Juan M. Fernández López - Vie, 03/12/2021 - 10:00
Gente por la calle.
Serie: 'La Vitamina Inquieta' (XV)
Quizás hayas escuchado poco acerca de la Vitamina D, quizás sólo te ha llamado la atención el título de esta entrada y por ello sigues con más o menos atención estas primeras líneas. O es posible, que entre las muchas cosas nuevas que nos dejó la pandemia, también hayas escuchado a la vitamina D como posible elemento terapéutico o preventivo frente a la severidad de la infección por COVID-19. Otros, la habréis escuchado de un médico, que, al revisar los resultados de una analítica, ha dado mayor o menor importancia al asterisco y negrita que resaltaba, quizás, el único valor anormal en ese informe de raros nombres y valores, que hacen referencia a tu cuerpo a nivel bioquímico.
En cualquier caso, somos muchos los que hemos tenido que configurar nuestra realidad actual con otro nuevo protagonista: la Vitamina D. El problema es que ella es la protagonista (en la mayoría de los casos), por estar en cantidades inadecuadas o deficientes, para cumplir con las importantes funciones que conservan la salud de nuestro cuerpo. Reportes recientes basados en el análisis de datos bioquímicos poblacionales hablan de una prevalencia mundial de déficit de vitamina D (1). Específicamente para nuestro contexto, estos informes mencionan una prevalencia mayor al 40% de la población en Europa con dicho déficit (2). Lo has escuchado bien, datos oficiales dicen que más de 4 de cada 10 sujetos de la población general de nuestro entorno tienen déficit de Vitamina D, aun estando sanos de otras enfermedades.
¿Y esto como es posible? Vamos a situarnos.
La vitamina D es una vitamina liposoluble (vehiculizada en grasas) que se produce en nuestro cuerpo a partir de precursores (moléculas previas) cuyas fuentes principales son 2: por un lado, la luz solar (radiación UV-B) y por otro, la ingesta directa de estos precursores a través de algunos alimentos. Hasta aquí, habréis pensado “que suerte que estamos en un país con mucho sol y buenos alimentos”. Esto es así, pero no tan así. Me explico. Haría falta una exposición solar sistemática (diaria) y una ingesta también diaria de precursores para asegurar una formación periódica de vitamina D que cubra nuestras necesidades. Visto así, esto quizás, ya no pinta tan bien.
Pero, vamos a hacernos algunas preguntas y sacamos nuestras propias conclusiones: ¿Cuántos de nosotros tomamos sol diariamente? (Digo, en una buena porción de vuestro cuerpo y de forma segura para evitar lesiones cutáneas), Y si os digo que una crema de protección solar del 15 bloquea hasta el 99% de la síntesis de vitamina D en la piel, y que a esto hay que sumarle el efecto del color de piel, la ropa, e incluso la disponibilidad de UV-B según donde viváis (2). ¿Qué pensáis ahora?.
Y ¿Cuántos alimentos ricos en vitamina D comemos diariamente? ¿Tomamos diariamente aceite de hígado de pescado o sardinas o caballas? Ojo, también cuentan los alimentos enriquecidos en vitamina D, y estos ¿Cuáles son y dónde los encuentro?. Esto cambia nuestro punto de vista inicial ¿verdad? La Figura 1 podría ayudar a clarificar nuestras sospechas al respecto. En ella, os explico de forma simple, cómo ambas fuentes de vitamina D (piel e ingesta oral), son fuertemente afectadas por factores de la vida cotidiana (muy cotidiana) e incluso todos ellos son empeorados o potenciados por otros factores generales como son la edad (a mayor edad menor efectividad para producir vitamina D desde los pocos precursores que tengamos disponibles), el sobrepeso y obesidad (aumento de la grasa corporal que “secuestra” los precursores de vitamina D en el cuerpo).
Figura 1
En fin, nos os quiero deprimir, pero parece que estamos ante un déficit nutricional más común y cercano de lo que creíamos. Pero, ¿Este tipo de déficit es importante? El caso es que sí, porque la vitamina D no sólo aumenta la absorción de calcio de la dieta, evitando, por tanto, la descalcificación de nuestros huesos, “pérdida de hueso” (un proceso de fragilización ósea, que puede ocurrir desde temprana edad en el adulto); sino que, además, su déficit puede provocar debilidad muscular y empeorada función neuromuscular asociada al riesgo de caídas y fracturas vertebrales y no-vertebrales. Además, hay creciente evidencia que vincula a la vitamina D entre los factores que intervienen en el origen y/o progresión de muchas enfermedades entre las que se destacan la enfermedad cardiovascular, hipertensión, artritis, diabetes, enfermedades autoinmunes y algunos tipos de cáncer (3, 4).
Bueno, bueno, ¿y que podemos entonces hacer al respecto?
El caso es que, hoy por hoy, los nutricionistas tenemos unas pocas, muy pocas, certezas sobre este micronutriente. Una de ellas es que, “por fin”, la ciencia ha reconocido en la última década que, (tanto el rol de esta vitamina en el cuerpo como las cantidades a ingerir que se creían necesarias para mantener un óptimo nivel en nuestro organismo), habían sido sistemáticamente subestimados. No se trata de una vitamina que sólo tiene importancia en la salud de nuestros huesos. Se trata, además, de un nutriente con potenciales efectos extra-esqueléticos muy importantes para nuestra salud y calidad de vida. ¿Y la buena noticia dónde está?. La buena noticia (¡si!, la hay) es que todos los factores mencionados, que empeoran la disponibilidad de vitamina D, son bastante modificables (a excepción de la latitud de tu sitio de residencia y el color de tu piel). Por tanto, quizás, sea hora de controlar más los niveles de vitamina D en tus revisiones analíticas periódicas, dar más relevancia a los resultados cuándo estos hablan de déficit. Visitar (¡y ojo!, hacer caso) al dietista-nutricionista en sus recomendaciones sobre alimentación equilibrada. Y, por último, en algunos casos, incluso recurrir a una suplementación con vitamina D correctamente pautada y basada en evidencia científica.
Posiblemente ésta sea, hoy por hoy, nuestra mejor candidata a la “vitamina inquieta” del año. XD.
!Vamos a cuidarnos y seguir aprendiendo!
Bibliografía
Roth DE, Abrams SA, Aloia J, Bergeron G, Bourassa MW, Brown KH, Calvo MS, Cashman KD, Combs G, De-Regil LM, Jefferds ME, Jones KS, Kapner H, Martineau AR, Neufeld LM, Schleicher RL, Thacher TD, Whiting SJ. Global prevalence and disease burden of vitamin D deficiency: a roadmap for action in low- and middle-income countries. Ann N Y Acad Sci. 2018 Oct;1430(1):44- 79.
Cashman KD. Vitamin D Deficiency: Defining, Prevalence, Causes, and Strategies of Addressing. Calcif Tissue Int. 2020 Jan;106(1):14-29.
Holick MF. High prevalence of vitamin D inadequacy and implications for health. Mayo Clin Proc. 2006 Mar;81(3):353-73.
Zittermann A. Vitamin D in preventive medicine: are we ignoring the evidence? Br J Nutr. 2003 May;89(5):552-72.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1824
Burgos, España
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