Olaia Abadía García de Vicuña - Vie, 29/01/2016 - 06:59
Si nos remontamos tres mil años atrás, hacia el 776 a. C., en la ciudad de Olimpia (Grecia), nos daremos cuenta de que durante mucho tiempo el deporte ha sido un terreno completamente vetado a la mujer. Ya por aquellos tiempos se excluía la participación de las mujeres no solo como deportistas, sino también como espectadoras. Las mujeres solteras podían asistir a los juegos, pero la pena para una mujer casada que observase a los atletas en acción era la muerte, pues estos competían desnudos, exhibiendo sus cuerpos como símbolo de perfección y dedicación.
Adentrándonos en la historia de los juegos olímpicos, se puede decir que los mismos abrieron las puertas a las féminas en el año 1900. El cambio se hizo evidente y real, a pesar de que su gran estratega, Pierre Coubertin, argumentaba que la presencia de la mujer en un estadio resultaba antiestética, poco interesante e incorrecta.
En 1900, la participación femenina se limitó única y exclusivamente al golf y al tenis en París. Estos juegos tuvieron el mérito de agrupar un número impresionante de competidores: mil setenta, entre ellos seis mujeres. La primera laureada olímpica en tenis fue la señorita Cooper de Inglaterra.
En España, la evolución en los últimos treinta años ha sido enorme, pero todavía nos queda mucho camino por recorrer, lo que pone de manifiesto que la situación de inicio era muy precaria y son pocos los nombres de mujeres que ocupaban páginas importantes en la prensa nacional: Theresa Zabell, Arancha Sánchez Vicario, Conchita Martínez, Miriam Blasco, Amaya Valdemoro, Blanca Fernández Ochoa, Coral Bistuer… Hubo que esperar a la Olimpiada del 92 para que la yudoca Miriam Blasco consiguiera la primera medalla olímpica. En la actualidad en España estamos viendo que la diferencia entre hombres y mujeres en los deportes individuales es considerablemente menor que la diferencia existente en los deportes colectivos. Pero no podemos saber si esto es debido a una evolución de nuestra sociedad o a que en la actualidad no tenemos referentes masculinos en deportes individuales. Aun así, la repercusión mediática que se ha dado a los éxitos de Mireia Belmonte, medallista olímpica y recordwoman mundial, o a la deportista olímpica y campeona del mundo de bádminton, Carolina Marín, no es comparable a la que se le hubiera dado si hubieran sido hombres.
En el deporte colectivo la situación es todavía más desalentadora, pues ni la visibilidad, ni la repercusión, ni los sueldos de las mujeres deportistas se acercan a los de los hombres. Una de las razones es porque todavía un gran número de deportes colectivos se vinculan directamente con el género masculino. Si ponemos la lupa en el fútbol, las mejores futbolistas españolas tienen un sueldo inferior a mil euros, nada que ver con los millones de euros que cobran algunos jugadores. Esto correspondería a las jugadoras de primera división; las de segunda no llegan a los 200. Consecuencia de ello es que grandes jugadoras de fútbol han tenido que emigrar para poderse ganar la vida de manera profesional. A diferencia del fútbol, el tenis es uno de los deportes donde mejor valoradas y pagadas están las mujeres. Siete de las 10 deportistas mejor remuneradas son tenistas.
Aunque en todo el mundo existen diferencias entre el deporte masculino y el femenino, la desigualdad en España es todavía mayor. Esta problemática se ha acrecentado en los últimos años como consecuencia de la crisis económica, por lo que equipos femeninos españoles, de primer nivel europeo, han tenido que desaparecer o dejar de estar en la élite por la pérdida de patrocinios privados y la reducción y, en algunos casos, anulación de las ayudas institucionales. Ejemplos de ello son el equipo de balonmano Itxako de Estella, Rivas Ecópolis, Ros Casares de baloncesto, etc.
El círculo es casi perfecto. Menos atención mediática. Menos patrocinadores. Menos dinero. Menos recursos para mejorar.
Desde mi punto de vista, las primeras medidas para poder reducir dicha diferencia es que los medios de comunicación den más visibilidad al deporte femenino, tanto en las portadas como en los contenidos interiores, y no diferencien secciones por género, sino que las engloben en el mismo apartado de deportes. Para ello, considero fundamental contar con periodistas femeninas y exdeportistas en las secciones de los medios de comunicación, pues también hasta hace poco el periodismo deportivo era una profesión de hombres y, aunque hay casos destacados de grandes periodistas como Olga Viza, María Escario o Susana Guasch, todavía representan un número muy reducido las profesionales especializadas en el periodismo deportivo. De esta manera, si conseguimos aumentar la información en los medios de comunicación, lograremos que más colectivos se interesen por ello.
Me gustaría destacar que el valor que otorgan los políticos y los medios de comunicación a las medallas conseguidas en una olimpiada es el mismo para el hombre que para la mujer; sin embargo, en las últimas olimpiadas de Londres, de las 17 medallas, 11 fueron femeninas y 6 masculinas. Esto significa que han batido su récord de ocho medallas en Barcelona 92 y, por primera vez, suman más metales que los hombres, lo que no ha conllevado una equiparación social de los reconocimientos deportivos otorgados a las mujeres.
Otra idea importante es que los grandes equipos apuesten por el deporte femenino y cuenten con secciones femeninas. En este sentido, el F.C. Barcelona es un ejemplo (fútbol, hockey hierba, voleibol…).
Convendría resaltar que, para mejorar esta situación, sería interesante que aumentara la participación de las mujeres directivas, tanto en el ámbito deportivo como en el educativo, pues así conseguiríamos fomentar y desarrollar proyectos de investigación relacionados con la mujer y el deporte.
Por último, considero que, aunque se ha avanzado mucho, la solución pasa por que el hombre y la mujer vayan de la mano; los hombres, con su apoyo constante a mujeres, hermanas e hijas, que se esfuerzan con tesón por triunfar en el ámbito deportivo, y las mujeres, porque de ellas depende su presente y su futuro. Esto conllevaría estar más cerca de la igualdad, tanto en el ámbito deportivo y social como en el económico.
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