Adolfo López Novas - Lun, 24/03/2025 - 11:20
Sujeto de rendimiento trabajando en una oficina.
Serie: 'Gestión de Personas y Talento en la Era Digital' (LXXI)
El desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha transformado el panorama laboral. La ubicuidad del terminal de trabajo -el ordenador portátil, el teléfono móvil- y la mejora de la conexión inalámbrica para acceder a Internet nos han introducido de lleno en lo que muchos denominan la Revolución Industrial 5.0.
J. M. Keynes, optimista irredento, auguraba un futuro de progreso donde el trabajo ocuparía un lugar secundario en la vida cotidiana de las personas. Según Keynes, los avances tecnológicos liberarían a los individuos del trabajo, permitiéndoles dedicar más tiempo al ocio, al crecimiento personal y moral: un tiempo verdaderamente humano. Sin embargo, hoy sabemos bien que Keynes no supo prever lo que supondría el desarrollo tecnológico para el gran capital: aumento de producción y reducción en los tiempos de procesos. Nuestras vidas cotidianas, lejos de liberar tiempo humano, están regidas hoy por la inmediatez, propia del tiempo digital, de las máquinas; como bien expresa Jonathan Crary en su obra 24/7. El capitalismo al asalto del sueño, nuestro tiempo se rige por el tiempo de lo inerte, de lo que no tiene vida.
La transformación del trabajo en la era digital
Cuando lo inerte rige los ritmos de la vida, se producen fuertes desacoplamientos. En el mundo laboral, por ejemplo, el desarrollo tecnológico ha supuesto un gran avance para la obtención de manera inmediata de grandes volúmenes de información a distancia de un clic, ahorrando el espacio de aquellas cajas y archivos donde se almacenaban en papel y las búsquedas se llevaban a cabo en jornadas interminables. Sin embargo, este mismo progreso también ha eliminado las barreras entre el tiempo de trabajo y el tiempo personal, haciendo que los individuos estén conectados constantemente.
Un ejemplo de los cambios sociales producidos en la sociedad se encuentra en la ética del trabajo. La nueva ética de trabajo se acopla a los tiempos acelerados de la tecnología, generando una distorsión entre los ritmos físicos -los de los cuerpos- y los ritmos de lo digital y la máquina. El sistema de producción, así, termina resultando un ámbito de dominación que genera una normatividad vinculada a los procesos de trabajo. En este modelo, los trabajadores son sujetos de rendimiento constante, evaluados no sólo por los resultados obtenidos, sino por su disponibilidad continua para el sistema productivo.
Sin trabajo, no hay producción de valor; sin producción de valor, no hay salario; sin salario, los individuos quedan fuera del sistema de consumo, fuera de la relación con las materias y mercancías que sirven del propio sustento de la vida material, pero también el ocio tanto de carácter individual como social. De esta manera, las relaciones sociales contemporáneas han quedado subsumidas por la mediación del trabajo y su lógica del consumo.
Muchos autores posmodernos vieron en la relación de los sujetos con el sistema de consumo el modelo para realizar una lectura de la realidad social. No obstante, fueron miopes a la hora de trazar dicho vínculo con la forma social del trabajo. El paso del modelo laboral fordista al posfordista, que se fue desarrollando y profundizando con la sofisticación de la tecnología, evidencia nuevas formas de representación de la ética del trabajo.
Mientras que en el fordismo la ética laboral se fundamentaba en la solidez de los modos de vida vinculados a la carrera laboral -que se desarrollaban a lo largo de toda una vida-, el posfordismo y sus crisis económicas inherentes han flexibilizado la experiencia laboral en una pluralidad de trabajos y tareas. Esta flexibilidad, en muchos casos, ha conducido a la precarización del trabajo, así como a la necesidad de una constante readaptación de las competencias profesionales. En suma, encontramos una heterogeneidad de éticas del trabajo -que en muchas ocasiones depende tanto de la clase como del propio ámbito en el que se desempeña el trabajo-, pero hay aspectos que son comunes, al menos, en el tratamiento social de lo laboral.
Hacia un futuro incierto del trabajo
La aceleración tecnológica no sólo redefine las dinámicas laborales, sino también el valor que asignamos al trabajo en nuestras vidas. Fenómenos recientes como el auge del teletrabajo o la incorporación masiva de la inteligencia artificial en procesos productivos añaden nuevos desafíos. Al mismo tiempo, el costo humano de esta hiperconexión se refleja en el aumento de problemas de salud mental y pérdida de límites claros entre la vida personal y profesional. Para enfrentar estos retos, es fundamental reflexionar sobre cómo la ética del trabajo puede recuperar su vínculo con valores humanos esenciales, como el derecho al descanso, el ocio creativo y la desconexión digital.
Bibliografía:
J. Crary (2017). 24/7. El capitalismo al asalto del sueño. Madrid, Ariel.
C. Dejours (2001). Trabajo y desgaste mental. Una contribución a la psicología del trabajo. Lumen Humanitas, Buenos Aires.
V. Eubanks (2021). La automatización de la desigualdad. Herramientas de tecnología avanzada para supervisar y castigar a los pobres. Capitán Swing, Madrid.
Byung-Chul Han (2015). Psicopolítica. Herder, Barcelona.
P. López Álvarez (2010). “Biopolítica, liberalismo y neoliberalismo: acción política y gestión de la vida en el último Foucault”. Hacer vivir, dejar morir. Biopolítica y capitalismo. CSIC/La Catarata, Madrid: 39-61.
H. Rosa (2016). Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía. Katz, Madrid.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1816
Burgos, España
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