de Castilla. Se hacía patente que un sitio como aquel era producto de una mentalidad muy diferente a la nuestra, en la que aspectos ya casi ausentes en las sociedades industriales modernas como el rito o la contemplación eran centrales.

Monasterio de Las Huelgas, Burgos.

Inmersos como estamos en el ritmo incesante de una existencia productiva, atareados con obligaciones de trabajo, sociales o de ocio, conectados en todo momento y atentos a quien nos ha hecho caso en las redes, o entretenidos con podcasts, series o los innumerables videos de gatitos, que sin duda requieren nuestra atención, muchas veces se nos olvida pasar tiempo a solas y en silencio. Pero, más allá de bucólicas anécdotas personales en antiguos monasterios burgaleses ¿qué dice la ciencia psicológica sobre los beneficios del silencio y la quietud?

Al estar constantemente acelerados, procesando y respondiendo a estímulos (lo que supone una demanda cognitiva, y que podemos interpretar como más o menos urgentes o amenazantes), es más fácil que se dispare nuestro sistema de estrés, movilizando diferentes sistemas biológicos (neuroendocrino, autonómico o inmune). Esta respuesta, que puede ser adaptativa, tiene consecuencias negativas cuando se mantiene en el tiempo, ya que el estrés crónico causa una cascada de desequilibrios fisiológicos relacionados con una mayor reactividad emocional e irritabilidad, ansiedad y problemas de sueño, menor rendimiento cognitivo, o incluso problemas de salud física (McEwen, 2017).

El silencio y la quietud nos ayuda a entrar en contacto y procesar nuestras emociones, disminuyendo el nivel de divagaciones (normalmente centrada en posibles amenazas o pensamientos negativos) y dando un descanso al cerebro. Por ejemplo, en un estudio se expuso a personas a diferentes tipos de música y a pausas de dos minutos de silencio mientras que se medían indicadores cardiovasculares y de activación del sistema nervioso. Los investigadores encontraron el momento en el que los participantes se relajaban más -mostrando un ritmo cardiaco más lento, una respiración más pausada, o menor tensión arterial- era en la pausa de dos minutos de silencio (Bernadi et al., 2006).

Mujer paseando por el claustro de un monasterio.

Evidentemente, todo esto está relacionado con el concepto de mindfulness o atención plena, aunque por ser un concepto ya tan conocido y manoseado no queremos pararnos demasiado en él. En todo caso, son muchos los estudios que demuestran como la práctica de parar para atender a la respiración y el presente evitando el juicio ayuda a disminuir el estrés y la ansiedad, y a mejorar el bienestar psicológico. Una reciente revisión indica que los mecanismos por los que las terapias basadas en la atención plena mejoran la salud mental y el bienestar es disminuyendo la reactividad emocional (“saltar” y frustarse ante inconvenientes) y ayudándonos a no dejarnos llevar por los pensamientos acelerados y rumiativos que típicamente acaban en preocupaciones (y más estrés; Gu et al., 2015).

Pero sentarse en flor de loto, apuntarse a un curso de mindfulness o descargase una app con ejercicios de meditación no es, ni mucho menos, la única manera de disfrutar de los beneficios psicológicos de la quietud y desconexión en nuestras vidas. La conexión con la naturaleza parece tener beneficios similares. En Japón, el baño de bosque o shinrin-yoku consiste en pasar tiempo en un bosque, alejado de la tecnología y la ciudad y disfrutando de la experiencia sensorial que el bosque ofrece, ya sea andando o simplemente sentado. Es considerado una práctica terapéutica, y en efecto, diferentes estudios muestran como esta práctica ayuda a disminuir los niveles de cortisol, una hormona que es un indicador del nivel de activación del sistema del estrés (Antonelli et al., 2019).

También es importante recordar que no se trata de que aguantemos lo que nos echen a base de mindfulness; habrá ocasiones en la que la reactividad emocional y el estrés son la respuesta adecuada, y en las que se tratará de intentar cambiar o luchar contra una situación o condición injusta que nos afecte, más que de obligarnos a soportarla con una sonrisa e intentando mantener la tranquilidad. Pero dicho todo esto, incorporar en la medida de lo posible más momentos contemplativos, de quietud y silencio, alejados de las notificaciones, de las redes sociales y de una lógica productiva y consumista, y el dejarnos llevar por más sutiles estímulos sensoriales nos ayudará a vivir una vida más relajada, consciente y conectada a nuestras emociones. Como canta el grupo sevillano Vera Fauna en su canción “Martes”, para esto no hace falta grandes momentos ni bajarse una app, si no que podemos ponerlo en práctica un martes cualquiera, mirando los reflejos de la luz de la mañana en el fregadero.     

Hoy, otro martes.
La luz del lavadero es magia si te asomas un ratito.
Tiempo pierdes,
tiempo ganas;
tengo un castillo en mi cama
.”

Vera Fauna y Kiko Veneno.

Referencias

Antonelli, M., Barbieri, G., & Donelli, D. (2019). Effects of forest bathing (shinrin-yoku) on levels of cortisol as a stress biomarker: a systematic review and meta-analysis. International Journal of Biometeorology, 63(8), 1117–1134.

Bernardi, L., Porta, C., & Sleight, P. (2006). Cardiovascular, cerebrovascular, and respiratory changes induced by different types of music in musicians and non-musicians: The importance of silence. Heart, 92(4), 445–452.

Gu, J., Strauss, C., Bond, R., & Cavanagh, K. (2015). How do mindfulness-based cognitive therapy and mindfulness-based stress reduction improve mental health and wellbeing? A systematic review and meta-analysis of mediation studies. Clinical Psychology Review, 37, 1–12.

McEwen, B. S. (2017). Neurobiological and systemic effects of chronic stress. Chronic Stress, 1.

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2792-1832

Burgos, España

Añadir nuevo comentario

La Universidad Isabel I tratará la información que nos facilite con el fin de publicar su comentario como respuesta a esta entrada de su blog, así como para mantenerlo informado de nuestra actividad. Más información sobre este tratamiento y sus derechos en nuestra política de privacidad.