Andrea Corrales - Mar, 07/12/2021 - 09:20
Ilustración de un cerebro levantando pesas
Serie: 'Neurociencia educativa' (XXII)
«Os voy a dar un consejo de cara a los exámenes, no descuidéis el ejercicio físico». Esta es una de mis frases habituales cuando me despido de mis alumnos antes de los exámenes finales. La verdad es que muchos se sorprenden porque esperan que les diga que dediquen muchas horas en casa estudiando, cuantas más mejor y que se levanten cuanto menos de la silla. Sin embargo, mi discurso suele referirse más a que si practican ejercicio físico van a rendir mejor en clase o que en el período de exámenes deben de organizarse de manera que dispongan de huecos a lo largo del día para moverse y/o practicar alguna actividad física, ya que eso contribuirá a mejorar el aprendizaje. Desde hace años es bien sabido que la práctica de ejercicio físico reporta beneficios en muchos sistemas del cuerpo, por ejemplo, a nivel músculo-esquelético, cardiovascular o metabólico, sin embargo, no es hasta hace unos pocos años que se ha visto que el cerebro también se beneficia de la práctica de ejercicio físico.
Una de las razones que sostiene que el ejercicio físico beneficia el cerebro es su neuroplasticidad. Esto significa que el cerebro tiene la capacidad de cambiar a lo largo del tiempo dependiendo de los estímulos a los que está expuesto. ¿Qué tipo de cambios se producen en el cerebro? Por ejemplo, pueden establecerse nuevas sinapsis, reforzarse algunas que ya existen, desaparecer otras que ya no nos hacen falta e incluso, recientemente se ha comprobado que en algunas regiones del cerebro de los seres humanos se originan nuevas neuronas a lo largo de toda la vida (Moreno-Jiménez et al., 2019).
Todos estos cambios se pueden traducir en mejoras a nivel cognitivo, por ejemplo, en el aprendizaje, la memoria y la atención y en mejoras a nivel emocional. Pero, para ello, debemos estar rodeados de los estímulos adecuados; es decir, propiciar situaciones que promuevan estos cambios. Precisamente en los últimos años han aumentado los estudios llevados a cabo con animales y humanos que sugieren que la actividad física facilita la neuroplasticidad en ciertas áreas cerebrales, por ejemplo, en el hipocampo, que está implicado activamente en los procesos de aprendizaje. De hecho, algunos de estos estudios sugieren que la combinación de ejercicio físico y actividad cognitiva podrían actuar de forma sinérgica potenciando el primero al segundo (Hötting et al, 2013).
¿Y cuál es el sustrato fisiológico que explica las mejoras inducidas por el ejercicio físico? Aunque es un área que está actualmente en estudio y, por tanto, son muchas incógnitas, uno de los mecanismos que se postula es que en respuesta al ejercicio físico se produce un aumento en la liberación de una sustancia química llamada factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), que produce cambios neuroplásticos en el cerebro que se traducen en mejoras en las funciones cognitivas (Silverman et al., 2014). Por otro lado, no podemos olvidarnos de la función endocrina que tiene el músculo y su capacidad de liberar miokinas a la sangre en respuesta al ejercicio físico, las cuáles generan efectos positivos en varios tejidos, entre ellos el cerebro (Silverman et al., 2014).
Algunos estudios revelan que el entrenamiento de fuerza tiene importantes beneficios en las funciones ejecutivas, debido a modificaciones en el lóbulo frontal del cerebro, el cuál está relacionado con la capacidad de organización y planificación (Herold et al., 2019). Esto facilita, por ejemplo, la adquisición de autonomía en la realización de tareas de la vida diaria y escolares. Por tanto, beneficia a los infantes y adolescentes, y es una de las razones por las que se debe fomentar el ejercicio físico en estas edades. De hecho, es necesario para que puedan desarrollarse física, emocional y psicosocialmente sanos.
En esta línea, algunos centros educativos que han implementado un programa de ejercicio físico han obtenido mejoras en el rendimiento académico en general, y específicamente, en los niveles de comprensión y fluidez lectora y en la resolución de problemas aritméticos y algebraicos (Donnelly et al., 2016).
Si tenemos en cuenta todos estos aspectos podemos concluir que los centros educativos, la organización diaria de la jornada escolar y la asignatura de educación física, tienen un papel crucial en la promoción del ejercicio físico y del movimiento entre los más jóvenes. Ojalá que esa sea la tendencia del futuro y se le dedique el tiempo y la calidad que se merece, teniendo en cuenta su influencia e impacto en el cerebro de los más jóvenes.
Referencias bibliográficas:
Donnelly, J. E., Hillman, C. H., Castelli, D., Etnier, J. L., Lee, S., Tomporowski, P., Lambourne, K., & Szabo-Reed, A. N. (2016). Physical Activity, Fitness, Cognitive Function, and Academic Achievement in Children: A Systematic Review. Medicine and science in sports and exercise, 48(6), 1197–1222.
Herold, F., Törpel, A., Schega, L. Müller, N. G. (2019). Los cambios cerebrales funcionales y/o estructurales en respuesta a los ejercicios de resistencia y el entrenamiento de resistencia conducen a mejoras cognitivas: una revisión sistemática.
Hötting, K. y Röder, B. (2013). Beneficial effects of physical exercise on neuroplasticity and cognition. Neuroscience and biobehavioral reviews, 37(9 Pt B), 2243-2257.
Moreno-Jiménez, E. P., Flor-García, M., Terreros-Roncal, J., Rábano, A., Cafini, F., Pallas-Bazarra, N., Ávila, J., y Llorens-Martín, M. (2019). La neurogénesis del hipocampo del adulto es abundante en sujetos neurológicamente sanos y desciende drásticamente en pacientes con enfermedad de Alzheimer. Nature medicine, 25(4), 554–560.
Silverman, M. N. y Deuster, P. A. (2014). Mecanismos biológicos que subyacen al papel de la aptitud física en la salud y la resiliencia. Interface focus, 4(5), 20140040.
Editor: Universidad Isabel I.
ISSN 2697-0481
Burgos, España.
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