Marta Martínez Vicente - Mar, 01/06/2021 - 10:40
Niña pensando delante de un libro.
Serie: 'Neurociencia educativa' (VIII)
Los trastornos de aprendizaje, denominados en el contexto escolar, como dislexia, disortografía y discalculia, afectan entre un 5 y un 10 % del alumnado. Este tipo de trastornos repercute directamente en el aprendizaje de los contenidos curriculares, así como al desarrollo de todas las competencias básicas. Es importante aclarar que los estudiantes con trastornos del aprendizaje presentan dificultades específicas a la hora de aprender habilidades básicas como son la lectura, la escritura y el cálculo, en las que su rendimiento se sitúa por debajo de su grupo de edad; sin embargo, no evidencian problemas en otro tipo de aprendizajes (Diéguez y Álvarez, 2010). Por lo tanto, los trastornos de aprendizaje no se asocian a ninguna discapacidad, a situaciones socioculturales o educativas desfavorecidas o al absentismo escolar, si bien algunos/as alumnos/as pueden experimentar las dificultades previamente mencionadas asociadas a un trastorno de aprendizaje. A día de hoy, no se conoce la etiología concreta de un trastorno de aprendizaje, si bien su relación con problemas en el sistema nervioso central. Aunque no se manifiestan por igual en todas las etapas educativas, su carácter crónico tiene consecuencias que se traducen en dificultades de aprendizaje, así como en problemas de la vida cotidiana.
Siguiendo el paradigma de la Neuroeducación, no hay duda del papel que se le otorga a la ciencia en todo el proceso de enseñanza-aprendizaje. El conocimiento de las bases neurales en sinergia con el diseño de proyectos emocionantes, deben formar parte del currículo escolar. En la actualidad las intervenciones están influenciadas por la corriente cognitiva basada en el desarrollo competencial adquirido por el/la niño/a cuando aprende una tarea, más la metacognición. Un entrenamiento de los procesos básicos (auditivo, visual, táctil, motórico, etc.) a través de ejercicios de coordinación visomotora, lateralidad, esquema corporal, relaciones espaciales, de discriminación auditiva o figura-fondo, etc., que se suman a la atención de la faceta emocional.
La finalidad de la educación es el aprendizaje para la vida y más allá de los aprendizajes instrumentales básicos, como son la lectoescritura, el cálculo o las matemáticas en general, debe potenciarse el conocimiento emocional, muy importante en los trastornos de aprendizaje asociados a una baja autoestima, ausencia de habilidades sociales o problemas conductuales (Castejón y Navas, 2013).
Niña señalando la letra G. Las iniciales corresponden con el constructo cociente emocional.
Por lo tanto, aprovechando los avances de la neurociencia, los docentes deben de ser capaces de definir el perfil de cada estudiante y aplicar unas estrategias específicas adecuadas a sus características y necesidades individuales. Para que los alumnos y alumnas aprendan a gestionar sus vidas, es importante desarrollar progresivamente sus habilidades socioemocionales, lo que implica la adquisición de determinados hábitos, esfuerzo y disciplina para garantizar un aprendizaje exitoso y alcanzar los retos a nivel personal. Un hándicap visible en las aulas responde a la heterogeneidad del alumnado, a lo que la neurociencia plantea como solución la fusión de los conocimientos con la adaptación de las metodologías de enseñanza, para que todos y cada uno de los estudiantes aprendan a su propio ritmo. En este proceso, las emociones, aunque implícitamente, deben estar presentes en todo momento, fomentando entornos de aprendizaje seguros, en los que todos los niños y niñas, con o sin dificultades de aprendizaje se sientan motivados e intenten superar todos los obstáculos que van encontrando en su camino.
Entre los numerosos ámbitos que deben reforzarse siempre en los niños y niñas, más aún cuando presentan dificultades de aprendizaje, se encuentran la autoestima y la confianza en sí mismos. Por lo tanto, algunos de los aspectos que debemos considerar son:
- Evitar las etiquetas frente a los demás como niños/as torpes, inútiles o malos.
- No realizar comentarios negativos o despectivos de su persona.
- Ofrecer actividades variadas y acordes con sus capacidades.
- No interrumpir al niño/niña cuando está tratando de buscar una solución al problema y ayudar mediante sugerencias sin dar la respuesta definitiva.
- Reconocer el esfuerzo y los progresos conseguidos en cada momento y lugar de aprendizaje, prestar atención, escuchar, compartir sentimientos, investigar y descubrir los intereses personales, expectativas y motivación para plantear actividades en función de todo ello.
Referencias bibliográficas:
Castejón, J. L. y Navas, L. (2013). Dificultades y trastornos del aprendizaje y del desarrollo en infantil y primaria. Dificultades y trastornos del aprendizaje y del desarrollo en infantil y primaria, Editorial Club Universitario.
Diéguez, I. M. y Álvarez, J. A. (2010). Los trastornos del aprendizaje. Definición de los distintos tipos y sus bases neurobiológicas. Boletín de Pediatría, 50, 43-47
Editor: Universidad Isabel I.
ISSN 2697-0481
Burgos, España.
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