Cristina Vega Maeso - Mié, 19/05/2021 - 11:50
Imagen de los bisontes de la Cueva de Atamira.
Serie: 'Haciendo Historia' (XLIV)
El 9 de octubre de 1902 Émile Cartailhac público el famoso artículo 'La grotte d’Altamira, Espagne. "Mea culpa" d’un sceptique', en el que reconocía la autenticidad de las pinturas de la Cueva de Altamira y mostraba públicamente su error. El descubrimiento en Francia de pinturas similares a las de Altamira hizo que finalmente se reconociese que estas habían sido realizadas durante el paleolítico. Años antes, en 1880, Marcelino Sanz de Sautuola había publicado el descubrimiento de estas manifestaciones artísticas en su trabajo 'Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos en la provincia de Santander' en el que propuso para ellas una cronología paleolítica después de relacionarlas con los restos arqueológicos encontrados en la misma cueva y con objetos de arte mueble. Esta afirmación no podía ser aceptada por la sociedad del siglo XIX. La naturaleza de esta interpretación no solo era negada por el sector más tradicional de la sociedad, con la Iglesia Católica a la cabeza, sino que tampoco podía ser admitida por los burgueses de la época que apoyaban las doctrinas evolucionistas. La idea de una evolución lineal y positiva les situaba en la cúspide evolutiva y no podían aceptar que el ser humano primitivo estuviese dotado de capacidades artísticas, ya que consideraban estas como parte inherente de su clase social y un símbolo de civilización. Por otro lado, el sector academicista rechazaba las teorías de Sautulola, 'al que consideraban poco menos que un afincionado de provincias que pretendía utilizar su primera incursión dentro de este campo científico para defender sus ideas creacionistas',
Desde entonces, durante un siglo, el arte rupestre paleolítico estuvo relacionado con la profundidad de las cuevas, asociando las teorías interpretativas a esta localización. Sin embargo, en las décadas finales del siglo pasado se sucedieron una serie de descubrimientos que ponían en tela de juicio esta asociación. Los primeros hallazgos pasaron prácticamente desapercibidos o quizá fueron directamente ignorados porque su aceptación suponía tener que enfrentarse a un cambio en el modelo interpretativo. El primer descubrimiento se produce en 1970 en Domingo García (Segovia), donde se encontró un caballo grabado que fue publicado una década después como 'estilo paleolítico'.
A finales de esta misma década, se documentaron en la frontera de Portugal con España, en Mazouco, en las inmediaciones del Duero, tres representaciones de animales grabados que fueron publicadas en 1981 y 1982 como adscribibles 'al Paleolítico Superior dentro de las manifestaciones periféricas del área franco-cantábrica'. Los descubrimientos se sucedieron durante los años 80 del siglo XX. Así en 1983 se encontró en el sur de Francia el conjunto de Fornols-Haut; en 1987 otro conjunto en Piedras Blancas (Escalar, Almería); y en 1988 se descubre Siega Verde en Villar de Argañán (Salamanca), justo en la frontera con Portugal. Al primer caballo grabado, identificado durante la elaboración del Inventario Arqueológico de Castilla y León, se le sumaron casi 650 grafías paleolíticas en 91 paneles durante una prospección sistemática en el entorno del río Águeda, lo que le convirtió en el conjunto de arte rupestre paleolítico al aire libre más importante de ese momento.
Imagen de uno de los grabados de Siega Verde. Imagen procedente de Wikipedia.
Unos años después, en 1992, durante los estudios de impacto ambiental para la construcción de una gran presa en Valle del Côa en Portugal, se descubrieron una serie de grabados cuya existencia no se hizo pública hasta dos años después cuando su desaparición iba a ser inminente. En este preciso momento se produce un importante movimiento social que trae aparejado un intenso debate científico sobre el arte paleolítico al aire libre que desemboca en un cambio de paradigma. Pero ¿por qué se produce este debate en ese momento y no 20 años antes? De acuerdo con Kuhn, todos los modelos científicos presentan anomalías, un pequeño margen de error que es aceptado hasta que su acumulación pone en peligro el modelo universalmente asumido. Todo ello provoca una crisis que genera conflicto entre los que defienden las nuevas ideas y los que pretenden perpetuar el paradigma conocido.
Grabado del yacimiento de Penascosa. Valle del Côa. Imagen procedente de Wikipedia.
Además, como en el caso de Altamira, el peso del entorno social fue determinante para que se produjese la crisis que deparó el cambio de modelo interpretativo. La idea de que los grabados pudieran desaparecer bajo el agua generó un importante movimiento ciudadano en el que participaron todos los miembros de la comunidad educativa del entorno, los profesionales de la arqueología y los agricultores de la zona. Los partidos políticos se posicionaron y en las elecciones de 1995 tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista llevaron en sus programas electorales la paralización de las obras de la presa. Al mismo tiempo, en el seno de la propia disciplina se debatía sobre la importancia del hallazgo, prestando especial atención a la cronología de este. La empresa encargada de las obras a instancias del gobierno portugués solicitó un estudio que determinase la antigüedad del hallazgo. Se realizaron una serie de análisis utilizando para ello unas técnicas experimentales que arrojaron una cronología cuya fecha más antigua que no iba más allá del Neolítico y que echaban por tierra las dataciones basadas en comparaciones estilísticas. Estas fechas se unieron al debate existente tras la aparición de la cueva de Chauvet en Francia que había desmontado las teorías crono-estilísticas conocidas. Esta controversia se resolvió definitivamente con el descubrimiento de la Roca 1 de Fariseu en el Valle del Côa, directamente asociada a un contexto estratigráfico claro que permitió obtener una datación. Su datación paleolítica quedaba fuera de toda duda.
En 1998, la UNESCO inscribió el sitio del Valle del Côa en la Lista del Patrimonio Mundial. Ese mismo año el conjunto de Siega Verde es declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León, con lo que se le dota del mayor grado de protección existente. Desde este momento existe una intensa colaboración entre los distintos agentes implicados en la gestión y tutela de ambos yacimientos que desembocó en la firma de un protocolo de colaboración para los sitios de Côa y Siega Verde que ha deparado importantes trabajos conjuntos. En 2010 se amplió la extensión del bien inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial, pasando a denominarse Sitios de Arte Rupestre prehistórico del Valle del Côa y de Siega Verde.
El descubrimiento del arte paleolítico al aire libre supuso, al igual que en el mito de la caverna, comprender que lo que se veía dentro de las cuevas no era más que un reflejo, una proyección de la realidad que estaba discurriendo fuera de ellas.
No dejéis de visitar estas y otras maravillas del arte rupestre:
BIBLIOGRAFIA
Alcolea, J., & Balbín, R. (2006). Arte paleolítico al aire libre. El yacimiento rupestre de Siega Verde, Salamanca. Memorias, 16. Arqueología de Castilla y León.
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Hernando Álvarez, C. (2013). El silencio de Altamira y los sonidos del Côa. Complutum, 24(1), 41–58.
Junta de Castilla y León (2021). Siega Verde | Castilla y León Patrimonio de la Humanidad.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-398X
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